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El atrio se fue llenando de caras conocidas, de caras amadas. Faltaban muchos. Habíamos sido una gran Familia y la Vida había ido imponiendo su ley.
La cita era, como siempre en las celebraciones familiares, en la Basílica de Santa María del Coro en la calle Mayor. Los dos bancos primeros estaban vacíos, reservados, esperando que nos instalásemos antes de que llegara Ella.
Entró con su hija mayor, quien le había propuesto una mañana distinta, irían juntas a la Misa Mayor y después se quedarían a ver las Regatas de traineras en la Concha. Vestía un traje de chaqueta sobrio, se notaban, pero poco, sus años, porque siempre había sido una mujer con una actitud dispuesta a la alegría y a la generosidad y seguía así, ofreciendo lo mejor de ella en cada momento de su vida. A la tía Pepi todos le queríamos mucho, es verdad que ella había sido una de las personas que invadieron con luz propia la historia de la familia y, especialmente, nuestra infancia. Allí estábamos esperándola para celebrar su 80 cumpleaños. Incluso sus amigas se habían unido al grupo familiar para compartir la celebración. Ella lo ignoraba. Nos fue descubriendo a su lado poco a poco hasta darse cuenta de que la reunión era en su honor…
Desde el fondo del coro llegaba, todavía sigilosa, la música del órgano de la iglesia. Se calmaron las emociones mientras los oficiantes nos invitaban al recogimiento y a la oración.
La voz de la mezzosoprano Ainhoa Zubillaga —mi querida prima— rompió el silencio con el Ave María atribuida a Giulio Caccini. Su delicadeza y su fuerza, su lirismo llenó el espíritu de aquel encuentro de una emoción única compartida por toda la Familia.
@mjberistain
Imagen Jose María Azkona
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Voz de Inessa Galante (soprano)
fue el Ave Maria que se canto en el funeral de mi madre. Que preciosidad
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Macarena, comparto tu vacío entre las notas delicadas de la música. Te abrazo.
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