Vuelve tu recuerdo al costado del invierno
vestida la mirada de escarcha y frutos nuevos.
Amanecí —sería ayer— lejos de los siglos,
de los espejos y de los libros,
con una perezosa rutina de horas quietas.
Miraba los cuadros colgados de las paredes,
el mar sonaba como hacía a veces
en la atalaya de tus pies dormidos.
Quise detener el tiempo y no pude;
hordas de lluvia clamaban,
como aventurados caballos por playas
desabrigadas; no pude.
Vuelves con tu recuerdo y sin abrigo
—los pies desnudos—
a la escasa luz blanca de este enero tardío
que abriga, a orillas de las alfombras.
Yo sigo esperando
tras la ternura de los espejos,
donde el mar suena como hacía a veces…
Categoría: Rincón Literario
A tientas
A tientas la vida
de la mano de la muerte,
Una niña bebe agua de un charco,
nieva sangre sobre sus ojos.
La tierra se descompone
entre el lodo y el odio
porque hay dioses menores
con alas de hierro
asestando golpes de luz
por los parques vacíos.
¿También los dioses derrotados
sentirán miedo a la hora de morir?
—me pregunta—
¡Qué triste sentir misericordia
mirando a una niña a los ojos!
Sonrío, llorando en silencio…
Confío en que veamos cruzar los ríos y los mares del mundo a los dioses menores derrotados
con sus lóbregas sombras, alargadas, contemplando cabizbajos su propia nada.
Texto inspirado en el libro Los dioses derrotados de Pedro J. De la Peña
El jardín era sombra
Fotografía de mi amada prima Elena Gurruchaga Beristain,
fallecida el pasado día 7 de marzo – D.E.P.
Yo recuerdo tus ojos
cuando hablabas del aire,
porque el cielo venteaba en tus pupilas.
Yo recuerdo tus manos —hace frío—
arropándome al lecho como trozos
de hielo enamorado.
La luz era contigo
más clara,
la alegría en tu boca era tu boca,
y el jardín era sombra porque cuando decías
jugad en el jardín
nos cubrías de un tenue perfume de enramada.
Autor: Jose Agustín Goytisolo
El Buen Aire
«A nadie no digas
que ya no me buscas,
si a mí me preguntan
diré que vendrás.»
Pulsar sobre la flecha para escuchar la música.
Tango
Presentimiento.
Hay distancias que acercan,
y miradas a media luz;
pasión enmascarada.
Arrogante y seductor
me abrazas, jugando a ganador.
Juego contigo.
Tu cuerpo me acerca a tu boca
que, sin tocarme, me besa.
Te evito.
Un presagio arrabalero
me envuelve a golpe de giro.
¡Duele!
La milonga, insurgente,
me arrima a tu pulso;
vuelo de bandoneón
tu vientre vencido.
Remordimiento.
Torbellino delirante de amor.
¡Maldición!
Perpetua condena al reproche.
Caricia del Buen Aire.
No sé cómo curarme de ti
y seguir mi camino…
Música: Tango Santa María – Gotan Proyect
@mjberistain
Insomnios
Publicado inicialmente en 2016, actualizo esta entrada a propósito de la Exposición de Soledad Sevilla en San Sebastián
Sala Kubo, hasta final del mes de mayo.
Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, por el mar, las naves.
En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves.
Saber que duermes tú, cierta, segura
—cauce fiel de abandono, línea pura—
tan cerca de mis brazos maniatados.
Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño.
Autor: Gerardo Diego
Pincha sobre este enlace para ver obra de Soledad Sevilla
¿De qué manera?
Desde muy joven mantengo una relación de amistad con la torpeza y el error. Como dice Irene Vallejo en uno de sus textos publicado en El País, quizá por esa sabiduría que enseñan las cicatrices.
Ella se refiere a la adolescencia, pero yo hace tiempo que pasé de ella. Reconozco que, en algunas ocasiones, me horroriza equivocarme y defraudar, porque escuché en mi infancia la frase fatídica que hirió mi autoestima para siempre: Si no tienes nada importante que decir; cállate. He madurado silenciando mis preguntas cuando he pensado que debería de saber las respuestas; he ralentizado mis pasos por miedo a un posible tropiezo; he cerrado puertas a mi espontaneidad ante el miedo al desacierto.
Me doy cuenta de que no soy la única persona que sufre de remordimiento y ansiedad. Irene, sabiamente, supongo que para aliviar algún alma abatida que pudiera existir por esta circunstancia, recuerda hechos que ocurrieron antes del siglo V antes de Cristo. Leo con interés la fórmula para protegerme de alguna manera.
Habla de Anne Carson, nacida en Toronto, en 1950, escritora, poeta, ensayista, traductora y profesora de literatura clásica y comparada en la Universidad de Michigan. Está considerada por la crítica literaria como la poeta viva más importante de las letras anglosajonas. En 2020 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras.
Mucha gente, incluyendo a Aristóteles, opina que el error es un suceso mental interesante y valioso. No es solo que las cosas no son lo que parecen, y de ahí que nos confundamos; además la equivocación es en sí valiosa.
Nuestras estupideces tienen el mérito de zarandear el entramado de inercias y tópicos que nos fabricamos para avanzar cómodos y monótonos por la vida. Hay una belleza veterana y aguerrida en el hecho de reconocer las sandeces propias sin drama, disimulo ni autoflagelación.
Como decía al principio de este pequeño comentario; estoy familiarizada con el miedo a la torpeza y el error, aunque me falta ese punto de heroicidad para lidiar con el ridículo; imaginación para convertir mi torpeza o error en una obra de arte, utilizar el humor como consuelo y a través de él reivindicar esa risa humilde pero no humillante. Y, en definitiva, aprender a salir airosa afirmando mi propia dignidad tambaleante.
Mi agradecimiento a Irene por compartir la gran calidad de su escritura.
Acuarela doble
Desearás recordar conmigo el viaje por el valle,
el camino recorrido de los hoteles a la ruina,
el tiempo derramado, los tiempos en el muro
y en el escueto paisaje de los cuadros.
Porque has regresado a la casa de entonces
por una calle de templos y museos:
apenas un rostro en un cristal, un árbol en el parque
y una nueva destreza que las manos confirman.
No soy un sueño ni un ruido en la noche,
ni una dama dormida que abraza al enemigo.
Soy una tenue sombra, un día inesperado.
Y tú, otra sombra impaciente sobre el muro,
un hombre recreando una carta de amor sin más empeño
que el de evocar una lección de geografía.
Recreación de un poema de C. Pérez Uralde
¿Quién mató al mar de aral?
Ayer asistí a una Tertulia Poética. Cada día me sorprende la vida con nuevos datos que quizá debería de re-conocer y ocurre que no. Es cierto que la región del globo terráqueo a la que se refiere el prólogo del libro de Miguel Angel Yusta «Postludio» escrito por Valentín Martín está lejos de mis destinos preferidos, por lo que la información relacionada no entra en los algoritmos que baraja internet para tenerme actualizada. Así es que debo de aceptar mi desconocimiento y dedicarme a documentarme a propósito, lo que me permite un mayor disfrute del contenido del libro que tengo entre manos.
Dice en el prólogo Valentín Martín: «El autor del libro entra en los tiempos con los ojos abiertos y vivos, dejando un rastro de corresponsal de la guerra que vivió, de la paz que vivió, de los soles y sombras que vivió, sin saber muy bien si está entre los vencedores o los vencidos.«
Hay un mar que se muere
Metáfora del hombre que destruye,
enajenado, el mundo.
Aral, antaño hermoso,
lleno de vida, barcos y alegría,
hoy símbolo de muerte y destrucción.
Ni por treinta monedas tan siquiera.
El hombre se ha vendido
solo por baratijas y espejismos
y navega cegado hacia la Estigia
…
Los pájaros vigilan en la noche
insomnes sobre horas desmayadas.
mientras, en el olvido,
yacen cansados gritos de ceniza.
El tiempo se disfraza de fantasma
junto a los cuerpos y las almas rotas
liberados al fin de servidumbres.
Diluido el dolor, la soledad es cierta.
…
Agotar el secreto de las horas
con el bello Cuarteto de Beethoven,
cuando la vibración de los sonidos
estremece el silencio.
Contemplar en penumbra
la liquida mirada de unos ojos,
inmenso mar de notas enlazadas
donde navega el fuego.
Regresar al contacto
de huellas y certeza
con manos que dibujan cadencias y deseos
mientras, sobre el compás, muere la tarde.
…
No me canso de ti ni del sonido
que forman las palabras
con que tejes mis sueños.
Es como caminar por una estela
donde sembraste lunas
en tardes apacibles de silencio y miradas.
«el poeta, en fin, deja que de su herida en el costado crezcan árboles
con suave gorjeo en las alturas de los sueños…«
Tertulia Poética en FNAC organizada por TRANSVERSORES.
Ponentes Miguel Ángel Yusta, Amparo Baró y Eugenio Mateo
Antes de que sea tarde
Instantes que pueden traicionarnos,
un viaje al sol
la lucha entre el bien y el mal
Toma mi lugar en la confrontación
observaré con mirada piadosa
y, humilde, pediré perdón
Un ruego más allá de ti y de mi
Corazón y alma, uno arderá
Un abismo que permaneció tras la creación
Cimientos que permanecieron tras todas las eras
ahora desgarrados en sus raíces
Más allá de todo este bien está el terror
el apretón de manos de un mercenario
Cuando la violencia vuelve por una buena razón
Es inútil regresar a la última posición
Corazón y alma, uno arderá
Buena existencia, ¿qué importa?
Yo existo en los mejores términos que puedo
El pasado es ahora parte de mi futuro
El presente, inalcanzable
Corazón y alma, uno arderá
Autor: Ian Curtis
Aldebarán*
Esta noche he visto brillar a Aldebarán
al noroeste de mis sueños.
Que no se vayan las palabras
hoy te lo digo, que no se pierdan
desorientadas en el ruido de los océanos.
Que las verdades hace mucho tiempo
andaban confundidas en la oscuridad
entre tantas letras sin destino.
Dónde estaba la senda de los pájaros ¿recuerdas?
dónde el canto del colibrí que giraba
en torno a nuestra casa, ¿a dónde se fueron todos?
¿Dónde se escondieron la palabra abrazo, boca,
ojos, manos, dónde deseo, dónde alegría
entre tantas letras sin destino?
Un dia las palabras y las estrellas
nos dejarán. Es verdad. Partirán con sus cuentos
y su luz hacia constelaciones nuevas.
Pero te digo que, esta noche de frío de final de enero,
he visto brillar a Aldebarán al noroeste de mis sueños.
(*) Aldebarán: La estrella más brillante de la constelación de Tauro
Fotografía tomada del blog elojoenelcielo.blogspot.com
Basado en un poema del blog labancarrotadelcirco.wordpress.com
Alquézar (Paisajes ocultos)

Fantasmas perdidos en un sueño que dejó de soñarse no se sabe ya cuándo… El destino tal vez consista en eso: ser una sombra más de un retrato de grupo, en el que nadie sepa qué estamos mirando, ni por qué mantenemos esa sonrisa tonta.

Me acerqué al rio con un violento deseo, sus orillas abrazaron mi cuerpo y, sin más tiempo para pedir ayuda, me fui al fondo de la noche.

Es extraño. Si trato de recordar el fuego de las noches sagradas, un verano violento —como cualquier verano—, con su luna de sangre y crepitar de brasas, recuerdo esa violencia y la felicidad, recuerdo el fuego, pero aquí no está el fuego, aunque yo sé que ardía en esas noches…

En el amor no había nada distinto al resto de las cosas, pero sí era distinto ese juego violento al que apostar la vida, y que a veces movía las estrellas, la luz de la conciencia, y al que hoy sigo jugando, y en él me va la vida.

Ya se durmió la sangre vida arriba. Soledad de futuro, sin futuro. Ya tus palabras hablan de ti de aquello que soñabas, y en el más allá de ti sueñan contigo.

Hay un lugar en medio de la Luz donde se reconstruyen las ruinas de este mundo. Y un acorde que logra convertir las edades y las sangres vertidas en un preciso artefacto melodioso. Hay un número en donde está reunido lo disperso, y una llave que cierra las puertas tenebrosas. Existe una moneda suficiente para el pago de todos nuestros sueños. Una flor de metal que vive para siempre, y un verso que arrastra la esperanza al primer día.
Textos Carlos Marzal (extractos)
Principios
Sinceramente, no entiendo por qué últimamente no soporto ver películas de «violencia». Sin embargo, mi elección se decanta hacia documentales de Historia.
Hace seis años ya me documenté seriamente sobre la historia de la Segunda Guerra Mundial en los países del Norte a propósito de un viaje que hice a Suecia y Noruega. De ello salieron algunos capítulos de lo que quiso ser una novela corta que está «en barbecho».
Con esto de la inflación y la que nos espera, y tal y como está el mundo de revuelto, he decidido cambiar hacia el «minimalismo» en todos los detalles de mi vida. Así que uno de los recortes que he hecho ha sido ajustar la programación de televisión a mis necesidades reales. Paso muchas horas frente al ordenador porque lo que tengo entre manos me apasiona. Leo y escribo mientras me acompaña una leve música de fondo. Y edito mis fotografías que, incluso algunas veces, alumbran los temas de mi blog. Y solo cuando estoy al borde del agotamiento y mis neuronas no me siguen, enciendo el aparato y busco documentales que me interesan y, por supuesto, las noticias (por mucho que me hacen sufrir).
He empezado diciendo que no quiero ver películas de violencia.
Quizá no deberías de creerme, querido diario, porque tengo una rara debilidad por la Historia de la Segunda Guerra Mundial. Todas las guerras me conmueven, todavía la de Rusia y Ucrania. Actualmente, estoy sensibilizada por la revolución que se está produciendo en Irán a propósito de los derechos de la mujer. Bueno, no exclusivamente por los de la mujer, sino por los «derechos humanos». Sé que este tema arde en todo el mundo, que entiendo que no es exclusivo de Irán, aunque en este momento sea el foco de atención en los «medios». Me sirve para mostrar mi oposición a todo tipo de violencia «venga de donde venga».
Coincide que un amigo me mandó ayer unas fotografías desde Irán. Cae en mis manos el informe de María Ángeles López de Celis, publicado en Zenda. Y, como llevo unos días con este tema en la cabeza, decido recogerlo entre mis cosas y compartirlo por si a alguien más le interesa.
Extraigo algunas líneas del informe de María Ángeles López de Celis en la publicación de Zenda.
Hablamos de un pueblo hospitalario y generoso, sin paliativos, que ha sufrido y sufre las derivadas de una falta de libertad que dura generaciones. Que no son árabes, sino persas, repiten una y otra vez, ante la ignorancia del resto del mundo, para los que todo el que es musulmán y está en Oriente Medio es árabe. Hablan farsi, no árabe, son cultos y bien parecidos, sobre todo las mujeres, para las que vestirse cada día es un ritual repleto de códigos y limitaciones, comprobado por cualquier mujer, venga de donde venga, apenas pise tierra iraní. Aman su comida y, más aún, a sus poetas: son su mayor patrimonio, su orgullo, su legado… y desean compartirlo.
Es preciso señalar que Irán no es cualquier país, es una potencia de noventa millones de habitantes que posee una de las más grandes reservas de petróleo y gas natural del mundo. Tiene una clase media muy potente, aunque hoy vive empobrecida y agobiada. La juventud ha tenido siempre la oportunidad de ir a la universidad y vivir con cierta estabilidad, a diferencia de sus vecinos del Medio Oriente, Irak o Afganistán. Aunque la mayoría nunca ha respirado libertad, no avalarían bajo ningún concepto una intervención internacional, ni un cambio de régimen que llevara al país a una guerra civil. Debido a que el régimen iraní es la clave del equilibrio geopolítico en esa zona del mundo, su gobierno no desea guerras ni desestabilizaciones, y por eso es un enemigo acérrimo de Al Qaeda, y del Estado Islámico. Si el régimen iraní cayera en este momento, la onda expansiva se llevaría por delante la estabilidad de la región y del mercado global de hidrocarburos.
Asimismo, es preciso poner en valor la osadía y el coraje de las mujeres iraníes, que han demostrado desde hace mucho tiempo que son capaces de enfrentarse al conservadurismo del régimen. En 2009, cuando tuvo lugar la «Revolución Verde», fueron las mujeres las principales protagonistas.
¡No al velo, sí a la libertad y a la igualdad!, gritan las activistas en Teherán.
Desde 1979, Irán vive bajo un régimen clerical. El líder de la Revolución Islámica, el ayatolá Jomeini, dio paso a un sistema político en el que los clérigos y el ejército tienen primacía, aunque se celebran elecciones, como es de imaginar, en un ámbito tan restrictivo como manipulado. Las mujeres, en este marco, quedan bajo la tutela de los hombres y, aunque han ido muy poco a poco conquistando parcelas de libertad, siguen estando bajo un yugo muy represivo.
Por otra parte, estar ante las ruinas de Persépolis, la plaza mayor de Isfahan o la Mezquita del Viernes, es quedarse maravillado, aunque más impactante será el recuerdo que quedará de este pueblo culto y acogedor, para el que sus visitantes somos sus más importantes valedores y los embajadores que contarán al mundo la realidad de Irán, en la seguridad de que, descubriendo rincones remotos y culturas diferentes, eliminaremos la frontera más peligrosa: la que nosotros mismos construimos.
La belleza natural del país.
Incluyo algunas imágenes de internet que han llamado mi atención.





Ver el informe completo en: Las mujeres iraníes
Leonard Cohen (1934-2016)
Extracto de la Biografía sobre Leonard Cohen, escrita por Alberto Manzano.
El poeta escucha a su corazón como a una novia que debe conquistar el mundo. Pero la novia ya ama al mundo. El poeta debe convertirse en héroe. Debe perder la mente y desarrollar alas. El poeta camina sobre un filo fronterizo intentando transportar a gente real hasta el mundo del arte. El poeta quiere que sanes con él. Quiere que mueras con él. Quiere arrastrarte. Hay Belleza en la Muerte. Las cuchilladas son caricias de seda. Los pétalos encontrarán raíces en las heridas por las que sangres. La gloriosa muerte que conduce a la santidad. El poeta trepando por el brillante reflejo de la escalera tambaleante que cedió bajo sus pies, sus botas partiendo los peldaños con el estruendo de una ametralladora. El poeta surcando cielos en una nave de alas mutiladas. El poeta escudriñando cielos desde su ávido telescopio. Esperando cada noche desde su ventana. La oscuridad cantando. Las estrellas sujetas con alambres. La luna colgando húmeda como un ojo medio arrancado. Un grito rebelde clama tomar el cielo a sangre y fuego. Apetito imperial. Náusea y Miedo. La Gracia caduca. El vehículo de la ignorancia. ¡Oh, envía al cuervo antes que la paloma! Pero el poeta no pudo curarse. El poeta no pudo morir. El poeta no es más que un poeta. Pertenece al mundo. El poeta secular y mundano avanza por este espectral «valle de lágrimas» con las únicas armas de sus melopeas y su elegante luto, guiado por la marca de nacimiento en su piel. ¡Oh Dios Extranjero que reinas en la gloria terrenal, rodéame de algún poder, debo conquistar Babilonia y Nueva York! El poeta confirmado como la semilla de nuestra nueva sociedad. El poeta ha sido enviado para unificar nuestras más graves preocupaciones espirituales y físicas: «Entiendo las lealtades que insisten en quemar a un niño, asesinar a un presidente o tatuar números en la muñeca de una mujer. Los campos de concentración son vastos e inimaginables, y vuestra libertad está podrida». He aquí una nueva libertad que invita, como mínimo, a un nuevo modelo de determinismo. Un fiero ataque a todos los modos irracionales y psicológicos de represión. Un desafío a los comandantes del orden y el hastío que exige la conquista de un mundo inexistente —porque el mundo ya ha sido destruido— el poeta dirigiendo a sus románticas huestes, un puñado de héroes solitarios, harapientos, vestidos para matar. El poeta intenta traducir al uso común las más altas órdenes de la energía pura, sin negar su propia inclinación a obedecer. Margaritas, palomas, ángeles, colibrís, rosas y corazones. Propaganda religiosa, paisaje. Catálogo, horizonte. Oro marfil carne Dios sangre luna. Una biblia para golpearte hasta la cruz. El criminal hereda a su víctima. La añoranza de un hombre como Cristo. La vieja arma disfrazada de caridad. Jesús con los leprosos. San Francisco de Asís con los pájaros. La ambición disfrazada de oración. Sois, y el poeta está con los pecadores, las prostitutas, los criminales, los marginados. El más blanco loto floreciendo en el lodo más negro. Roshi tocando la campanilla. Rumi girando alrededor del sol. ¿Y Henry Miller? ¿Siempre tienes que acabar subiéndote encima de una mujer para hablar de teología? Gloria y Gloria a ella, que da luz a Dios, que se inclina sobre la inmensa herida del mundo. Excentricidad y corriente fundamental. Disciplina y Masturbación. El poeta doblado por la forma del Amor. Un jorobado bajo su colina de oro. ¿Cuándo colaboraremos de nuevo, hombres y mujeres, para establecer la medida de nuestras poderosas y diferentes energías? ¿Cuándo volveremos a hablar sinceramente sobre nuestros dementes y homicidas apetitos? Esclavos tocándose. Sus cuerpos sagrados. La carne es una llaga. El dolor no tiene nombre. Crines galopantes. Rápidos como perros. El espíritu humillado. Soy para ti que no vendrás, tu eterno e imperfecto amante espiritual, buceando otros muslos, chupando los pezones de la luna de otra galaxia. Las migajas del amor y los barrios bajos del amor. Soy para ti que no vendrás con correas de tiempo atadas a tu carne. El pelícano con el pecho atravesado. Un grito que detiene al mundo. El corazón: un reloj con péndulo de genitales. Grave decisión ser santo, con el pensamiento puesto en coños, sólo en coños, corazón dinero talento arte sintonizados íntegramente en el coño, ahí es adonde te diriges, un bellísimo espectáculo, un hombre que sabe adónde va. Voy a decirte una cosa, aunque me caiga de narices. Yo inventé la escritura del cielo. Lo hice porque me enamoré de ti, y no tengo miedo a perderte.
Biografía de Biografías y Vidas
Por quién doblan las campanas
Del Blog Profesor Jonk
Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un
pedazo del continente, una parte de la tierra; si el mar se
lleva una porción de tierra, toda Europa queda disminuida,
como si fuera un promontorio, o la casa de uno de tus amigos,
o la tuya propia; la muerte de cualquier hombre me disminuye,
porque estoy ligado a la humanidad; y, por consiguiente,
nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas;
doblan por ti.
John Donne (1572-1631)
“Por quién doblan las campanas” es la novela de Hemingway sobre la guerra civil española. En el mes de abril de 1937 la República lanza un ataque fallido sobre las posiciones enemigas de La Granja y Segovia, en plena sierra de Guadarrama, vertientes de Madrid y Segovia.
Desde el Puerto de Navacerrada, controlado por la República, hasta La Granja, en manos de los franquistas, se extiende una extensa tierra de nadie. Un grupo de guerrilleros dirigidos por el dinamitero norteamericano Robert Jordan, desde una cueva junto a Siete Picos, planea volar el Puente sobre el río Eresma para truncar el avance de los nacionales.
El capítulo 27 de la novela recoge la anónima, tantas veces repetida, historia de un día en la vida, en la muerte, de cinco guerrilleros republicanos que tomaron una colina en la sierra de Guadarrama. Este capítulo sirvió de inspiración a la banda Metallica para su mítico tema del mismo nombre que la novela.
For Whom The Bell Tolls es la tercera canción del segundo álbum de estudio de Metallica, Ride the Lightning; la introducción del tema fue realizada por Cliff Burton, con bajo eléctrico y distorsión que le hacen parecer una guitarra, y para el sonido de la campana se utilizó un yunque. En las versiones en directo de la canción, la banda suele comenzar con un solo de bajo en memoria de Burton, que falleció con solo 24 años en un fatal accidente que tuvo el autobús de la banda en el trayecto de Estocolmo a Copenhague, camino de su próximo concierto, programado para el 27 de septiembre de 1986.
Make his fight on the hills in the early day/ Libraron su guerra sobre las colinas desde el amanecer
Constant chill deep inside/ con una ansiedad crónica en lo más profundo de su interior
Shouting gun on they run through the endless gray/ mientras gritan las armas ellos corren a través de una grisura interminable
On they fight for their right, yes, but who’s to say? ellos luchan por su verdad, sí, pero a quien cabe decírselo
Sierra de Guadarrama. Una colina. Cerca de Segovia. Cerca de La Granja. Hace frío. Aún hay restos de nieve. Hay que llegar a la cresta de la colina. Cinco hombres. Cinco milicianos. Tres están heridos. El más joven solo tiene dieciocho años. Espolean al único caballo. Sí, es la Guerra Civil Española. Ni la mejor ni la peor. Una guerra. Otra más. Tan justificada, tan digna, tan estúpida, tan cruel, tan absurda como cualquier otra.
For a hill, men would kill, why? They do not know / Por una colina, el hombre es capaz de matar, el por qué, ellos no lo saben
Wounds test their pride / las heridas ponen a prueba su orgullo
Men of five, still alive through the raging glow/ los cinco hombres aún vivos entre un resplandor furioso
Gone insane from the pain and they surely know/ el dolor les enloquece y seguramente son conscientes de ello
Galopa el caballo. La muerte no tiene ideología. No tiene compañeros, no tiene camaradas. Jadea el caballo. Ya llegan a la colina. Una colina fea y enferma, como un absceso. El pus somos los humanos. Hay que encajonarse entre dos rocas. Colocar y mimar las ametralladoras. La muerte exige una disciplina y una estética. El caballo está exhausto. El caballo está herido. Una bala para el caballo. Una bala quirúrgica, tierna. Ya está, ya pasó. Gracias por todo compañero. Un último servicio como parapeto. El espinazo para apoyar el cañón mirando al horizonte, al enemigo que no se ve pero que aguarda. La muerte y lo muerto nos hará valernos para matar y morir.
For whom the bell tolls / por quién doblan las campanas
Time marches on/ el tiempo continua su marcha
For whom the bell tolls/ por quién doblan las campanas
Resistir y fortificar es vencer dice el slogan. La Pasionaria dice que es mejor morir de pie que vivir de rodillas. No estamos de rodillas. Estamos de barriga. Ninguno verá ponerse el sol esta tarde. Ellos son ciento cincuenta. Solo queda llevarse a algunos de compañeros de viaje. Porque ellos son valientes, pero también estúpidos. Siempre hay alguno que no tiene paciencia. Paradójicamente disponer de un armamento tan moderno, te da una confianza que te vuelve loco.
Take a look to the sky just before you die/ echa un vistazo al cielo justo antes de morir
It is the last time he will / por última vez
Blackened roar, massive roar fills the crumbling sky / un estertor negro, un estertor pleno envuelve un cielo que se derrumba
Shattered goal fills his soul with a ruthless cry / el objetivo fallido engulle su espíritu con un grito implacable
Hace un cielo de comienzos de verano. El Sordo, el cabecilla, está seguro de que es la última vez que lo ve. No siente miedo de morir, pero le irrita hacerlos en una colina que no tiene más objeto que ser un lugar para morir. Se tenga miedo o no, es difícil aceptar el propio fin. El Sordo lo acepta; pero no encuentra alivio en la aceptación. Si es preciso morir, y lo va a ser, se puede morir, y aunque no tiene importancia no gusta nada: Morir no tenía importancia ni se hacía de la muerte ninguna idea aterradora. Pero vivir era un campo de trigo balanceándose a impulsos del viento en el flanco de una colina. Vivir era un halcón en el cielo. Vivir era un botijo entre el polvo del grano segado y la paja que vuela. Vivir era un caballo entre las piernas y una carabina al hombro, y una colina, y un valle, y un arroyo bordeado de árboles, y el otro lado del valle con otras colinas a lo lejos.
La adaptación cinematográfica (1942) fue estrenada
en 1978 en España y en versión íntegra en 1998, tuvo
9 nominaciones al Oscar. El rodaje duró 24 semanas
(de julio a octubre de 1942). Las primeras 12 en Sonora
Pass, Sierra Nevada. Las últimas 12 en California. La carga
ideológica de la novela se edulcora en la película por las
presiones franquistas y de una conservadora administración
norteamericana, que recordemos que en esos momentos
es aliada de Stalin, a la que no le interesa reflejar las atrocidades
del bando republicano, lo que acaba convirtiendo el film en
una entretenida peli de amor y aventuras.
Stranger now are his eyes to this mystery / Ahora son sus ojos extraños a este misterio
He hears the silence so loud / el silencio le resulta atronador
Crack of dawn, all is gone except the will to be / una grieta en el amanecer, todo ha desparecido excepto el deseo de ser
Now they see what will be blinded eyes to see / ahora solo ven que solo hay ojos ciegos para ver.
Cuando uno está cercado no puede esperar más que la muerte. No queda más que llevarse a alguien por el camino. Triste y nervioso consuelo. Pero con algo hay que matar el tiempo. Los últimos tragos de vino y provocar al enemigo para que alguna pieza muerda el cebo. Que parezca que estamos muertos. La impaciencia es una enfermedad con una altísima cuota de mortalidad. No hay nada que angustie más al enemigo a punto de vencer que aguardar sitiando a hombres que cree que ya están muertos. Siempre le toca a alguno asomar la cabeza para ver si queda algún enemigo vivo. Y siempre tiene que haber una cabeza de turco.
For whom the bell tolls / por quién doblan las campanas
Time marches on/ el tiempo continua su marcha
For whom the bell tolls/ por quién doblan las campanas
Siempre se busca un voluntario: —Tengo miedo, mi capitán –respondió con dignidad el soldado. Y comienzan las blasfemias y el baile hasta que un imprudente da el paso al frente. Y ahí es donde aguarda la presa herida que por última vez se siente cazador: Mira qué animal. Mírale cómo avanza. Ese es para mí. A ése me lo llevo yo por delante. Ese que se acerca va a hacer el mismo viaje que yo. Vamos, ven, camarada viajero.
La impaciencia te ha matado. Luego llegan los aviones y la colina queda desolada. No queda nadie vivo en la cima, ni El Sordo (que ya ha emprendido el viaje con su última presa), ni Ignacio, ni nadie… salvo el muchacho, Joaquín, desvanecido con cara de no haber entendido nada, con la ceniza del miedo en los ojos. Un viejo soldado franquista le ve y le remata, rápido, sin aspavientos, casi con la misma ternura animal con la que el Sordo mató a su caballo. «Qué cosa más mala es la guerra», se dice mientras de santigua y baja la cuesta rezando cinco padrenuestros y cinco avemarías por el descanso del alma de su camarada muerto. El impaciente. Ese al que no soportaba.
Nunca pienses que una guerra… no es un crimen – Ernest Hemingway
Ver original en el Blog de Profesor Jonk
Bienvenidos al Virtuceno
Prometo que solo quise enterarme del significado de la palabra «VIRTUCENO» que era la primera vez que la encontraba. Me topé con este artículo que guardo aquí entre mis cosas, porque no voy a saber explicarlo con la misma claridad. Y eso que me está poniendo los pelos de punta. Si, ya sé que diréis que qué demonios me importa a mí que ya no estaré para vivirlo. Pero es cierto que nuestra propia vida ya se va viendo afectada por cambios radicales y temor a desastres incalculables. Se asfixia nuestro planeta, o nuestro mundo, gracias a nuestra intervención de unos pocos siglos.
Ahí lo dejo, por si os interesa leerlo.
La pandemia de la Covid-19 acelera el cambio de época como un hito de final de un período e inicio de otro, del mismo modo que el Antropoceno ha sido la era del homo sapiens
Los últimos grandes cambios, los nuevos fenómenos universales y decisivos son tan recientes que todavía no tienen nombre. El autor de este artículo, un experto en Educación, Innovación y Prospectiva, un pensador, estudioso e investigador del cambio, y un hombre sabio, ha acuñado un término feliz para designar esta nueva era que parece estar empezando ahora para la Humanidad, el Virtuceno. En este esclarecedor trabajo, que muestra la hondura y el alcance de su pensamiento, nos da las claves de este nuevo mundo que ya está aquí, y que el lector podrá identificar sin esfuerzo.
Acabamos de inaugurar una nueva era: el Virtuceno. Un acontecimiento acelerado por la irrupción del coronavirus. Las eras geológicas y climáticas tardaron miles de millones de años en modificar la faz de la Tierra; la irrupción del ser humano, en una ínfima fracción de tiempo, ha producido cambios extraordinarios a escala planetaria. En los últimos 13.000 años (Holoceno), ha alterado los ecosistemas y la fisonomía de la superficie terrestre. Desde el siglo XVIII, el impacto ha sido brutal, hasta el punto de dejar ya una huella indeleble en sus capas (estratigrafía) y acuñarse el término Antropoceno para este exiguo período. Sin embargo, el cambio más radical es el que se está produciendo en las últimas décadas del siglo XX y principios del XXI, caracterizado por la virtualidad y la creación de realidades inmateriales a partir de ceros y unos. Es el Virtuceno.
EN LAS ÚLTIMAS DÉCADAS DEL ANTROPOCENO EMPEZÓ OTRO GRAN FENÓMENO CIVILIZATORIO SIN PRECEDENTES. EL SALTO, DESDE LA CREACIÓN DE REALIDADES FÍSICAS DEL SAPIENS, A LA PRODUCCIÓN MASIVA DE REALIDADES Y MUNDOS INMATERIALES, UNA CLARA DERIVA HACIA LA DESMATERIALIZACIÓN DE SUS CREACIONES.
El deseo irrefrenable del Sapiens por habitar mundos imaginarios e inventar realidades que no existen nos traslada al Virtuceno, un universo de espacio sin lugares físicos, donde construimos nuestras identidades, trabajamos, aprendemos, jugamos, viajamos, creamos, tejemos relaciones y nos emparejamos. Una deriva que puede frenar la destrucción del planeta iniciada en el Antropoceno, y evitar así la crisis ecológica.
IMPACTO SOBRE LA TIERRA
La Tierra tiene 4.500 millones de años, la mayor parte de ellos correspondientes a la era Arcaica. Si nos remontamos a tiempos más “recientes”, en los últimos 540 millones de años aparece ya la historia de la vida compleja en el planeta, desde el Paleozoico (era de los peces), Mesozoico (era de los reptiles) y Cenozoico (era de los mamíferos).
En la última fracción del Cenozoico, que representa los últimos 2,5 millones de años (Cuaternario), es cuando aparecemos nosotros, los humanos, aunque el periodo de hominización se iniciara unos millones de años atrás.

El Holoceno comienza hace unos 13.700, un período dominado por Sapiens y caracterizado por el desarrollo de la agricultura y la civilización (nacimiento de las ciudades, construcción de edificios, obras de ingeniería, transformación de los ecosistemas naturales, etc.).
Las últimas centurias del Holoceno están marcadas por la irrupción de la Revolución Industrial en el siglo XVIII, produciendo un impacto tremendo sobre la superficie del planeta: extracción masiva de recursos naturales, modificación de cauces naturales, crecimiento de las ciudades, extinción de especies, desaparición de ecosistemas, calentamiento global, etc. Unos acontecimientos que llevan a Paul Crutzen a referirse a esta nueva era geológica como Antropoceno.
ESTE NUEVO UNIVERSO COMPLEJO, EN LUGAR DE CONSTRUIRSE CON ACERO Y HORMIGÓN, SE HACE CON CEROS Y UNOS.
Pero es en las últimas décadas del Antropoceno cuando empieza a producirse otro gran fenómeno civilizatorio sin precedentes, caracterizado por el salto de Sapiens, como creador de realidades físicas, a la producción masiva de realidades y mundos inmateriales, una clara deriva hacia la desmaterialización de sus creaciones. Todo un universo complejo que, en lugar de construirse con acero y hormigón, se hace con ceros y unos. A esta nueva era la denomino Virtuceno, y aunque algunos de sus rasgos definitorios ya son visibles, aún está por ver el impacto que dejará en el planeta y su estratigrafía.
LOS NUEVOS RASGOS DEL VIRTUCENO
Esta nueva era que llamamos Virtuceno tiene unos rasgos propios que la caracterizan:
– Materias primas inmateriales basadas en los datos, que sustituyen en importancia a otras como el carbón o el petróleo.
– Deslocalización de la producción, pasando de los grandes complejos fabriles a la producción personalizada y la fabricación del producto allí donde se consume (fabricación aditiva).
– Evolución hacia la producción personalizada.
– Digitalización y robotización total de la producción.
– Evolución de la dualidad productor y consumidor a la figura del prosumidor (productor + consumidor).
– Creación de espacios sin lugares.
– Trabajo sin presencia física.
– Aprendizaje sin espacios.
– Experiencias sensoriales inmersivas y virtuales como réplica de todas las actividades humanas.
– Relaciones humanas no físicas.
– Conectividad total entre humanos, humanos y máquinas, humanos y objetos, y en el futuro entre humanos y mundo animal.
– Ubicuidad.
– Identidad virtual de los individuos.
– Propensión al consumo de experiencias antes que de productos o servicios.
– Especialización inteligente.
– Avance de la economía circular (reutilización de productos y utilización de los residuos como materias primas).
CINCO CLAVES QUE MARCAN LA LLEGADA DEL VIRTUCENO
1.- Evolucionamos desde Homo sapiens a Homo cuanticus.
2.- El futuro ya ha llegado y no nos hemos dado cuenta.
3.- Vamos a la desmaterialización de nuestros cuerpos.
4.- La mayor parte de la humanidad trabajará en la Cuarta dimensión.
5.- Evolucionamos a un mundo de gigantes tecnológicos y consumidores zombies.
SALTO EVOLUTIVO
El Virtuceno marca un hito en la deriva imparable iniciada por Sapiens, un salto en el proceso evolutivo de la especie, con implicaciones para el planeta con la suficiente jerarquía para definir una nueva era, que, además de cambiar la fisonomía de las cosas, también está cambiando su forma física, evolucionando hacia la hibridación ser humano/máquina, donde Sapiens cada día está agregando nuevas prótesis a su cuerpo hasta hacerlo irreconocible, e incluso afanándose fascinado por el deseo de trasladar su mente a un software y, de esta manera, abandonar definitivamente su identidad de primate.

La deriva del Antropoceno ha puesto en riesgo el planeta. Aún está por ver el impacto del Virtuceno: ¿Será el punto de inflexión que evite la crisis ecológica? ¿Al convertir una parte importante de nuestras vidas en digitales, seremos capaces de frenar la destrucción y el consumo de recursos finitos? ¿Será la época que marque el fin de una vida predadora y el inicio de un consumo sostenible? Son todavía interrogantes por resolver.
La crisis del coronavirus de 2020 representa un hito importante en este proceso, un acelerador histórico que ayuda a precipitar los acontecimientos que definen el Virtuceno, al someternos a un “simulacro global y forzado”, del que vamos a aprender y sacar conclusiones para iniciar una nueva andadura como especie.
LA CRISIS DEL CORONAVIRUS DE 2020 NOS SOMETE A UN “SIMULACRO GLOBAL Y FORZADO”, DEL QUE VAMOS A APRENDER Y SACAR CONCLUSIONES PARA INICIAR UNA NUEVA ANDADURA COMO ESPECIE.
El estilo de vida predador practicado por 7.700 millones de personas sobre el planeta nos obliga a crear réplicas virtuales del mundo físico en todas las facetas de la vida (oficinas virtuales, aulas virtuales, asistencia sanitaria virtual, hospitales virtuales, compras virtuales, fabricación de objetos en el lugar de consumo, viajes virtuales, celebraciones virtuales, encuentros virtuales, juegos virtuales, creaciones virtuales de toda naturaleza, recreaciones de mundos virtuales…). La gran industria que está en marcha en este momento se basa en la sustitución de las realidades físicas por ceros y unos, en la antesala ya de un paradigma cuántico.
La velocidad con la que el Virtuceno se abrirá paso dependerá de la calidad de las experiencias inmersivas que seamos capaces de recrear con las tecnologías disponibles, y la capacidad de involucrar en ellas a los cinco sentidos, de su fuerza para construir escenarios seductores que nos enamoren. Y eso no va a ser un problema, porque la mente humana tiene ventanas de seguridad por la que es fácilmente hackeable, al no ser capaz de distinguir entre realidad y ficción cuando una experiencia está bien creada.

Igual que la realidad virtual es capaz de seducir, captar la atención y robar el tiempo de nuestros jóvenes, que ya han decidido habitar en Internet y vivir en el Virtuceno, lo hará también con los más adultos y los viejos, los trabajadores, los estudiantes, los médicos, los profesores… La convergencia tecnológica (nanotecnología, biotecnología, infotecnología, cognotecnología), junto al big data, los algoritmos, la inteligencia artificial, la realidad aumentada, los videojuegos… Todo eso va a avanzar hacia el desarrollo de mundos y experiencias donde la mente humana no sabrá discernir si son reales o virtuales, y, además, le dará igual. En ese momento, habremos entrado ya en pleno Virtuceno, seremos seres de otra época histórica y hasta de una nueva era geológica, capaz de revertir los efectos devastadores del Antropoceno.
La realidad es que el tiempo histórico y el tiempo geológico se han acelerado; hemos entrado en una deriva en la que los cambios que tardaban millones de años en eclosionar se precipitan en décadas. Los antiguos griegos tenían un nombre para este tiempo: Kairós (tiempo en el que ocurren las cosas importantes).
Bienvenido al VIRTUOCENO.
¡Adelante!
(Juan Carlos Casco Casco es un experto y consultor en Prospectiva, Educación y Emprendimiento de prestigio internacional y actividad en España y en diferentes países de Europa y Latinoamérica).
La vespa
Publicado por Juan Tallón en la Revista Jot Down

Julio Cortázar (1914-1984)
Le tomó gusto a moverse por París en bicicleta, pero cuando sintió la felicidad verdadera, y además casi muere, fue el día que reunió dinero para comprar una Vespa de segunda mano. La moto era un viejo sueño, y como los sueños largamente acariciados, una tarde estuvo a punto de fallecer, igual que el protagonista de El crepúsculo de los dioses, cuyo mayor deseo siempre fue tener una piscina, y cuando al fin la consiguió, se ahogó en ella.
El grave accidente de Cortázar sobre la moto, una tarde de primavera, a su modo también simbolizó un tipo de felicidad, pues inspiró su cuento «La noche boca arriba». Se trató de un «accidente muy tonto del que estoy muy orgulloso», confesaba en 1980 a los alumnos de la Universidad de Berkeley, a los que ese día impartía una clase sobre el cuento fantástico. Para no matar a una viejita que se atravesó en la calzada, Julio intentó frenar y desviarse, y al final «me tiré la motocicleta encima». La investigación policial iba a aclarar que la anciana confundía el verde con el rojo y creyó que podía bajar y empezar a cruzar la calle en el momento que habían cambiado las luces del semáforo.
Sucedió el 14 de abril de 1953. Cortázar vivía en París desde 1951, cuando el gobierno francés le concedió una beca de diez meses para ampliar estudios. Preparó una maleta de circunstancias, aunque para quedarse a vivir allí toda la vida, y el 15 de octubre, lunes, embarcó en el Provence. Metidos entre la ropa, se llevó unos pocos libros, que le robarían en la Cité Universitaire, donde se alojó en los primeros meses, y un solo disco. Era «un viejísimo blues de mi tiempo de estudiante, que se llamaba “Stack O´Lee Blues”, y que me guarda toda la juventud», le detalla por carta a su amigo y maestro Fredi Guthmann. Había tenido que vender íntegramente su discoteca de jazz —unos doscientos discos de primera línea—, que había empezado a armar en 1933, en los días que se reunía con sus amigos en un sótano, «con una vieja victrola a cuerda, para escuchar a Louis Armstrong y Duke Ellington». Resultó desgarrador deshacerse de algo tan importante, pero estudió el asunto «metafísicamente» y descubrió que su deseo de conservar los discos «obedecía al maldito sentimiento de propiedad que es la ruina de los hombres».
En el fondo, Cortázar estaba soltando lastre para empezar su vida desde cero. Aunque llegó a París convencido de que «se puede uno arreglar con una comida diaria», no tardó en conseguir pequeños empleos con los que completar el presupuesto de la beca. Esta, además del alojamiento, incluía quince mil francos mensuales, así que la primera misión era «encontrar algún trabajo (lo más rutinario posible, no hago cuestión de preferencias), que, sin robarme el día entero, me diera otros quince mil francos».
Entretanto, la bicicleta, a la que llamaba Aleluya, lo lleva a todas partes, a veces bajo la lluvia, pero incluso eso le parece un lujo bellísimo, con el que cualquier escritor que comienza sueña. En una de las primeras cartas a su abuela materna, Victoria Gabel de Descotte, le relata cómo transcurren sus días en la ciudad, y cómo copia libros suyos, lee obras ajenas, bebe leche pasteurizada y vino tinto (para quitarse el gusto de la leche) y hasta «me plancho las camisas como un rey; la gente me para en la calle para felicitarme». Pero, sobre todo, pasea en bicicleta, sin importar que llueva. «Es muy linda la lluvia en bicicleta».
En el verano de 1952, cuando al fin reúne el dinero suficiente, Cortázar se hace con una Vespa que le permitirá viajar a las ciudades próximas a París. En junio, ansioso de visitar Bourges, tuvo que hacer autostop y subirse a nueve coches para completar el viaje. La moto puso fin a esos suplicios. Un muchacho médico que se volvía a la Argentina «me ha vendido su Vespa por una suma ridícula», le cuenta a su amigo Eduardo Jonquières en septiembre de ese año. «Tengo mi carte grise y empiezo a moverme en París. Te imaginas que cuando la domine, podré aprovechar los fines de semana para conocer l’Île-de-France palmo a palmo. Planeo ya viajes cortos de entretenimiento: Versailles, Fontainebleau, mi dulce Provins, Etampes, Reims, Rouren…».
La moto gastaba menos de tres litros de mezcla cada cien kilómetros, y pronto se volvió un modo de habitar la ciudad y de olvidar los problemas de un Cortázar que vivía al filo del abismo. «A veces, andando en la Vespa por el centro, me asalta una sensación de irrealidad casi angustiosa. ¿Qué es esto? ¿Qué hago yo aquí? Y entonces me río y se me pasa. El futuro se lo dejo a los empleados de banco y a los señores con planes de vida y ambiciones». La moto se convirtió en un sitio en el que sucedían cosas, como el día que llevó a Daniel Devoto, amigo de juventud, a comprar objetos de menaje a Montparnasse. Esa jornada, Daniel —que estuvo casado con Mariquiña del Valle-Inclán, hija del autor de Tirano Banderas— adquirió una enorme palangana para lavarse los pies (según decía) y poner a remojo las camisetas; dos platos de cerámica, varios tenedores y cuchillos, y una escudilla. Además, le regaló un cuchillo de abrir ostras a Cortázar, que a su vez agasajó a Devoto con un enorme jabón Cadum. «Cargados con todo esto (y un calentador eléctrico adquirido en la rue de la Gaité) nos volvimos a la Cité Universitaire en la Vespa. Puedes imaginarte el espectáculo —le contaba a Jonquières—, y lo que parecía Danny con la boina, el poncho y la palangana, instalado en el asiento trasero y agarrado de mi cintura como un ahogado a una tabla».
Pero entonces, llegó el 14 de abril de 1953. Ese día «me puse la Vespa de sombrero, para no matar a una vieja idiota que se me cruzó en una esquina cuando yo cruzaba con todo derecho y las luces verdes». Cortázar realizó una maniobra brusca para no matarla y voló con la moto. Los sesenta kilos de hierro le cayeron encima, «reduciéndome a un sándwich entre el asfalto y el Scooter». ¿Resultado? La cara rota, y una doble fractura de la pierna izquierda. La policía lo trasladó al hospital Cochin. En el siguiente mes y medio de convalecencia, con la pierna rota, con una infección, una casi fractura de cráneo y una fiebre espantosa, «viví muchos días en un estado de delirio en el que todo lo que me rodeaba sumía contornos de pesadilla». En uno de esos momentos, con temperaturas de cuarenta grados, «de golpe vi todo lo que venía», y lo que le vino fue «La noche boca arriba», un cuento donde su protagonista circula en motocicleta cuando ve a una mujer parada en una esquina que se lanza a la calzada, a pesar de las luces verdes, y ya es tarde para las soluciones fáciles. El texto le fue ordenado. «No tuve más que escribirlo. Aunque lo crean una paradoja —les decía a sus alumnos en Berkeley— les digo que me da vergüenza firmar mis cuentos porque tengo la impresión de que me los han dictado, de que yo no soy el verdadero autor».
El malecón
Despiertas madrugadas de bahías
dormidas.
Te haces añicos en las sienes
de los planetas.
Te multiplicas en espejos
de furiosas espumas blancas
como cántico de agua exhausta.
¿Cuál es tu mensaje, Madre?
Si las gaviotas de tiza
se han borrado de los mapas
y solo quedan rastros gangrenados
del mundo, mientras escribimos
en la arena las notas más negras
de una sinfonía para un futuro discordante.
@mariajesusberistain
Fotografía Mikel Gardey
A orillas de mi sien
Mi casa está destartalada
miro al cielo y la luna se deshace
entre flecos primerizos del día
Las flores de la terraza están mustias
repiten su dogma de sopor
frente al miedo a morir sin amor
Me cuesta traspasar la línea opaca
del horizonte, mis ojos pálidos
cruzan caóticos, líneas en sombra
Inquietud vertical de espejos rotos
dibujan el desamparo de la luz
difusa y a veces indescifrable
A orillas de mi sien tus manos
sucesivo silencio de relojes
de arena; tu rostro, reconocible.
@mjberistain
Borges
Imagen: Alicia D’Amico
Borges, el escriba (‘Poesía completa’)
Hay raras ocasiones en la historia de la literatura, en la historia de esta rara, cotidiana magia de símbolos, en que uno de sus intérpretes logra no equivocar jamás la melodía. Existen, sin embargo, para nuestra gratitud estupefacta, esos escribas. De alguna forma incomprensible (incomprensible) son capaces de enhebrar símbolo a símbolo, página tras página y sin errar, una música secreta en la que cupiera el Universo; una canción interminable que fuera muchas y una sola… Y algo que fuera apenas, también, el silbido de un ciego a la sombra silente de algún patio. Un ciego derruido y gigantesco en el crepúsculo, símbolo ya sólo de sí mismo, sonriendo lento y cómplice a ese Dios que, “con magnífica ironía”, le otorgó al mismo tiempo “los libros y la noche”.
Jorge Luis Borges dijo alguna vez, a cuenta de otro bromista genial, Gilbert Chesterton, que “no hay una página suya que no nos depare alguna felicidad”. Bien: no hay una sola página, un solo verso en la Poesía completa de Jorge Luis Borges, que no nos depare alguna o varias felicidades, que no nos regale generosamente una grieta, una abertura por la que mirar un Cosmos que resulta ser un espejo que resulta ser el rostro de quien lee, esfumado ya Borges, el escriba (ese infinito avatar que llamamos Borges), de entre ese rostro y ese espejo: como una carcajada feliz desvaneciéndose.
Hemos dicho traductor, hemos dicho escriba; porque, sí: el artista radical, no el prestidigitador de feria, se sabe apenas un traductor menesteroso entre ciertas voces, que no son suyas, y el silencio. El poeta apenas inventa nada: “La poesía no es menos misteriosa que otros elementos del orbe. Tal o cual verso afortunado no puede envanecernos, porque es don del Azar o del Espíritu…”, defiende en el prólogo de Elogio de la sombra (1969). Esta convicción del artista como auditor más o menos frecuente del otro lado de la realidad tangible hace torcer el gesto a muchos, y enarbolar sonrisitas cínicas a otros: sus ‘megustas’ en Facebook y sus prosías al gin-tonic y la nada se lo paguen. Borges nunca dio clases para el parvulario. Pero siquiera un verdadero niño, concreto como es, libre y limpio de dogmas respecto a lo que es la vida que se respira y siente y toca, puede intuir (de manera absolutamente empírica) que una obra que no trate de hacer oído de alguna forma hacia el misterio (hacia el misterio doméstico de estar vivo, sin ir más lejos) es una obra muerta. “…Pero toda poesía es misteriosa; nadie sabe del todo lo que le ha sido dado escribir. La triste mitología de nuestro tiempo habla de la subconsciencia (…) los griegos invocaban la musa, los hebreos el Espíritu Santo; el sentido es el mismo”, remata el prólogo a la entera compilación, redactado poco antes de morir.
POESIA COMPLETA-JORGE LUIS BORGES
“El escritor (…) debe ser leal a su imaginación y no a las meras circunstancias efímeras de una supuesta ‘realidad’. La palabra habría sido en el principio un símbolo mágico, que la usura del tiempo desgastaría. La misión del poeta sería restituir a la palabra, siquiera de un modo parcial, su primitiva y ahora oculta virtud. Dos deberes tendría todo verso: comunicar un hecho preciso y tocarnos físicamente, como la cercanía del mar”, insiste en el introito a La rosa profunda (1975). Comunicar un hecho preciso; tocarnos físicamente. Su compatriota Alejandra Pizarnik –una de las más altas embajadoras del misterio del idioma castellano, mucho más joven que Borges pero dimitida de esta vida antes que él– le entrevistó en una ocasión y consignó después, en algún lugar de sus diarios, el trastorno que le causó la implacable precisión de Borges a la hora de bautizar la realidad: “Terror que me usurpa toda el alma”, le oyó decir, por ejemplo. Y ella no pudo desprenderse de esa frase, como del eco de un campanazo.
Los ojos del sueño
Éste, éste es el temblor continuo en Borges, sea por el eco y la textura física del verso o por el peso subyugante de la historia (increíblemente precisa) que narra: Borges siempre narra algo, y siempre parece estar fundando el mundo en cada verso. Pero no con los ojos del día, sino con los ojos ciegos (no es un chiste) que tocan sin ver las certezas del sueño. Se tiene con Borges, con la poesía de Borges (pero hasta sus relatos colosales no son más que poemas que transigen a otro ritmo y otra longitud para poder contarse bien), se tiene, con una abrumadora mayoría de estos poemas, la sensación alerta de tantear con los ojos del sueño una verdad que no deja nunca de decirse, y que jamás terminará de revelarse del todo. (En los claroscuros, la detonación de los contrarios, la conciliación de los polos, el Todo que es Nada y vuelve a serlo todo, sabe siempre Borges encontrar su melodía: como todos los sabios desde, al menos, Lao Tse).
La palabra sueño cifra el álgebra toda de Borges. La intuición de que la realidad que percibimos no es sino otra capa más del laberinto inextricable de la vida (de la Vida en toda su inabarcable Vastedad); hasta la certidumbre indemostrable, pero irreparable, de que el Tiempo es un sueño y de que ese Sueño es la medida que el Tiempo usa para vivirnos. El sueño es otro laberinto de Borges, y la vida la escalera de niebla que nos va llevando de una a otra estancia de la biblioteca, sin cesar, sin principio ni final, siendo uno y todos al mismo tiempo, pues todos los hombres serían todos los hombres alguna vez. El Tiempo nos está soñando, y nosotros soñándolo a él: “…Sentir que la vigilia es otro sueño / que sueña no soñar y que la muerte / que teme nuestra carne es esa muerte / de cada noche, que se llama sueño… [de modo que sólo queda] …convertir el ultraje de los años / en una música, un rumor y un símbolo”.
Ya desde su primerísimo libro, Fervor de Buenos Aires (1923), esa intimidad silente, el diálogo secreto con una ciudad que existe y no existe a la vez, pues la sueña al vivirla y viceversa. No deja de ser exótico que un poeta dedique sus primeros libros al amor a una ciudad, y no al de una mujer, al de un hombre, al de sus muertos o sus fantasmas más testarudos; y bien: es que su cosmogonía no le deja ni desde los veintitantos años ceñirse sólo a un aspecto del mandala de su vida, del ajedrez que ya va entretejiendo su memoria y su anhelo. De modo que Buenos Aires es ya, desde el principio, el lugar del Aleph en que ver todo su Tiempo junto: “No nos une el amor sino el espanto; / será por eso que la quiero tanto”, escribiría mucho después, en espiral siempre hacia el origen.
Los temas, los temas en Borges: “fantasmas hambrientos”, precisó él mismo (implacable) en alguna ocasión. Los espectros insaciables de Borges serán, ya lo hemos dicho, por encima de todo y de todos, el sueño y el tiempo, el Tiempo y el Sueño; la conjetura cósmica. Los laberintos y los patios, el tigre y el ajedrez, los crepúsculos y Buenos Aires, el Norte y las espadas, la música y los heterónimos no son sino hermosos arabescos que remiten una y otra vez a ese mismo único asunto, que es también, a qué decirlo, el asunto único de todos nosotros, los invitados a este festival de humilde trascendencia que es la obra entera de Borges. Rara vez un escriba así, dijimos al principio: rara vez, también, un artista que sepa armonizar de tal forma el sutil equilibrio entre la erudición y la emoción, la conjetura y la aventura; ése del que depende hacer al lector un cómplice insobornable, y no un mero espectador maravillado o abrumado o confundido por trucos que en realidad ni le tocan ni se notan ni traspasan.
Él solo es una “vasta literatura”, como dijera él mismo sobre Quevedo. Y de Quevedo heredó Borges cierto oído, cierto ritmo y ciertas notas. El argentino fue –es– un sonetista magnífico, muy astuto a la hora de desarrollar sus temas con una resonancia que remite frecuentemente, de manera subterránea, a nuestro siglo llamado de Oro; habiéndose escrito ayer, resulta antiguo, y siendo antiguo resulta atemporal: Quevedo ahí al fondo, de forma tenaz, cuando dicta por ejemplo que “Sólo una cosa no hay. Es el olvido. / Dios, que salva el metal, salva la escoria / y cifra en Su profética memoria / las lunas que serán y las que han sido…”. “…sé que en la eternidad perdura y arde / lo mucho y lo precioso que he perdido: / esa fragua, esa luna y esa tarde”.
Un oído proverbial para verter en cada poema, como en un cántaro, el cántico que escucha. Discípulo de Quevedo, pero también del abuelo Walt Whitman y su verso libre, o mejor dicho verso desatado, interminable como los ríos de América.
“Es el amor. Tendré que ocultarme o que huir.
Crecen los muros de su cárcel, como en un sueño atroz. La hermosa máscara ha cambiado, pero como siempre es la única. ¿De qué me servirán mis talismanes: el ejercicio de las letras, la vaga erudición…
(…) Estar contigo o no estar contigo es la medida de mi tiempo.
Ya el cántaro se quiebra sobre la fuente, ya el hombre se levanta a la voz del ave, ya se han oscurecido los que miran por las ventanas, pero la sombra no ha traído la paz.
Es, ya lo sé, el amor: la ansiedad y el alivio de oír tu voz, la espera y la memoria, el horror de vivir en lo sucesivo…
(El amenazado, de ‘El oro de los tigres’)
‘En las grietas’
En el prólogo a La cifra, ya en 1981 [sólo con sus prólogos, con un puñado de frases, se podría dictar una cátedra sobre cómo escribir poesía, o sobre cómo no escribirla] finge confesar su incapacidad para “la curiosa metáfora”. Finge, porque él mejor que nadie supo alguna vez qué es una metáfora y cómo funciona esa orfebrería. Pero entendemos lo que quiere decir: en muchas ocasiones no es una metáfora al uso lo que hace: es una declaración, una testificación, un señalar a la pared blanca para informar de que es efectivamente blanca, y no una manera de remedar el blanco; lo más cercano a descifrar el enigma. Es verdad, no son metáforas; son visiones fulgurantes que sin llegar a compararse con nada son exactas como un número: son descubrimientos. Lo que hay entre “los dos crepúsculos” (el alba y el ocaso) es una servidumbre; “la silenciosa amistad de la luna” no es un juego de palabras, es una ley o un anhelo de todos. Y así: “las pequeñas magias del miedo” (porque el miedo engaña siempre), “la ignorante aurora” (pues siempre es inocente, la aurora, de lo que sucedió ayer), “el olvido, que es el modo más pobre del misterio”; “la lluvia… una cosa / que sin duda sucede en el pasado”… y hasta el gato, habitante de un Tiempo propio: “el dueño / de un ámbito cerrado como un sueño”.
Descreía de escuelas, de corrientes, de clasificaciones literarias (“artificios didácticos”), pero su poética es diáfana. La existencia le susurra en sueños su caligrafía encriptada, y la visión no es la visión sino el símbolo de lo que se oculta detrás. Es un oráculo, y al mismo tiempo sólo un ciego mirando sin ver las estrellas: como todos los hombres, pero sintiendo la palpitación sagrada, el secreto vínculo, la reunión. Son las sagradas escrituras de cualquiera de nosotros, que podemos ser (acaso fuimos, seremos) Alonso Quijano sabiéndose soñado por un soldado pobre y manco, Boabdil despidiéndose de la tarde de la Alhambra, y la Alhambra misma, el guerrero remoto del norte y de la bruma, Sherezade y su relato infinito, y aquel que algún día desfallecerá en el amor imposible de Matilde Urbach. Es una voz adormecida susurrándonos que, pues todo morirá, todo vivirá siempre, y todo lo que tanto importa no importa nada. Algunos verán con horror esta serenidad; otros, la más limpia redención ante un universo que no necesitamos entender, a la postre, para sabernos parte gozosa y trágica de la trama incognoscible:
Para una versión del I-Ching
El porvenir es tan irrevocable
como el rígido ayer. No hay una cosa
que no sea una letra silenciosa
de la eterna escritura indescifrable
cuyo libro es el tiempo. Quien se aleja
de su casa ya ha vuelto. Nuestra vida
es la senda futura y recorrida.
Nada nos dice adiós. Nada nos deja.
No te rindas. La ergástula es oscura,
la firme trama es de incesante hierro,
pero en algún recodo de tu encierro
puede haber un descuido, una hendidura.
El camino es fatal como la flecha
pero en las grietas está Dios, que acecha.
Por Miguel A. Ortega Lucas
La construcción de un sueño
Siempre hay tiempo para un sueño.
Siempre es tiempo de dejarse llevar
por una pasión que nos arrastre hacia el deseo.
Siempre es posible encontrar la fuerza
necesaria para alzar el vuelo y dirigirse hacia
lo alto.
Y es allí, y solo allí, en la altura, donde
podemos desplegar nuestras alas en toda su
extensión.
Solo allí, en lo más alto de nosotros mismos,
en lo más profundo de nuestras inquietudes,
podremos separar los brazos, y volar.
–
Autora Dulce Chacón