RESTOS DEL INVIERNO



Herida, la hoja recuerda el viento, los bosques que la mecían besando la lenta luz de la tarde



Restos de transparencia en su mirada; raro destello



Escucha afuera la lluvia; una música de hojas y de címbalos



Observa, a su alrededor, la secreta impostura del movimiento…



Silenciosa, mira el tránsito ligero de las nubes, la curva de las ramas, la imposible geometría de los pájaros…



Ninguna era más bella durante aquel fugaz momento en el que me amabas.
¡Resucítame con tus palabras…!



Textos basados en Palabras de Ángel González
fotografía@mariajesusberistain

Como hacía a veces

Vuelve tu recuerdo al costado del invierno
vestida la mirada de escarcha y frutos nuevos.

Amanecí —sería ayer— lejos de los siglos,
de los espejos y de los libros,
con una perezosa rutina de horas quietas.

Miraba los cuadros colgados de las paredes,
el mar sonaba como hacía a veces
en la atalaya de tus pies dormidos.

Quise detener el tiempo y no pude;
hordas de lluvia clamaban,
como aventurados caballos por playas
desabrigadas; no pude.

Vuelves con tu recuerdo y sin abrigo
—los pies desnudos—
a la escasa luz blanca de este enero tardío
que abriga, a orillas de las alfombras.

Yo sigo esperando
tras la ternura de los espejos,
donde el mar suena como hacía a veces…



@mariajesusberistain

A tientas

A tientas la vida
de la mano de la muerte,

Una niña bebe agua de un charco,
nieva sangre sobre sus ojos.

La tierra se descompone
entre el lodo y el odio
porque hay dioses menores
con alas de hierro
asestando golpes de luz
por los parques vacíos.

¿También los dioses derrotados
sentirán miedo a la hora de morir?

—me pregunta—

¡Qué triste sentir misericordia
mirando a una niña a los ojos!

Sonrío, llorando en silencio…

Confío en que veamos cruzar los ríos y los mares del mundo a los dioses menores derrotados
con sus lóbregas sombras, alargadas, contemplando cabizbajos su propia nada.



Texto inspirado en el libro Los dioses derrotados de Pedro J. De la Peña



LA quiero a morir

Ayer una de mis amigas, a la que quiero con el alma, me preguntaba qué había sido de «mi fotografía».

La verdad es que no entendí muy bien su pregunta. Puede ser que se refiera a que mi blog, que se titula así, en parte, no esté suficientemente actualizado; y es cierto. Tendría que dedicarle más tiempo a ordenar su contenido y ampliarlo con el trabajo de estos últimos meses.

O, puede ser que me pregunte por la transformación que están sufriendo las imágenes que presento últimamente, en comparación con el tipo de fotografía que hacía hasta antes de la pandemia.

Puede que tenga razón en los dos casos; y, si existen más razones, puede ser que también tenga razón.

La quiero a morir —como dice la canción—. A Mavi la quiero con locura y la respeto, aunque sean escasas las veces que coincidimos porque la vida nos lleva por caminos cruzados…

«Ella me atrapa en un lazo que no aprieta jamás y me cose unas alas y me ayuda a subir, a toda prisa, a toda prisa…»

Como no tengo muy claro qué contestar a su pregunta, le dedico unas imágenes…





La elegancia de una habitación vacía

Mathilda se trasladó a París con veinte años, después de haber sufrido la muerte de su amigo Nick por una sobredosis de heroína mientras recorrían Europa. Era su viaje de iniciación y todo se truncó en un paraje ruinoso de la costa mediterránea, cerca de la frontera con Italia.

Deseó olvidar su última mirada, juró que nunca más lo mencionaría. Su boca no podría olvidar, sin embargo, el último beso en sus labios fríos.

Subió a pie los últimos dos pisos hasta llegar al ático porque el ascensor se quedó en el quinto. Mientras subía despacio, contando los escalones, le dio tiempo a pensar en darse la vuelta, retroceder e intentar buscarse la vida de otra manera. Necesitaba subsistir y no podía imaginarse otro trabajo a corto plazo,

Sonó el carrillón de la iglesia del cementerio. Mathilda se había detenido unos segundos para tocar la superficie de mármol de uno de los panteones. Frío, recordó de nuevo a Nick; el último beso. 

La ronquera del viejo timbre de bronce la hizo reaccionar. Se acicaló el pelo y se ajustó el vestido negro que había adquirido en un mercadillo de barrio para la ocasión. Correcta, sin más —se dijo a sí misma en el preciso momento en que la gran puerta de madera maciza se abría y el hombre, con amabilidad, le tendía una mano a modo de bienvenida—. Mathilda sonrió ligeramente esperando algún tipo de señal. Él, con un gesto preciso, la animó a pasar a una habitación prácticamente vacía.

Una habitación vacía, con luz natural. Tenía una sola ventana que daba al cementerio. El techo alto. Las paredes estaban pintadas de blanco puro con la única decoración de las tres tuberías de acero que bajaban por una de las esquinas. Y una puerta.

Había una pequeña mesa adosada a una de las paredes, con dos sillas de madera antiguas a sus lados. Sobre ella, libros, papeles y una lámpara. Tapizado en gris, cerca de la ventana, había un camastro sobre el que reposaba una tela blanca de lino fino. 

—Tranquila —decía el hombre—. Ahora ponte cómoda. Deja tus cosas en una de estas sillas.

Le ofreció el lienzo de lino.

—Ahora te dejo unos minutos. Mientras, yo cambio el carrete a la cámara. Relájate, todo va a ir muy bien.

—Esto es muy sencillo. Haz lo que quieras. Lentamente. No poses. ¿Te gusta ser fotografiada? Yo solo estoy aquí para capturar algunos instantes. La luz.

Ella, tratando de contener las lágrimas, respondió:

—Es mi primera vez.

—Tranquila, Mathilda, es muy sencillo —le repetía—. Solo tienes que hacer lo que tú desees, muévete despacio. No poses.

—Ya.

—Vamos a hacerlo muy fácil. Son las dos de la tarde. Estamos en una habitación vacía, el día es gris, la luz es bonita. ¡Hummm…! Imagina que estás sola en casa, es domingo y esperas a alguien, o que no esperas a nadie; que estás escuchando una música que te gusta, y estás contenta, de buen humor, o no, quizás estás nerviosa, cansada, o taciturna… Ahí tienes una silla, haz lo que quieras. Yo solo estoy aquí para capturar algunas imágenes. Es posible que, de vez en cuando, te haga alguna indicación acerca de tu mirada, postura o colocación; será para aprovechar mejor la luz. Tú puedes hablarme, o no hablar. Haz lo que desees…

Mathilda asiente; baja la cabeza y mira de soslayo a la ventana, hacia afuera, hacia el cementerio. No se atreve a mirar al fotógrafo; piensa que no debería mirarlo. Busca el apoyo de la pared y deja deslizar lentamente el lienzo que, hasta entonces, ha protegido su desnudez. No le resulta difícil mostrarse abatida y deambular por allí. Ella y la luz. La luz y ella, en aquella habitación vacía y blanca. Se mueve con elegancia, discretamente se detiene, se cubre el pecho con los brazos, busca el contraluz. Es consciente de que está logrando fluir en el espacio vacío. Escucha, como un eco distante, la voz serena del fotógrafo con la instrucción precisa: ¡Bien!, ahí, ladea un poco la cabeza, descansa. Así. ¡Perfecta! Mira a la cámara, sedúcela —le indica—, ahora mira hacia el suelo, como sintiéndote ausente, descansa tu mano derecha en la ventana… un, dos, tres, cuatro…, ¡bien!, quiero capturar esto, espera unos segundos…

¡Voilà!


(PULSAR PARA VER Recreación sobre el vídeo Jean Loup y el desnudo)

Jean Loup Sieff (1933-2000) fue un prestigioso fotógrafo francés de origen polaco.

Inicialmente, trabajó en fotografía de prensa y más tarde se especializó en fotografía de moda, paisaje, retrato y desnudos. Fotografía siempre en blanco y negro, resaltando los contrastes, y acentuando las formas.
Fuente: (Cherry Catalán – Cultura Inquieta)

Capta lo efímero y lo transforma en una realidad duradera.

«La belleza de una mujer está hecha de fragancias de verano en su hombro, de una mirada de claroscuro en sus ojos, pero también de una nuca frágil, de unas encías sonrientes, de una espalda arqueada y de unas nalgas curvadas».

Así se explica Jean Loup la existencia de dios y a ella se entrega y rinde homenaje en su obra a las milagrosas curvas que le han inspirado.

Trabaja en una habitación vacía frente a un cementerio. Cuatro paredes pintadas de blanco puro. Es un estudio pequeño, vacío, pero con luz, la luz está ahí, incluso cuando el día es gris.

«La fotografía es luz; todo es lo mismo…»

«La confluencia en el tiempo de una determinada luz y un determinado momento fugaz».

«Algunas cosas te hacen reaccionar. El momento adecuado puede ser un detalle, una nuca o lo que sea. La fotografía está ahí para inmortalizar esa pequeña y tenue emoción provocada por un cuerpo o una determinada luz».


Su obra está en el Museo Pompidou y en Museo de Arte Moderno en París, así como en el Museo Ludwig en Colonia (Alemania).
Fuentes: Cultura inquieta y Wikipedia.


El jardín era sombra

 

Fotografía de mi amada prima Elena Gurruchaga Beristain,
fallecida el pasado día 7 de marzo – D.E.P.


Yo recuerdo tus ojos

cuando hablabas del aire,
porque el cielo venteaba en tus pupilas.

Yo recuerdo tus manos —hace frío—
arropándome al lecho como trozos
de hielo enamorado.

La luz era contigo
más clara,
la alegría en tu boca era tu boca,
y el jardín era sombra porque cuando decías
jugad en el jardín
nos cubrías de un tenue perfume de enramada.


Autor: Jose Agustín Goytisolo

El Buen Aire

«A nadie no digas
que ya no me buscas,
si a mí me preguntan
diré que vendrás.»

Pulsar sobre la flecha para escuchar la música.


Tango

Presentimiento.
Hay distancias que acercan,
y miradas a media luz;
pasión enmascarada.

Arrogante y seductor
me abrazas, jugando a ganador.
Juego contigo.

Tu cuerpo me acerca a tu boca
que, sin tocarme, me besa.
Te evito.

Un presagio arrabalero
me envuelve a golpe de giro.
¡Duele!

La milonga, insurgente,
me arrima a tu pulso;
vuelo de bandoneón
tu vientre vencido.

Remordimiento.

Torbellino delirante de amor.
¡Maldición!
Perpetua condena al reproche.


Caricia del Buen Aire.
No sé cómo curarme de ti
y seguir mi camino…


Música: Tango Santa María – Gotan Proyect
@mjberistain

Insomnios

Publicado inicialmente en 2016, actualizo esta entrada a propósito de la Exposición de Soledad Sevilla en San Sebastián
Sala Kubo, hasta final del mes de mayo.



Tú y tu desnudo sueño. No lo sabes.
Duermes. No. No lo sabes. Yo en desvelo,
y tú, inocente, duermes bajo el cielo.
Tú por tu sueño, por el mar, las naves
.

En cárceles de espacio, aéreas llaves
te me encierran, recluyen, roban. Hielo,
cristal de aire en mil hojas. No. No hay vuelo
que alce hasta ti las alas de mis aves
.

Saber que duermes tú, cierta, segura
—cauce fiel de abandono, línea pura—
tan cerca de mis brazos maniatados
.

Qué pavorosa esclavitud de isleño,
yo, insomne, loco, en los acantilados,
las naves por el mar, tú por tu sueño
.


Autor: Gerardo Diego

Pincha sobre este enlace para ver obra de Soledad Sevilla


BRUJAS

Salgo de la Exposición de Judith Prat, en el Centro de Historias de Zaragoza.

Judith Prat (fotógrafa oscense) presenta un mapa visual evocador de la historia de los hechos y lugares claves de la caza de brujas en los Pirineos y Aragón entre los siglos XV y XVIII.

Identifica símbolos, tradiciones y estigmas con el objetivo de destruir viejos estereotipos y dignificar la memoria de aquellas mujeres. Utiliza la luz, elemento clave de la fotografía.

Se acerca a la historia y al territorio provocando un encuentro entre el pasado y el presente. A través de sus imágenes establece un diálogo visual entre aquellas mujeres condenadas a la horca o a la hoguera y las que en la actualidad habitan los Pirineos. Agricultoras, artesanas, escritoras, investigadoras, médicas o herreras, toman el protagonismo de esta exposición para recuperar la memoria de aquellas y defendernos como sociedad de nuevas formas de misoginia.

Judith Prat nació en Altorricón en 1973 y, tras licenciarse en Derecho y especializarse en derechos humanos, decidió dedicarse profesionalmente a la fotografía documental. Su trabajo busca interpelar al espectador, provocando en él no solo una emoción sino también la reflexión. Un trabajo, comprometido y valiente, que pone a la tierra y a la mujer en el centro del objetivo.

Ver reportaje en Heraldo de Aragón


Acompaño a esta pequeña reseña algunas fotografías tomadas por mi móvil durante la visita a la exposición.



SE TRATA DE CONTAR

Porque soy una persona libre, escribo en este blog.

Porque si no fuera la persona libre que quiero ser, tendría que buscar un lugar donde pudiera contar la verdad sobre ello. Contar cómo me va la vida con todo. La franqueza es como una madeja que se produce a diario en el vientre, tiene que desenrollarse en algún lado. Podría susurrar de cara a un pozo. Podría escribir una carta y mantenerla guardada en mi escritorio. Podría escribir una maldición en una cinta de plomo y enterrarla para que nadie la leyera en mil años.

No se trataría de encontrar un lector, se trata de contar.

Pienso en una persona de pie, sola en un cuarto. La casa en silencio. La persona lee un trozo de papel. No existe nada más. Todas sus venas se pasan al papel. Toma la pluma y escribe en él unos signos que nadie más va a ver; le confiere algo así como una plusvalía,

y todo lo remata con un gesto tan privado y preciso como su propio nombre.


Extractado de un texto de Anne Carson*

(*) Anne Carson es poeta, ensayista, traductora y profesora de literatura clásica y comparada en la Universidad de Michigan. Está considerada por la crítica literaria como la poeta viva más importante de las letras anglosajonas. Fue galardonada en 2020 con el Premio Princesa de Asturias de las Letras.

¿De qué manera?

Desde muy joven mantengo una relación de amistad con la torpeza y el error. Como dice Irene Vallejo en uno de sus textos publicado en El País, quizá por esa sabiduría que enseñan las cicatrices.

Ella se refiere a la adolescencia, pero yo hace tiempo que pasé de ella. Reconozco que, en algunas ocasiones, me horroriza equivocarme y defraudar, porque escuché en mi infancia la frase fatídica que hirió mi autoestima para siempre: Si no tienes nada importante que decir; cállate. He madurado silenciando mis preguntas cuando he pensado que debería de saber las respuestas; he ralentizado mis pasos por miedo a un posible tropiezo; he cerrado puertas a mi espontaneidad ante el miedo al desacierto.

Me doy cuenta de que no soy la única persona que sufre de remordimiento y ansiedad. Irene, sabiamente, supongo que para aliviar algún alma abatida que pudiera existir por esta circunstancia, recuerda hechos que ocurrieron antes del siglo V antes de Cristo. Leo con interés la fórmula para protegerme de alguna manera.

Habla de Anne Carson, nacida en Toronto, en 1950, escritora, poeta, ensayista, traductora y profesora de literatura clásica y comparada en la Universidad de Michigan. Está considerada por la crítica literaria como la poeta viva más importante de las letras anglosajonas. En 2020 fue galardonada con el Premio Princesa de Asturias de las Letras.

Mucha gente, incluyendo a Aristóteles, opina que el error es un suceso mental interesante y valioso. No es solo que las cosas no son lo que parecen, y de ahí que nos confundamos; además la equivocación es en sí valiosa.

Nuestras estupideces tienen el mérito de zarandear el entramado de inercias y tópicos que nos fabricamos para avanzar cómodos y monótonos por la vida. Hay una belleza veterana y aguerrida en el hecho de reconocer las sandeces propias sin drama, disimulo ni autoflagelación.

Como decía al principio de este pequeño comentario; estoy familiarizada con el miedo a la torpeza y el error, aunque me falta ese punto de heroicidad para lidiar con el ridículo; imaginación para convertir mi torpeza o error en una obra de arte, utilizar el humor como consuelo y a través de él reivindicar esa risa humilde pero no humillante. Y, en definitiva, aprender a salir airosa afirmando mi propia dignidad tambaleante.

Mi agradecimiento a Irene por compartir la gran calidad de su escritura.


Ver: Fe de erratas de IRENE VALLEJO

Monstruos románticos

Ah… si se pudiera transliterar* la herida y volverla otro texto sobre la página del corazón. Si se pudiera, asimismo, transliterar la piel y recrear una nueva secuencia de caricias que ya no hicieran daño.

Palabras, balbuceos y saliva mientras el aire del desasosiego se esparce, mojado y caluroso, sobre otra respiración exactamente igual y se vuelve exigencia y mordisco, sabor que duele, intimidad líquida, mixturada con almendras amargas.

Casi como una cuestión de vida o muerte.


  • Transliterar RAE: Representar los signos de un sistema de escritura, mediante los signos de otro.
    Vídeo y extracto de un texto de Gavrí Akhenazi

Acuarela doble

Desearás recordar conmigo el viaje por el valle,
el camino recorrido de los hoteles a la ruina,
el tiempo derramado, los tiempos en el muro
y en el escueto paisaje de los cuadros.

Porque has regresado a la casa de entonces
por una calle de templos y museos:
apenas un rostro en un cristal, un árbol en el parque
y una nueva destreza que las manos confirman.

No soy un sueño ni un ruido en la noche,
ni una dama dormida que abraza al enemigo.
Soy una tenue sombra, un día inesperado.

Y tú, otra sombra impaciente sobre el muro,
un hombre recreando una carta de amor sin más empeño
que el de evocar una lección de geografía.


Recreación de un poema de C. Pérez Uralde

¿Quién mató al mar de aral?

Ayer asistí a una Tertulia Poética. Cada día me sorprende la vida con nuevos datos que quizá debería de re-conocer y ocurre que no. Es cierto que la región del globo terráqueo a la que se refiere el prólogo del libro de Miguel Angel Yusta «Postludio» escrito por Valentín Martín está lejos de mis destinos preferidos, por lo que la información relacionada no entra en los algoritmos que baraja internet para tenerme actualizada. Así es que debo de aceptar mi desconocimiento y dedicarme a documentarme a propósito, lo que me permite un mayor disfrute del contenido del libro que tengo entre manos.

Dice en el prólogo Valentín Martín: «El autor del libro entra en los tiempos con los ojos abiertos y vivos, dejando un rastro de corresponsal de la guerra que vivió, de la paz que vivió, de los soles y sombras que vivió, sin saber muy bien si está entre los vencedores o los vencidos.«


Hay un mar que se muere
Metáfora del hombre que destruye,
enajenado, el mundo.

Aral, antaño hermoso,
lleno de vida, barcos y alegría,
hoy símbolo de muerte y destrucción.

Ni por treinta monedas tan siquiera.

El hombre se ha vendido
solo por baratijas y espejismos
y navega cegado hacia la Estigia

Los pájaros vigilan en la noche
insomnes sobre horas desmayadas.
mientras, en el olvido,
yacen cansados gritos de ceniza.
El tiempo se disfraza de fantasma
junto a los cuerpos y las almas rotas
liberados al fin de servidumbres.

Diluido el dolor, la soledad es cierta.


Agotar el secreto de las horas
con el bello Cuarteto de Beethoven,
cuando la vibración de los sonidos
estremece el silencio.
Contemplar en penumbra
la liquida mirada de unos ojos,
inmenso mar de notas enlazadas
donde navega el fuego.
Regresar al contacto
de huellas y certeza
con manos que dibujan cadencias y deseos
mientras, sobre el compás, muere la tarde.


No me canso de ti ni del sonido
que forman las palabras
con que tejes mis sueños.

Es como caminar por una estela
donde sembraste lunas
en tardes apacibles de silencio y miradas.



«el poeta, en fin, deja que de su herida en el costado crezcan árboles
con suave gorjeo en las alturas de los sueños…«


Tertulia Poética en FNAC organizada por TRANSVERSORES.
Ponentes Miguel Ángel Yusta, Amparo Baró y Eugenio Mateo

Antes de que sea tarde

Instantes que pueden traicionarnos,
un viaje al sol
la lucha entre el bien y el mal

Toma mi lugar en la confrontación
observaré con mirada piadosa
y, humilde, pediré perdón
Un ruego más allá de ti y de mi

Corazón y alma, uno arderá

Un abismo que permaneció tras la creación
Cimientos que permanecieron tras todas las eras
ahora desgarrados en sus raíces
Más allá de todo este bien está el terror
el apretón de manos de un mercenario
Cuando la violencia vuelve por una buena razón
Es inútil regresar a la última posición

Corazón y alma, uno arderá

Buena existencia, ¿qué importa?
Yo existo en los mejores términos que puedo
El pasado es ahora parte de mi futuro
El presente, inalcanzable

Corazón y alma, uno arderá


Autor: Ian Curtis

Insipidez

Querido Diario:

Escribo el título y es como si alguien me hubiera golpeado en la nuca.

De acuerdo, lo entendía referido a gastronomía, pero hoy descubro esta otra acepción.

En cuanto a las personas y sus acciones, puede calificarse de insípido a todo aquello que resulte poco interesante, que no tenga “sabor” en sentido motivador y atractivo, por ejemplo: “Estuvo una hora quejándose de sus pequeños problemas cotidianos; su insípida charla terminó por aburrirme”, “Las ideas del político son tan insípidas que dudosamente conquistará a alguna parte del electorado” o “Juan tiene una personalidad tan insípida que generalmente está solo, ya que nadie quiere compartir sus costumbres rutinarias y egoístas”. DeConceptos.com

Hubo una vez que perdimos el valor de los abrazos y el sabor de los besos.

Dicen los bien pensantes que, desde la pandemia, ya no somos los mismos. Hemos modificado nuestra actividad sensorial. Nunca seremos los mismos, porque hemos aceptado que ha habido una revolución en nuestra forma de expresarnos. Es verdad que seguimos viendo y oliendo, tocando todo, pero de una manera diferente a como lo hacíamos en otro tiempo. Atravesamos un desierto en el que la soledad era nuestra íntima compañera de habitación. Mientras ese tiempo tan vacío en el que los gestos, los abrazos y los besos tan necesitados por la especie humana durmieron en un limbo gaseoso, algunas cosas cambiaron. Y, a medida que nos fuimos despertando, nos dimos cuenta de que queríamos recuperar el tiempo que habíamos perdido. Nos dedicamos a una carrera sin final ni destino, persiguiendo cualquier tren que pudiera llevarnos a nuestro mundo anterior. Ahora que estamos en plena forma, seguimos corriendo sin saber muy bien qué es lo que tratamos de conseguir.

Por supuesto que no estamos tratando de regresar al pasado, o sí. Siempre hemos sabido que el futuro es imperfecto. ¿De qué forma podemos frenar este acelerado ritmo de vida que nos impide relajarnos y disfrutar plenamente de cada momento? ¿Cómo podemos tomar el tiempo para conversar con nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros amigos, o simplemente para hacerles sonreír? ¿Por qué no dejarnos amar durante unos minutos sin prisa? Me refiero a permitir que la vida nos mime, y ofrecernos al verdadero don con el que hemos sido bendecidos al nacer. Amar y ser amados.

Dicen los sabios que «las formas en las que las personas usaban sus sentidos para navegar y comprender su mundo tendían a ocurrir lentamente, medidos en décadas y siglos, no en meras semanas y meses —la idea misma de que hay cinco sentidos tardó siglos en madurar».

El haber estado privados de nuestras vivencias sensoriales podría hacernos reflexionar y, en lugar de salir en busca de «estimulación», ¿no sería mejor familiarizarnos con las virtudes de la insipidez?

Y de nuevo, la maldita palabra me ataca.

Vuelvo al tema.

Decía que, actualmente, podemos elegir ocupar un puesto de honor en el podium de la insipidez, contraria a nuestra cultura occidental, o bien adoptar algo loable de la tradición china. Para los chinos, la palabra mencionada tiene el sabor de «lo virtual», no se trata de privación del sabor, sino de la capacidad de evolucionar y transformarse. La insipidez no excluye cualidades contrarias, sino que favorece una disponibilidad individual simultánea, que se mueve en armonía con las fluctuaciones del mundo y nos hace posible asociarlas con más libertad.

¡Ahí queda eso!

El filósofo François Jullien, autor del libro «Elogio de lo insípido» nos invita a repensar nuestras suposiciones. Podríamos entenderlo como una transformación silenciosa, que ocurre sin ruido, y no se despliega en el espacio, sino en el tiempo. Se trataría de una inteligencia que opera en modo continuo, no es una forma de retiro o aislamiento, sino una forma de vivir que requiere paciencia para madurar y gestar.

Termino con la reflexión del autor de este artículo —David Dorenbaum publicado en El País—, en el que me he basado para trasladar estas anotaciones a mi Querido Diario.

Bien podríamos valernos de las virtudes de la insipidez, de su espíritu de plenitud. Sería interesante no pensar en la insipidez como pereza, ociosidad o aburrimiento —todo lo cual estamos programados para sentir, con culpabilidad, en un mundo en el que el aluvión del capitalismo y las redes sociales inunda nuestros sentidos y nos desafía a actuar en consecuencia— y, en cambio, tratar de sacar provecho de la «insipidez» como una forma legítima y útil de interactuar con nuestro mundo, de una manera menos estresante y más auténtica.

¡Ojalá!


Aldebarán*


Esta noche he visto brillar a Aldebarán
al noroeste de mis sueños.

Que no se vayan las palabras
hoy te lo digo, que no se pierdan
desorientadas en el ruido de los océanos.

Que las verdades hace mucho tiempo
andaban confundidas en la oscuridad
entre tantas letras sin destino.

Dónde estaba la senda de los pájaros ¿recuerdas?
dónde el canto del colibrí que giraba
en torno a nuestra casa, ¿a dónde se fueron todos?

¿Dónde se escondieron la palabra abrazo, boca,
ojos, manos, dónde deseo, dónde alegría
entre tantas letras sin destino?

Un dia las palabras y las estrellas
nos dejarán. Es verdad. Partirán con sus cuentos
y su luz hacia constelaciones nuevas.

Pero te digo que, esta noche de frío de final de enero,
he visto brillar a Aldebarán al noroeste de mis sueños.



(*) Aldebarán: La estrella más brillante de la constelación de Tauro

Fotografía tomada del blog elojoenelcielo.blogspot.com
Basado en un poema del blog labancarrotadelcirco.wordpress.com


Río Tinto

Es una de las minas más antiguas del mundo y actualmente una de las más grandes a cielo abierto de Europa. Hay que remontarse hacia atrás unos 5.000 años para conocer la historia de la cuenca minera de Rio Tinto. El origen de esta explotación es la Edad de Bronce. Después llegaron los tartesios, los fenicios, los cartagineses y finalmente los romanos. Fueron éstos, los romanos, los últimos que trabajaron la cuenca con intensidad en busca de cobre, plata y hierro.

En 1873 la compañía inglesa Río Tinto Company Limited compró estas minas, modernizó la maquinaria, racionalizó la explotación y trabajó la tierra con tal intensidad que en un año se extraía más mineral que antes en un siglo. La explotación por parte de los ingleses duró hasta 1954, año en que la mina volvió a manos españolas.

Actualmente Rio Tinto es una mina de cobre a cielo abierto sobre la que existe un proyecto de reapertura que incorporará las últimas innovaciones tecnológicas en el sector, así como conceptos de seguridad y sostenibilidad ambiental.


Los materiales rojizos de estas tierras, por la presencia de cobre y de hierro, impregnan el río Tinto, y dan a sus aguas ese color característico, del que han tomado el nombre. Han permitido crear un ecosistema único. Sus aguas son densas por efecto de los metales, apenas tienen oxígeno y albergan una importante biodiversidad de organismos microscópicos cuya presencia ha atraído a científicos de la NASA que investigan el ecosistema, debido a sus semejanzas con el planeta Marte.

Fotografía: @mjberistain
Textos: Extractados de Internet


El Mar es el color de mis sueños

Os explicaré cómo me asalta el deseo de hacer una fotografía.
A veces es como la continuación de un sueño.
Una mañana me despierto con una extraordinaria alegría de vivir.
El Mar es el color de mis sueños

Robert Doisneau


ss paseo nuevo f 12012019-dsc_0498

Tengo un sueño de mar,
de olas tranquilas,
de rocas milenarias,
de espumas y sal.


ss el mar f dsc_1081 (1)

Puedo confundir tu cuerpo
con la ola rompiente
y esa dicha efervescente,
de amor, poesía y sueños.


ss el mar dsc_1106 copia copia

Vienes a mis pies
con la súplica del viento,
te deshaces lento
como el perfume fiel


En el amanecer pareces ola
golpeas mi hombro
una y otra vez tus besos
como en la roca tus labios.


ss peine viento f

Anclada te miro,
vienes y vas como los sueños
de una fotografía en el mar,
donde tu corazón es la Luz.


MI AGRADECIMIENTO POR LA COLABORACIÓN POÉTICA
DE POETAS NUEVOS

Publicado originalmente en octubre 2022