Caminé, caminé contando hasta cien, caminé sobre más de cien baldosas pequeñas —todavía faltaban unos minutos para la hora y no quería alejarme demasiado del gran rótulo que señalaba el sitio de la cita: «escalera catorce»—. Tratando de identificar su figura, la busqué en cada mirada que no era, estudié cada una de las siluetas anónimas que a esa hora temprana de domingo paseaban por la orilla de la playa, intenté reconocer su voz —la que había imaginado para ella— entre las voces destempladas de la mañana y el rumor de las olas que estallaban con fuerza para morir a la orilla de un silencio metálico… Una vez y otra vez volví despacio sobre mis pasos.
Estaba convencida de que la conocería a simple vista aunque no nos habíamos visto antes. Su sensibilidad, su pasión, la elegancia de los textos que compartía en internet me habían descubierto una cierta afinidad con ella. Su calidad como escritora me llevó a imaginar rasgos de su personalidad; creí en su generosidad para el amor y la amistad, creí en su talento y en su ambición literaria, en su determinación ante los retos, en su alegría contagiosa; creía en su verdad.
Intuí que estaba acercándome a ella cuando respiré el salitre de su sonrisa desde lejos. Su larga melena semi oculta debajo de un sombrero apenas dejaba entrever sus ojos del color confuso del mar cuando lo arrebata la resaca. Brillaba, despejada y cálida a la vez su mirada. Nos fundimos en un abrazo largo, hondo y tierno que consiguió desequilibrar las estructuras más poderosas de mi «mismidad». Temblé con la emoción de una adolescente. Esta era Ana.
Ese TÚ que se instala en el corazón con la facilidad de una rara complicidad.
M.J.B.
Qu hermosa dedicatoria. Qué bonito ese encuentro. Es que Anita, tu eres un ser de luz. Todos te vemos así. Ojalá pueda encontrarme contigo pronto. Besos.
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Mel, gracias por leerme y por tus palabras con las que coincido sobre «nuestra Ana». Un abrazo
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Hiciste una preciosa dedicatoria. Un abrazo.
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Luz la que desprenden los ojos de mi querída María. Impresiona su cálida mirada. Toda ella impresiona. Gracias Mel
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Qué bueno que se hayan podido ver. Ya te veré a ti también. Un beso, mi Anita.
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Un beso amore!!
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Que bonito encuentro María Jesús, y que belleza destila la descripción de tan soberbio momento. Lo he escrito en el post de Ana y ahora lo reitero en el tuyo, que fortuna de encuentro y que envidia, sana envidia de encuentro.
Un abrazo para ambas María Jesús y Ana
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Luis, pasaré en algún momento de este viaje por Santander, no sé si sería posible tomar un cafecito para conocernos? A mí me encantaría. Un abrazo. Dime algo
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Lo podemos intentar!!! Realmente conocer a alguien que escribe con tanto sentimiento hay que mirarle a los ojos!!!
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Reblogueó esto en Reflexiones al borde de los cuarentay comentado:
La reseña de nuestro encuentro, esta vez nacida de SU pluma extraordinaria. Gracias M.
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María! Mi María….qué maravillosa dedicatoria a nuestro encuentro. Gracias!! Simplemente gracias. Nos queda mucho por compartir. Abrazos eternos.
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