La isla deseada

Llevada por su vuelo ella estará
rodeada de asombro y de colores
de orquídeas y de loros y cilantros
igual que en las novelas que leyó.
Al darse cuenta de que no era niña
se posó en una isla del Pacífico
para encontrar sus sueños y encontrarse
con sus sentidos. Y traerá collares
de semillas e ídolos fantásticos
y contará sus estremecimientos
con muchos hombres y fumando opio
y bebiendo infusiones demoníacas
ricas en hierbas y en cortezas áulicas.
Y pensará que toda decadencia
aflige a los demás y no a ella misma
que brilló con fulgor cuando era joven
y olvidará que entonces fue su vida
más luminosa que cualquier viaje
y que era ella una isla deseada.

JOSE AGUSTÍN GOYTISOLO
Imagen: Blanca Machuca


Regalo del aire

 

 

Y le dice que cuando niña fue
muy bella; y debió serlo
pues todavía hiere.

¡Ah infortunada
rompe las ataduras
que humillaron tu cuerpo desafecto
hoy regalo del aire
y de los ojos que por tí ya velan!

Todo lo que ahora sientes
no es solo desagravio a tantas noches
de hastío y desamor
sino lo que querías que brotase
como la flor
súbita
en los confines del invierno
con claro esplendor.


Jose A. Goytisolo
Fotografía @mjberistain


 

El día que me quieras


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Música: El día que me quieras – Aurignac Quartet


Todo el mundo es luz y es sombra

pero a él la sombra le siguió
más que la luz y oscurecía
de igual modo, un suceso alegre
que el reposo entre dos abrazos.

Ese aire gris sobrevolaba
sus pensamientos día a día
y le acosó por las ciudades
por los hoteles y sus camas
manteniéndole prisionero
del insomnio y la soledad.

Tan solo el humo del otoño
o la ebriedad o una pasión
le apartaban ciertos momentos
de una suerte sin caridad.

Pero ya ella le acompaña
cuando bebe y respira el humo
y le desviste y se desviste
para que habite entre su luz.


Jose Agustín Goytisolo

Me llamo barro

¡Me llamo barro!
eterno barro que emerge
lluvia, buril vagabundo
que trabaje sin planos,
yo, pujante arcilla
ansiosa de escultura.

 

Se estremeció al contacto de las manos
y ofrecía su cuerpo al alfarero
que ella siempre anheló: primero el rostro
después el talle, luego las rodillas.
¡Oh, sí! Mujer de barro que se vuelve
cántaro de agua, miel, vasija húmeda,
copa de amor para los desmayos
maceta de albahaca taza honda
cáliz de olor jofaina regalada
pila bajo la fuente perdurable
lamparilla de aceite que alumbrara
noches sin sueño y páginas de un libro
que está por escribir.

¡Oh, sí; ser barro!
Barro que ha descubierto a su alfarero.


 

Autor: Jose Agustín Goytisolo