Vuelve tu recuerdo al costado del invierno
vestida la mirada de escarcha y frutos nuevos.
Amanecí —sería ayer— lejos de los siglos,
de los espejos y de los libros,
con una perezosa rutina de horas quietas.
Miraba los cuadros colgados de las paredes,
el mar sonaba como hacía a veces
en la atalaya de tus pies dormidos.
Quise detener el tiempo y no pude;
hordas de lluvia clamaban,
como aventurados caballos por playas
desabrigadas; no pude.
Vuelves con tu recuerdo y sin abrigo
—los pies desnudos—
a la escasa luz blanca de este enero tardío
que abriga, a orillas de las alfombras.
Yo sigo esperando
tras la ternura de los espejos,
donde el mar suena como hacía a veces…