Ya sé que ahora no se escriben cartas como lo hacíamos hace tan solo cincuenta años. ¿Qué es el tiempo me pregunto? ¿Qué es el tiempo más allá de ese tramo de vida en el que uno va de un lugar a otro, si ya está marcado desde siempre su destino? No hay lugar para las dudas. Nadie nos pidió opinión de si así lo deseábamos.
Pero tacho la primera línea de este texto y me reinvento. Cada uno tiene sus propias tristezas y no seré yo la que comparta las mías. Siento una calma blanca, a pesar del duro cautiverio. Guardaré mi angustia en algún rincón de la casa, quizás allí consiga encontrar todo lo que he perdido estos días. Aunque pensándolo bien, seguro que no me hace falta. Estoy hablando de cosas no de caricias. Puedo prescindir de las primeras, jamás de las segundas. He perdido mis mallas negras, una zapatilla de deporte blanca, las gafas…, y estoy segura de que no las escondí para no encontrarlas, como hice con el chocolate o los bombones que me regalaron antes de entrar en alarma. Pero lo más duro de todo esto es haber perdido la magia del encuentro con mis hijos, los mordiscos amorosos o el calor de sus abrazos. Sueño cada noche con sus besos. Como cantaban Victor Manuel y Ana Belén, a dónde irán los besos que guardamos, que no damos…
Me levanto de la silla frente al ordenador, desasosegada. Procuro estirar de vez en cuando las piernas y camino pasillo arriba, pasillo abajo como lo hacía Gabriel García Márquez por el río (como símbolo de amor sin final) en su novela «El amor en los tiempos del cólera». ¿Sabremos vivir este tiempo? Recorro mis propias huellas una y otra vez. Ya no quiero atajos, quiero caminar despacio y pienso que toda la prisa que nos hemos dado en llegar hasta aquí nunca tuvo sentido. El tiempo es solo un camino, ya lo dijeron otros poetas; más nos valiera entenderlo y valorar lo que tenemos a nuestro lado. Sabemos que el amor va muriendo cuando no se le presta atención. Y no hay repuesto. No vale de nada tatuar en las paredes los nombres del olvido, ni iluminar sus sombras ni quitar el polvo de los retratos antiguos; os lo digo.
Que la alegría es ese momento en el que la vida nos tira piedritas a la ventana, como decía Benedetti, para recordarnos que estamos vivos.
@Mjberistain