El viento sacude las enaguas amarillas del otoño. Busca la boca desnuda de los bosques con pasión de enamorado. Desde el centro del pueblo llega un murmullo de voces infantiles por las estrechas pendientes empedradas. Hay hombres viejos sentados aquí y allá que parecen apacentar las horas. Las ventanas se tornan con lenta indiferencia dejando que se filtren finos hilos de luz silenciosos por las grietas. Se va haciendo tarde.
No tengo prisa, todo es un sueño. Llevo una vieja mochila al hombro.
Las sombras me siguen como afilados cuchillos negros. He subido hasta la cima con mi corazón a cuestas. Escucho el latir de las piedras, hogueras de estrellas enciende el mar, fuego fulgurante. Todo es un sueño. La noche ha borrado los caminos, el tiempo, los nombres…
En la lejanía navega indecisa mi vieja mochila.
Late el corazón apretado a las piedras, a las estrellas, al mar que rompe en el acantilado…
La madrugada apoya su frente en la ventana y me confía unas sílabas de pena y compasión Luis Rosales
¿A dónde fueron aquellos que ayer habitaban nuestras calles, de dónde viene este silencio que envuelve el vacío de la ciudad?
Se rompió el equilibrio del planeta se cegaron los ojos de los niños se olvidaron los hombres del Gran Dios creyéndose ellos que podrían alimentar la nada, pero la llenaron de escoria e inutilidad, de inmediatez y subversión obviaron el amor y lo sustituyeron por máquinas de placer puntual, las fábricas fabricaron humo que logró matar el equilibrio natural y ocultar el cielo y las estrellas, se envolvieron los mares con plástico los planetas con máscaras y un día, con inmenso dolor, sintieron cómo la tierra dejaba de respirar.
Mientras seamos fugitivos que apaguen la luna y las leyes que se inclinen los faros de todos los puertos, que estalle el corazón en mil pedazos y el sol cubra de cobre las calles y mis zapatos.
Antes de que se cumpla la primavera de los besos quiero que sepas que existe un camino a la deriva entre las flores, y un manantial de luz que se mueve entre los gestos y gotea con el exacto sonido, definitivo, de una lágrima que se estrella contra el suelo.
Qué haremos con las sombras de lo que fuimos cuando llegue el desaliento, qué haremos con el alborozo de los espejos cuando tu piel y mi piel se rasgaban al filo de la lujuria lacerante de los andenes. Qué haremos con la pasión desgastada tendida al sol como un viejo vestido de novia.
Qué haremos con el silencio sembrando cráteres de ceniza y oscuridad donde antes florecía el fuego. Qué haremos con los abrazos tatuados, con las huellas que dibujábamos en los caminos y que alguien —que no seremos nosotros— pisará, si se abrirán fauces insomnes de un dolor azul infinito.
¡Qué haremos con la alegría del perdón cuando ya el amor no nos pertenezca!
Dejar que los veranos nos invadan frecuencias y vacíos luminosos, ceremoniosos campos de amapolas caballos por los siglos de los montes y el desorden natural de las nubes bajo un misterioso cielo cegador.
Al fondo del paisaje permanece, descolorido, el rojo rústico de la sangre; los nombres de la guerra y de la muerte sin acontecimientos, como puede sonar la verdad en un cuadro de flores secas y muñecos ennegrecidos.
Niños de negro por las playas y escorrentías, personajes tras la oscuridad de matorrales y la zozobra de jóvenes madres con hijos encarcelados tras las tapias, sin fin humano. Paisaje de sombras, luz de la historia, vago horizonte de roca negra, y soledad.
Las luces de la tarde amarillean el oleaje de la vida, ¿cuántos?, ¿quiénes? dejaron allí sus platos de loza, sus cubiertos y servilletas sobre las mesas de metal, pensando que volverían. Pasa la luz y deja todos los restos tristes.
@mjberistain
Escribí este poema después de visitar Saturarán. Me impresionó la desolación de aquel espacio. Quedaban una pequeña cruz de piedra, una reciente placa con los nombres y edades de las mujeres y niños muertos, y, apoyados al pie de la cruz, una antigua muñeca y un oso de trapo ennegrecidos.
Abro el libro de las nubes y encuentro entre las líneas de lluvia una violeta muriendo de sed. K. Lubomirski
Siento el rumor de las estrellas bajo este cielo encanecido, Mis manos aún recuerdan el camino hasta tu vientre, deambulando por los siglos buscando piedras, árboles, donde ayer tallábamos nuestros nombres.
Fuimos el futuro… Mi cuerpo aún recuerda el dolor entre tus manos cuando en mis pechos hacías que crecieran las violetas.
Hay un desorden de sueños lacios enredado en su pelo,
Las golondrinas están quietas y afuera, está Bécquer llorando.
La lluvia no cede, mancha el paisaje de bruma y un cielo sin luz se desborda en las miradas sin rumbo
Licor de luna y cerezas impuras transitan la sangre y cubren de ácidos óleos los desnudos, detrás de las sonrisas se oculta el temblor de los labios y cae la Paz del crepúsculo como una dama enigmática, turbadora, en un silencio confuso.
dedicado a mi tia MARIPAZ (d.e.p.) @mjberistain escultura de Chillida
Con la creación y elección de esta música has sabido interpretar la emoción de un momento especial en mi vida; la presentación de mi libro de Poesía «Apuntes de Salitre».
Inolvidable… Feliz de haberlo compartido…
Nota: Se han tomado algunas imágenes del reportaje de Iñaki Peñalba.
Este poema lo inspiró uno de los que escribió la gran Poeta argentina Alejandra Pizarnik, A ella se lo debo, y a la revista literaria Zenda que me lo recordó.
No es solo tu cuerpo lo que veo en tu desnudo, mujer
Eras pájaro de corazón asustado, un vago recuerdo de ti misma, el olvidado temblor de otros días, el miedo en mitad del silencio de una sociedad que duerme a las orillas de la muerte.
Olvidaste que en las calles también se esconden los corazones tristes, flor de primavera frente al azul impune de la noche.
No es solo tu cuerpo lo que veo en tu desnudo, mujer
Veo manos embriagadas con el dolor de tus pechos silentes y el flujo seco de tu vientre vencido.
Una punzada de horror cada día nos sostiene en las noticias, y siento que alguien disfruta con tu sangre mientras se llora tu vacío, encadenada, mujer, al fondo del abismo.
Lloro en silencio porque no sé qué mas hacer con el aliento dañado y la conciencia cansada mordiéndome los labios. La lluvia no limpia las razones de los miserables.
Lloro por ti y por la violenta y fría estadística que se archivará hoy en el fondo de los años. Se revuelve el duelo por los caminos pero hoy volvemos a poner los contadores a cero, mujer, sobre el féretro de tu cuerpo mancillado.
Cada palabra que callas es un eco de sentencia, una trampa que nos tiende el silencio que amordaza la memoria nos vacía los gestos y nos ata las manos a la espalda.
Desorientado busco un camino nuevo, un cerco o un río de violetas desnudas interrogando en tu pecho:
¿Dónde tu voz? ¡Dime!
¡Dónde tu voz, tu voz! aquel hogar que ahora nos deshabita nos naufraga el corazón y acantila con máscaras nuestras caricias?
Hueles a mar cuando la noche se deshace en pequeños pedazos de papel y pétalos secos que hicieron nido en nuestros libros.
. Vi naufragar las palabras escritas temblando la tinta de sus trazos en cristalino desmayo y diluirse, borrosa la zozobra de tu piel contra mi piel, bajo el dolor amortiguado de la marea.
. El miedo sostenía mi mano mientras la luz se decidía a huir sigilosa de mis ojos de lluvia.
. Lejos de la orilla no me canso de mirar al mar, me adentro en el poema, en el temblor fugitivo del salitre en los labios de la memoria, la humedad rozando el breve sueño inocente de las violetas sucediéndose cada vez que bailo descalza con la luna y acaba pisándome los pies…
Prendí a la brisa mis enaguas de otoñales esperanzas.
Rodaron los sueños ilimitados por el eterno verde reciente de los campos robándole, a tientas, hilos de caricias a la bruma tejiéndole entre versos besos de lluvia y enredadera
mientras se desnudaba el otoño palpitándome en las venas…
II
Como vigías del alba horadan la piedra, inocentes, ininterrumpidos ojos de oscuros silencios licuados en antiguos desvelos Adentro, al amor de una lumbre entrañable recorren tristísimas la memoria las horas que fueron huidizas esperanzas, horas que hoy son llagas ardientes surcos de piel enroñada.
Otra tarde se aleja enhebrando su última luz por las grietas…
III
Bulle la ciudad bajo una niebla de rostro insobornable y memoria retrocedida a un ayer difuso como su talle. Dispersas, taladran la bruma obstinadas cúpulas; afiladas conciencias enmarañadas de interrogantes
que el alba es víspera de un nuevo abismo bajo la bóveda vacante.
De tus labios de ocre sabor a algas llevo impregnada la definición de mi existencia y mi boca,
como del aliento que empaña desde la húmeda concavidad del deseo la sola palabra que te nombra,
pero a ratos me apremian los suspiros tallándome la vida, repitiéndose en exceso hasta llagarme mientras trato de ahogarlos entre gestos extraviados contra el hueco alivio de los espejos.
Y a pesar de que palpita voluntariosa la esperanza afanada contra el goteo invencible del tiempo va supurando distancia la duda erigiéndose en heroína —deidad diabólica— sobre el quebranto de nuestros párpados.
Del mar, al fondo, brotan ventanas; de mi cintura, olas porque me salva el amor al que me condenas y sucede que amanezco entre horizontes nuevos cuando me llenas de besos húmedos los ojos cada vez que se duerme la primavera y yo estoy triste.
Como un vendaval de dulzura —Tus manos en mi rostro— Yo fragante, la tierra húmeda.
Tu roce me estremece. Yo recuerdo tu goce maternal dando aliento a mi figura o sucediéndose en formas con nombres de emociones sencillas. Alborada, sosiego, caricia…
Tu llama se esconde en mis ojos sin fondo, tu voz en mi silencio. Yo despierto en tu frente y dormito en tu sangre. No hacen falta palabras para que tú me entiendas; y sé que me entiendes.
Soy lo que te acuerdas de soñar, guardo en mí la ternura de todas las miradas. Solo soy un sueño de mujer con la piel de la fruta adolescente y el amor palpitando, inacabado, cálido bajo el bronce.
No podría morir nunca. Me llamo barro.
@mjberistain 1999
Una intensa dimensión espiritual y poética se manifiesta a través de las diferentes formas de expresión que utiliza María Victoria Arbeloa, en especial en su línea escultórica.
Ella busca, observa, vive, y de su actitud ética ante el mundo sucede el milagro. La creación plástica de Mavi profundiza en lo más oculto e invade el espacio convertido en obra luminosa. Su creación nos hace visible aquello que no nos es común ver, el alma.
Desde una concepción romántica de lo estético, las dóciles y frágiles materias utilizadas son cauces de libertad para la sensibilidad de la autora, ofreciéndose en su obra como un enjambre infinito de universos. Mavi modela minuciosamente la ternura, alojada entre sus dedos, mientras se congrega la emoción, sabiamente invocada, en las formas de sus bronces. Esculpe con precisión silencios que imprimen huellas: el aire contenido, la apacible soledad de una espera confiada, un gesto fugaz de dulzura, un rasgo de rebeldía… Promesas de arcilla que nos acercan al corazón del laberinto humano, adonde, parece proponernos la autora, deberíamos acercarnos más sin prisa alguna por salir.
-El paisaje del alma-, algo inalcanzable que se hace tangible y vivo en la creación de una artista que trasciende lo estético, a la que dedicamos nuestra respetuosa y emocionada admiración.
@mjberistain1995
Incluyo aquí extracto de un texto de J.C. Garza
Hablar de María Victoria Arbeloa es hablar de Arte y DE Mujer.
O del elogio de la mujer a través del arte. Será, como dice, porque ella lo es y tiende a plasmar su condición en sus esculturas. El cuerpo femenino es el gran protagonista de su obra, en la que deja traslucir sus sentimientos y emociones, pero también sus actitudes ante la vida. La escultora recorre el universo femenino a través de bronces o del modelado en arcilla antes de ser fundida.
Entre barros, bronces, refractarios y pátinas de distintas tonalidades y texturas diferentes dota de vida a las figuras; surge la mujer. La mujer en toda su amplitud.
Cuerpos femeninos entre la realidad y el realismo que trasmiten vivencias y estados de ánimo:
Maternidades en distintos estados de la comunicación entre la madre y el hijo:
Duérmete, Siempre a mi lado, Protección, Entrega, Espera…
Bustos en los que la mujer muestra distintos estados de presentarse ante la vida:
Armonía, Sosiego, Indiferencia, Seducción…
Son rostros hermosos, salidos de la imaginación de la autora (que no usa modelos), y en absoluto estáticos o rígidos, pues los pliegues del cabello les otorgan movimiento y vida.
Cuerpos completos en los que hallamos figuras sentadas, en posición de espera, quizá de un amante, pero también de otras muchas cosas que ofrece la vida:
Soñándote, Espero tu presencia, Quizás llegue…
La figura masculina también aparece en su obra, eso sí, abrazando y besando a la mujer, en un vínculo que refuerza la preeminencia de esta en el universo de Mavi.