Lo escuché hasta con saña durante mi época de infancia. No era buena en cálculo mental, las rápidas respuestas de mis compañeras eran mucho más de lo que mi cerebro podía gestionar. LLegó un momento en el que lo admití, no me importaba. Me dediqué a pensar en qué destacar teniendo en cuenta mis «cualidades» personales. Nunca superé el miedo a la comparación, a la competición. No aspiré a ser la mejor, aunque en algunas cosas lo haya conseguido, sino en ser buena, en hacerlo lo mejor posible en lo me tocara hacer en la vida. «Cosa mal hecha, dos veces hecha». Este era el lema de mi abuela Vitxori a la que aún a mi edad sigo agradecida.
Ahí estuvieron mis maestros calígrafos; mis padres. En aquellos momentos la escritura era parte del conocimiento y un «arte». Y no sólo eso, «era una habilidad necesaria para llegar a conseguir un buen trabajo fuera de las fábricas, teniendo en cuenta el auge de la industria y la tecnología».
Con una gran nostalgia recuerdo algunas tardes de domingo, mi aitá (padre) sentado a mi lado en la mesa de la cocina, con los cuadernos de caligrafía abiertos, las plumillas, el tarrito de tinta, el papel secante y una cuchillita, enseñándome a dibujar letras en diversas formas; cursiva, redondilla, inglesa, itálica, etc. Él era un artista, y aquello un divertimento para los dos, pero ahora sé que esas horas que me dedicó con tanto amor, también fueron parte de mi formación, además de que le aliviaban de la cantidad de horas que pasaba en su trabajo durante la semana para poder darnos de comer en casa.
Perdón, en el título tenía que haber puesto «letra cursiva». (Lapsus)
Mientras decidía escribir sobre ello, me dañaba la vista el recuerdo de la escritura de los pequeños de la familia. No la entienden ni ellos mismos, son moscas que revolotean a lo largo y ancho del papel, de arriba a abajo, vuelan de costado, se cruzan unas con otras; qué más da, la formación actual ha llegado a infravalorar la hazaña de la escritura legible. Todo lo hacen las máquinas, mejor y más rápido. ¿Para qué va uno a perder un tiempo que es precioso para la productividad?
Menos mal que leo al final del artículo que incluyo a continuación que: «A partir de 2023, 21 estados en Estados Unidos exigirán que la escritura cursiva se enseñe en la escuela, y este año Michigan ha aprobado una ley que exige el desarrollo de un plan de estudios opcional de escritura cursiva para sus escuelas públicas. Puede que la cursiva esté en peligro, pero desde luego no ha muerto todavía (y si no que se lo pregunten a Gillian Goerz, una artista cuya serie «resolviendo» letras cursivas ha acumulado millones de visitas en TikTok) y, con los nuevos medios y la nueva determinación de preservar sus rizos y letras conectadas, puede que viva para pasar a una nueva página.
Y, ahora va y se cargan a TikTok!
@mjberistain
POR ERIN BLAKEMORE
¿Qué es algo que los niños no saben hacer, pero los profesores no enseñan? Si has respondido «cursiva», escribe una «A» de aprobado, mayúscula y fluida a mano en tu boletín de notas. La letra cursiva (un estilo de escritura con letras unidas y florituras que avergüenzan a la simple letra de imprenta), antaño un elemento básico de las aulas y la correspondencia, está en declive.
¿O quizás no del todo? Un vistazo a TikTok o Instagram demuestra que este arte sigue muy vivo: pensemos en los bullet journals (esas agendas tan de moda donde uno puede exprimir su productividad), vídeo demostraciones de caligrafía en redes sociales y hashtags que han sido tendencia en los últimos meses en Estados Unidos como #penmanship, #cursive o incluso #penlife, todos inundados de fotos de caligrafía impecable en tinta de alta gama.
Uno podría preguntarse:, ¿cómo surgió la letra cursiva? ¿Está realmente condenado su futuro?
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Durante siglos, la escritura fue el reino de los más educados y privilegiados: el papel era caro y los escribas especiales desarrollaron estilos de escritura ornamentados para dar estilo y lustre a los manuscritos iluminados y los documentos oficiales. Pero en el siglo XVIII y principios del XIX, la escritura se hizo más accesible, lo que propició el florecimiento de la caligrafía y la invención de formas más rápidas de escribir. Una de ellas consistía en juntar las letras de una palabra, y así surgió la letra cursiva (basada en el verbo latino currere, «correr») tal y como la conocemos ahora.
La Secretary Hand («mano de secretaria«), el primer estilo de escritura cursiva más popular en Inglaterra entre los siglos XV y XVII, juntaba algunas letras. Después vino la «mano redonda», un elaborado estilo de caligrafía utilizado sobre todo en documentos oficiales en Francia e Inglaterra. Con la inmigración a las colonias británicas y a Estados Unidos en el siglo XVIII, los inmigrantes trajeron consigo sus estilos cursivos preferidos, o «manos». Una de ellas, la Copperplate o caligrafía inglesa, surgió de la mano redonda y se convirtió en la favorita de los maestros de escritura privados que impartían clases a muchos estudiantes de élite. La tecnología también ayudó: cuando la pluma estilográfica empezó a sustituir a las plumas a principios del siglo XIX, la letra cursiva Copperplate se hizo más fácil y accesible a las masas.
Con el desarrollo del sistema educativo estadounidense, surgieron nuevos tipos de escritura cursiva. Una de ellas, la escritura spenceriana, se inspiró en los paisajes de Estados Unidos y se convirtió en una escuela de caligrafía muy extendida y exclusivamente estadounidense. Esta escritura fue idea de Platt Rogers Spencer, un neoyorquino obsesionado con la escritura y maestro calígrafo que utilizó los tipos de arcos y líneas que observaba el mundo natural (como la forma de los guijarros en un arroyo) para crear una forma fluida y orgánica de escritura cursiva.
En Estados Unidos, pronto se puso de moda la escritura spenceriana, que se enseñaba en las escuelas y se utilizaba en la correspondencia comercial. Según Debbie Schaefer-Jacobs, conservadora de las colecciones de historia de la educación del Museo Nacional de Historia Americana del Smithsonian, el auge de la industria y la tecnología contribuyó a la difusión de la letra cursiva.
«Se formaba a más gente para los negocios y surgía la enseñanza superior», explica. «La escritura forma parte del plan de estudios en ese momento». Los alumnos aprendían la escritura spenceriana de sus profesores, a través de «libros de copia» llenos de ejemplos y mediante la repetición memorística, de acuerdo con el método educativo de la época. El dominio de la escritura spenceriana significaba la capacidad de conseguir un trabajo fuera de una fábrica y se convirtió en un medio de movilidad social a medida que los inmigrantes recién llegados, los afroamericanos recién emancipados y las mujeres se incorporaban al mundo laboral.
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Otros sistemas de escritura se sucedieron, pero tuvo que ser otro estadounidense, Austin Norman Palmer, quien creara la cursiva tal y como la conocemos hoy. Palmer observó el ritmo acelerado del trabajo de oficina en Estados Unidos e imaginó una forma de escritura spenceriana simplificada que permitiera seguir el ritmo a la nueva clase de oficinistas, secretarias y empleados administrativos. Inventado en la década de 1880 y acogido con entusiasmo por los educadores, el método Palmer fue diseñado para automatizar la escritura manual humana utilizando posturas sentadas, posiciones de las manos y reflejos internos que pudieran producir una escritura rápida de ejecutar casi mecánicamente, muy parecida a la recién desarrollada máquina de escribir.
«Los alumnos que siguen absolutamente el plan del método Palmer nunca dejan de convertirse en buenos calígrafos», declaraba Palmer en un manual de 1901. Haciendo hincapié en el «dominio mecánico absoluto», el Método Palmer especificaba todo, desde la vestimenta adecuada (mangas ligeras que permitieran mover el antebrazo) hasta la mano adecuada con la que escribir (la derecha), advirtiendo a alumnos y profesores por igual que sin un «control absoluto» y un dominio de cada movimiento componente de la cursiva, fracasarían. Con la ayuda de ejercicios, exámenes e incluso concursos de caligrafía, el método Palmer se convirtió en la forma de escritura dominante hasta bien entrado el siglo XX.
Entonces, ¿por qué los estudiantes de hoy en día no pueden leerla? La culpa es de la máquina de escribir y del ordenador personal, que contribuyeron a la muerte de la caligrafía en los negocios. Y, de paso, señala a las normas educativas nacionales, especialmente a las Common Core State Standards, un criterio unificado que detalla lo que los estudiantes de en todo Estados Unidos deben saber en lengua y literatura en inglés y matemáticas al finalizar cada grado escolar. Adoptada en 2009, la iniciativa reunió a 48 estados, dos territorios y el Distrito de Columbia para diseñar un conjunto de normas curriculares aceptadas para la educación K-12, normas que no requieren que la mayoría de los estudiantes de las escuelas públicas estadounidenses aprendan la letra cursiva.
En una entrevista concedida en 2016 a Education Week, Sue Pimentel, una de las principales redactoras de las normas curriculares nacionales para inglés y lengua y literatura, explicó que los expertos curriculares pensaron sobre todo en la tecnología a la hora de establecer la agenda educativa nacional. «Pensamos que cada vez más la comunicación de los alumnos y de los adultos se realiza a través de la tecnología», explicó Pimentel, y añadió que «a veces la escritura cursiva requiere una enorme cantidad de tiempo de instrucción».
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Pero aunque cada vez se comunica más con teclados, hay expertos preocupados por la moderna falta de alfabetización en cursiva. Schaefer-Jacob señala que los historiadores y archiveros recién licenciados no necesariamente leen o escriben en cursiva, y pueden sentirse desconcertados ante documentos de archivo escritos a mano.
«Lo he visto de primera mano como historiadora», afirma; «no pueden descifrar ciertos documentos».
Hay alguna ayuda para quienes se enfrentan a una maraña de escritura confusa. Los farmacéuticos y los médicos están entre los últimos bastiones de los trabajadores modernos de los que se espera que sepan leer y escribir en cursiva, y a menudo reciben cursos especializados para escribir bien a mano (y descifrar los garabatos de otros) durante su formación. Del mismo modo, los historiadores pueden seguir cursos especiales de paleografía para familiarizarse con las antiguas formas de cursiva.
En cualquier caso, estar familiarizado con la cursiva moderna da a los historiadores una ventaja en los archivos, afirma Schaefer-Jacob, y tanto a ella como a otros investigadores les preocupa que el pasado siga siendo inaccesible sin una enseñanza continua de la cursiva en las escuelas.
Los historiadores no son los únicos que abogan por el resurgimiento de la letra cursiva. Terapeutas ocupacionales y psiquiatras afirman que ayuda a desarrollar la coordinación mano-ojo, el desarrollo cognitivo y la motricidad fina, por nombrar sólo algunos aspectos. La enseñanza de la escritura a mano se ha relacionado con el éxito académico y, en una revisión bibliográfica de 2007, los investigadores escribieron que una mala escritura a mano conlleva «consecuencias académicas y psicosociales de gran alcance».
Esas consecuencias han creado en Estados Unidos grupos defensores de la escritura a mano: grupos de interés como la Asociación Nacional de Escritura a Mano, embajadores de la caligrafía en Internet e incluso legisladores. Después de que los estados adoptaran los estándares Common Core, que reducían la enseñanza de la letra cursiva, los legisladores de varios estados respondieron insistiendo en que la letra cursiva es necesaria, y ordenaron la enseñanza de la letra cursiva en sus estados de todos modos. A partir de 2023, 21 estados exigirán que la escritura cursiva se enseñe en la escuela, y este año Michigan ha aprobado una ley que exige el desarrollo de un plan de estudios opcional de escritura cursiva para sus escuelas públicas. Puede que la cursiva esté en peligro, pero desde luego no ha muerto todavía (y si no que se lo pregunten a Gillian Goerz, una artista cuya serie «resolviendo» letras cursivas ha acumulado millones de visitas en TikTok) y, con los nuevos medios y la nueva determinación de preservar sus rizos y letras conectadas, puede que viva para pasar a una nueva página.
Este artículo se publicó originalmente en inglés en nationalgeographic.com.
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