Porque me ha encantado tu diálogo con las palabras. Sí, esas que se te esconden por los armarios, entre las cortinas o en la bañera, en tardes calurosas…
Me atrevo a «robarte» este magnífico trozo de una de tus entradas para poder saborearlo cada vez que me ataque la indiferencia de las palabras. Para saber buscarlas como haces tú, por todos los rincones. Eres una inspiración. Me haces sonreír muchas veces cuando te leo.
Incluyo un extracto de uno de los textos de Azurea en el Blog «La Bancarrota del circo».
En estos días sofocantes, de tardes largas y tiempo suspendido, invoco a las palabras como la única salvación, como un oasis en el desierto. Podría parafrasear a Serrat con aquello de: «no hago otra cosa que pensar en ti» con un «no hago otra cosa que pensar en ellas». Pero no me rindo. No me rindo porque no puedo. Si desisto solo queda este bochorno que me aplasta, de modo que sin saber para qué recorro el pasillo arriba y abajo, vagabundeo por aquí, y por allá y rien de rien. Es igual, yo sigo en medio de esta atmósfera plomiza, casi irreal, y entre la desesperanza y el descuido surge lo insólito, lo increíble. Ahí, casi pegada a la rejilla del aire acondicionado, en la repisa de los adagios, va y me doy de narices con una tilde. Una tilde verdosa, medio agonizando, pero con la voz suficiente para advertirme muy seria: “si me tocas, me licúo, y si me licúo, qué, cuántas palabras que te gustan perderían su fuerza y su nervio. Ten cuidado con lo que haces. ¡Amiga!”. Uf, ni la rozo, por si acaso. Aturdida, abro el balcón, el aire es una lengua de fuego, me siento, descanso y pienso: Es el calor. Este calor que me hace ver lo blanco negro, pero no, no. Justo en ese instante, desde mi sillón blanco-roto, observo a una metáfora, con el trazo agrietado, como se descompone en piruetas tratando de alcanzar una jarra de agua. Me ha visto o me ha intuido, porque en un plis plas se ha quedado inmóvil, aparentando estar muerta. ¡La muy perra! Lo que yo decía, están aquí, escondidas. Abro los armarios, levanto cortinas, miro, escudriño, y esta vez es un adverbio que chapotea en la bañera, chulo como un doble ocho, ha sacado la cabeza y me ha gritado: “¡Anda tía, déjanos en paz y vete con la música a otra parte!”. Glup.
Menos mal que estás aquí. A ti ellas te aman.
Extracto de «Menos mal que estás aquí»
Gracias, Azurea. Un gran abrazo.

Encantada de que compartas mis post y agradezco tus palabras, pero me gustaría que hicieras más visible el blog del que procede el texto. Gracias.
Me gustaMe gusta
Azurea… Tienes toda la razón y siento de verdad mi fallo. Incluí el link de tu blog en «Azurea» y no me di cuenta de no haberlo resaltado con el texto. Sorry, te pido que sepas personar mi traspiés. Un abrazo
Me gustaMe gusta
No te preocupes amiga. Para mí es un honor que rebloguees todo lo que te guste, pero eso sí, haciendo referencia al blog original.
Soy muy insegura escribiendo. Me gusta escribir pero siempre tengo dudas. Por eso pienso ya que me cuesta esfuerzo…😂😂😂😂
En fin, creo que reblogueaste otro y tú versión me gustó mucho.
Gracias, amiga. Un abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona
Me gustan mucho tus textos, eres natural, espontánea, audaz y simpática, socarrona a veces. Elementos que «enganchan» al lector. A veces pienso que me gustaría sentarme contigo «al fresco» y charlar un rato de nuestras inseguridades. Creo que nos reiríamos a gusto. Un gran abrazo
Me gustaLe gusta a 1 persona