DETRÁS DE LA PIEL

LITA CABELLUT

Actualizo hoy la entrada que publiqué hace unos años, añadiendo imágenes de sus obras y enlaces que complementan la complementan.

Decía entonces… Hace tres días tuve la suerte de encontrarme con un artículo de Pablo Ortíz de Zárate —en un periódico de tirada nacional— en el que se hacía un comentario sobre ella. Me interesó mucho la persona, su personalidad. Y no únicamente su historia, siendo tan particular, sino lo que puede llegar a transmitir a través de su obra.

Lita Cabellut, según he leído, es una mujer joven, nacida en Barcelona. De origen gitano tuvo una vida ciertamente difícil desde su infancia. Con 13 años fue adoptada por una familia que le facilitó el ingreso en la Gerrit Rieveld Academy of Arts en Holanda.

Intuyo su obra como de una profundidad dramática sin límites, utilizando la luz despiadadamente contra el observador. Magnífica e inquietante.

Recomiendo visitar el Blog: ARTE Y ALGO MÁS


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 Ver Su obra en Lowe Gallery

Reconozco ser una apasionada del trabajo de Lita Cabellut.
Dice: «Toda mi obra es un autorretrato»



AGARRANDO LA LUZ DE LA LUNA

Durante la historia del arte, ha habido artistas que han poseído el poder de proyectar una percepción especial sobre la esencia de la vida humana. Lita Cabellut es una de esas personas. Su arte es una especie de “performance”, una manera de ver y de interpretar realidades a menudo invisibles. Su papel es descubrir los misterios y contradicciones que residen justo debajo de la superficie de la cara humana, de llevarlos a un nuevo nivel de conciencia, revelar la persona que tiene su alma sumergida y encarcelada por una capa superficial impuesta por la vida cotidiana. Las pinturas de Cabellut ofrecen una vía de liberar el alma, romper las cadenas de conformidad que sociedades rígidas la imponen.

Mientras estudiamos los contornos expresivos de oscuridad y claridad dentro de sus retratos imaginativos, hacemos una pausa para reflexionar sobre nuestra relación con estas fisionomías tan extremas. ¿Qué representan? ¿Arte como arte, o arte como vida? ¿Hay alguna diferencia entre los dos? Dado que su técnica de pintura constituye un proceso-acción, podemos concluir que el arte de Cabellut ofrece al espectador una sugerencia de emoción. Sus cuadros pueden parecer como “arte como arte”, pero también son representaciones de la vida, la vida interior que deambula escondida en nuestras andaduras y conversaciones cotidianas. A veces hablamos, pero nuestros actos no son acordes con nuestras palabras. Los cuadros de Cabellut no disfrazan estas hipocresías. Les da cuerpo en sus cuadros. Representan lo heroico y también lo imperdonable del comportamiento humano. Vemos en estos cuadros la confrontación entre tragedia y comedia, y las consecuencias de cómo los humanos aprenden a contener sus sufrimientos. Pienso en los retratos recientes de Edith Piaf por Cabellut, la cantante detrás de “La vie en Rose”, y su vida que pendía entre existencia y exaltación, entre reclusión y recuperación, entre generosidad y una autocontención elegante. Se puede decir mucho de Piaf, pero las palabras no llegan a la presencia heroica de estos retratos. Las palabras están vestidas con pigmentos, la blancura de la cara, el rojo del pintalabios, los ojos horrendos que cuentan todo y hace que su cara sea universal.

Cabellut en vez de reinterpretar la vida cotidiana como un ritual social, ha escogido transformar lo mundano en una aventura de miradas llena de conflictos, agonizante, y aún a veces extática. Consigue este efecto con su penetración de seres humanos quienes viven al borde, en la frontera del espíritu, quienes van más allá de los estilos de vida de imágenes en revistas y glamur. Sus retratos están menos sintetizados en su representación, menos dados a la tarea de teoría, y menos limitados en su perspectiva sobre la condición humana.

Cabellut goza de la energía metafísica de gente de la calle. Su habilidad de transformar estéticamente la apariencia humana a través de pigmentos es ejemplar. Mientras su estilo de pintura hace referencia a expresionismo, su medio es el retrato fantasmagórico. Como una tipología única, los cuadros de Cabellut destacan en marcado contraste con las figuraciones de Frances Bacon y Marlene Dumas. Mientras intencionadamente diferente al trabajo de estos artistas —que tienen preocupaciones existenciales que van en una dirección distinta— Cabellut retiene un sentido de lo íntimo, una manera de pintar que da énfasis al gesto “performance”. En su conjunto, ella revela la cara arquetípica de nuestro tiempo. Cada expresión sale de la traza de culturas divergentes. Al mismo tiempo, uno puede considerar las caras de Cabellut como representaciones fuera del tiempo. Sus expresiones van desde una delicadeza poética hasta una dureza incuestionable, especialmente en la serie titulada “Country Life” (vida del campo) donde las caras están claramente separadas del complejo urbano. Aquí, los hombres y las mujeres llevan sus penas en relación a la tierra que pisan. En el trabajo de Cabellut, la presencia de la condición humana está en su ausencia. Sus retratos constituyen todo lo que está ausente en la superficie, mejor dicho, el deseo de ir dentro de la tez del temperamento humano y extraer lo que está escondido. Si quieres la verdad, irte al lado oscuro. El lado oscuro es el vestigio perdido del alma, el ánima secreta, el alma que se ha olvidado de cómo hablar, porque ha sido desplazada temporalmente en algún lugar del éter.

En los cuadros de Cabellut, visionamos fragmentos de almas humanas, arrancadas de sus cuerpos, buscando consolación y perdón, buscando entender su valor y lugar en el mundo. Hay una especie de memoria histórica en estos cuadros, el nexus entre Holanda y España, la conexión entre capas sociales, políticas y económicas, la burguesía acomodada y los olvidados de la calle persiguiendo pobreza, a menudo más allá de la denigración. ¿Quiénes son los perdidos? Están perdidos juntos, vagando por el mar, todos en el mismo barco, en la misma galaxia, flotando sobre las estrellas, agarrando la luz de la luna, esperando sobrevivir, esperando éxtasis, buscando redención del pasado, de la historia, esperando la vuelta de sus almas de las cárceles donde han estado condenadas a voluntad.

Para Cabellut, la pintura es cuestión de dejar que sus gestos se muevan por el espacio del lienzo. Goza de un tipo de “action painting”—como si hiciera un “performance”, como si pusiera un hechizo sobre sus sujetos que viven la vida del campo. Su “Broken Glass Heroes” sintetiza la esencia de vagar entre el tiempo interior y el espacio, los elegidos que entienden el lado oscuro, quienes han viajado a la luz —Hernando, Pali, Ventura, Quique, Callegi, Hylario de la cara blanca, Modesto con una cara adusta, y finalmente Hipólito, el genio de lo impenetrable quien habla sin cesar. Hay las prostitutas de un periodo anterior que viven una vida dura, y los hombres que retratan la quietud de mente con frentes de venas azules y ojos ultra-rosas que penetran. Hay los negros de Cuba, con caras de valiente, itinerantes, al mismo tiempo estables dentro de si mismos, y amantes de Goya, los sujetos del pintor valiente quien sufrió el mal de días interminables hace dos siglos, y quien susurró esperanza para el futuro de la humanidad. El conjunto de caras de Cabellut está destinado a agarrar la luz de la luna. Son caras perennales que pertenecen al paisaje recalcitrante, a las ciudades en llamas, a los fantasmas del pasado. Estos son las almas que hacen ecos por las praderas y las llanuras, por las colinas oscuras y cuevas solitarias por la costa de Andalucía. Algunos están separados de si mismos, divididos en sus identidades, y en búsqueda de tiempos mejores o tiempos perdidos. Otros están entregados al deseo, mientras la raza humana se rebela contra la opresión, de enfrentar la tormenta, de dejarse seducir por aventuras salvajes solo para confesar una retribución gloriosa, finalmente en paz consigo mismos.

Ver artículo original

Artículo de Robert C. Morgan, crítico de arte internacional. Sus escritos han sido traducidos a 17 lenguas. Es el autor de Art into Ideas: Essays on Conceptual Art (Cambridge, 1996) y, The End of the Art World (Allworth, 1998). En paralelo con su trabajo como crítico de arte, Morgan es artista, historiador de arte, comisario y poeta.


VAN GOGH


WHY NEVER LEARNING HOW TO PAINT HELPED ME

«I see that nature has told me something.»

In a letter to his brother Theo, dated September 1882, found in Ever Yours: The Essential Letters, Vincent van Gogh describes the advantages of never learning to paint.

While making it I said to myself: let me not leave before there’s something of an autumn evening in it, something mysterious, something with seriousness in it.
However, because this effect doesn’t last, I had to paint quickly.

The figures were done with a few vigorous strokes with a firm brush — in one go. I was struck by how firmly the slender trunks stood in the ground — I began them using a brush, but because of the ground, which was already impasted, one brushstroke simply disappeared.

Then I squeezed roots and trunks into it from the tube and modelled them a little with the brush. Yes, now they stand in it — shoot up out of it — stand firmly rooted in it.

In a sense, I’m glad that I’ve never learned how to paint. Probably then I would have learned to ignore effects like this.

Now I say, no, that’s exactly what I want.
— if it’s not possible then it’s not possible —

I want to try it, even though I don’t know how it’s supposed to be done.

I don’t know myself how I paint.

I sit with a white board before the spot that strikes me.
— I look at what’s before my eyes —

I say to myself, this white board must become something.
— I come back, dissatisfied —

I put it aside, and after I’ve rested a little, feeling a kind of fear…

I look at it.
— then I’m still dissatisfied —

because I have that marvelous nature too much in mind for me to be satisfied
— but still, I see in my work an echo of what struck me,

I see that nature has told me something, has spoken to me, and that I’ve written it down in shorthand.

In my shorthand, there may be words that are indecipherable.
— errors or gaps — yet something remains of what the wood or the beach, or the figure said, and it isn’t a tame or conventional language which doesn’t stem from nature itself but from a studied manner or a system.


HUNDERTWASSER

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Me inspira lo feo…

Lleva zuecos y sujeta con fuerza una bolsa de ganchillo, en la que guarda piezas de un puzzle de madera que está construyendo arriba, en sus dependencias de la KunstHaus.  Estamos en el epicentro de Viena, su cuna y su estación favorita durante unos pocos días del año, ya que reside como un ermitaño en una cueva de césped situada en algún lugar de Nueva Zelanda, donde asegura ser feliz “mecido por el viento como una hoja en mitad del mar”. Parece el capitáfeo4n Haddock con aires de Cousteau, un niño de 73 años con las ideas más claras que el agua que utiliza para diluir sus acuarelas.

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Enfrentado con el racionalismo, la falsedad del arte contemporáneo y los trajes con corbata saca edificios y ciudades ecológicas de sus pinturas abstractas, llenas de espirales, chinarros, adobe, cúpulas columnas que semejan tornillos, hogares sin esquinas, jardines en el tejado y aguas termales. Bienvenidos al universo de Hunderstwasser, el arquitecto hippy. Nos colamos por la puerta central, irregular y anárquica del corazón de un rebelde con causa.

En usted se confunden vida y arte

Es que el diseño, la arquitectura y el arte deben ser entendidas como símbolos de la vida, no como elementos hechos para aislar al hombre de su entorno.

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¿Por qué se niega a trazar líneas rectas, levantar muros lisos o seguir pautas matemáticas?

Naturalmente, porque la arquitectura actual mata. Fíjese en que el 90% de la arquitectura moderna es inhumana y no armoniza en absoluto con la naturaleza. Yo entiendo que lo horizontal pertenece a la naturaleza y lo vertical es obra del hombre, y el mundo está sembrado de campos de concentración de cien pisos…

Sus casas, sin embargo, parecen cuadros habitables…

Es que nadie quiere vivir en una cárcel, sino en una casa que pueda ser pintada en lienzo, en papel, en el suelo. ¿A quién no le gustaría vivir en las casas que pintan los niños?

En sus casas, escuelas, templos e incluso incineradoras de basuras, usted se anticipó al actual reciclaje de materiales.

Sí, siempre he sido un propagandista del reciclaje y la reutilización. Estoy radicalmente en contra de la sociedad de consumo, del fast food, de la novedad. Soy un viejo chamarilero, la verdad.

¿Cuál es la materia prima de sus creaciones?

Cualquier material que no suponga ningún peligro para el hombre ni para el medio ambiente. Todo vale para hacer la vida más sencilla.

gota de agua y pincel1   Usted defiende la belleza de la lluvia

Sí, porque el sol, en contra de lo que la gente piensa, aniquila los colores, mientras que las nubes y el agua, la oscuridad, los dejan puros. Los contrastes, el blanco y el negro, la riqueza y la pobreza, son los culpables, en realidad, de que vivamos o muramos bajo el sol. Con la lluvia todo resulta más democrático.

¿De dónde le viene la inspiración?

De las cosas feas. El mundo está lleno de cosas horribles, y me aprovecho de ellas para convertirlas en algo hermoso.

Pero, ¿usted no es hijo de una generación que perdió la esperanza?

¡Lo soy! Pero también soy una hoja, una gota de agua, un pincel… Así me siento por dentro y por fuera.

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Friedensreich Hundertwasser (1928 – 2000)

Nace en una familia medio judía por parte de su madre en Viena. Para salvar a la familia del holocausto la madre de Hundertwasser lo alistó en la juventud hitleriana. Cuando los soldados de la SS pasaban revisión por su casa, Hundertwasser abría la puerta con el uniforme nazi, adornado con las medallas de su padre fallecido cuando él tenía un año.

Artista y arquitecto se convirtió en uno de los artistas austriacos contemporáneos más conocidos del final de siglo XX.

Fue una persona muy singular pero muy sincera, toda su obra es un reflejo de su vida, estaba completamente identificado con sus ideas. Naturalista, amante de la paz, y del desorden arquitectónico, vivió una vida muy humilde coherentemente con sus ideas, y aunque a algunos les parezca una mamarrachada, a otros su arte y sus pensamientos les parecen sublimes.

Texto Ruth Baza
Imágenes; Flickr, Galleryhip, Inspirationgreen, Cosassencillas.


Zikian Liu




Reflections 2



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Un simple espejo, unos pocos objetos (como plantas y frutas) y su propio cuerpo son los elementos que Ziqian Liu necesita para crear las fotos de ‘Reflections 2’, una serie de llamativos autorretratos que demuestran que los selfies pueden ser también arte si se tiene talento, se cuida la composición y (en este caso) se…

Reflections 2’, cuando el selfie se convierte en arte gracias a una cuidada y original composición minimalista, por

Ziqian Liu

Origen: Xataka Foto


Mundos Imposibles

Hablaré de MariJose Cueli.

Pero, pensándolo mejor, es preferible que deis un paseo relajado por sus «Mundos imposibles».

MariJose Cueli es una artista indiscutible. He tenido la oportunidad de estar muy cerca de ella, pero no el tiempo suficiente para impregnarme de sus enseñanzas. Desde aquí mi homenaje a una persona muy especial y generosa en la amistad, por la que siento gran admiración.

Nota: pulsando sobre su nombre se abrirá su página Web que os recomiendo visitar. Muy interesante.


Yves Klein

Alastair Sooke*Especial para BBC Culture 11/09/2014

Este francés fue un artista, hombre del espectáculo e inventor que creó un tono que nunca había existido antes. ¿Cómo pudo lograrlo?

Un día de verano en 1947, tres muchachos estaban sentados en una playa de Niza en el sur de Francia. Para matar el tiempo, decidieron hacer un juego y repartir el mundo entre ellos. Uno eligió el reino animal, otro el reino de las plantas.

Antes de tumbarse y contemplar el infinito azul del cielo, el tercer joven escogió el reino mineral. Luego, con la alegría de alguien que ha decidido repentinamente qué destino darle a su vida, se dirigió a sus amigos y anunció: «El cielo azul es mi primera obra de arte».

Ese hombre era Yves Klein, a quien el crítico de arte Peter Schjeldahl de la revista estadounidense New Yorker describió en 2010 como «el último artista francés de gran impacto internacional». En un período de creatividad prodigiosa que duró desde 1954 hasta su muerte en 1962, por un tercer ataque cardíaco, a los 34 años, Klein definió el curso del arte occidental.

Lo hizo gracias a su compromiso con el poder espiritualmente edificante del color: dorado, rosa, pero sobre todo azul. De hecho, su devoción cromática era tan profunda que en 1960 patentó un color de su invención, que llamó International Klein Blue (azul Klein internacional, en español).Deslumbrante

Nacido en 1928, hijo de padres pintores, Klein siempre mostró una tendencia por la espectacularidad. Le encantaba la magia así como los rituales arcanos de la mística orden Rosacruz —un movimiento esotérico de origen medieval— cuya influencia se manifestó posteriormente en su trabajo. Después de pasar un año y medio aprendiendo judo en Japón a principios de 1950, finalmente se instaló en París y se dedicó al arte. Su primera exposición de pinturas monocromáticas en varios colores se llevó a cabo en las salas de exhibición de una casa editorial parisina en 1955.

Su corta carrera se caracterizó por la abundancia de gestos radicales, muchas veces con el toque de su talento para el espectáculo. Por ejemplo, para celebrar la inauguración de una exposición individual en 1957 lanzó 1001 globos azules llenos de helio en el distrito de St-Germain-des-Prés de París.

Al año siguiente, hizo una exposición que ahora se conoce como ‘The Void’, que consistía sólo en una galería vacía pero que atrajo a una multitud de 2.500 personas, que tuvo que ser dispersada por la policía.

«Salto al vacío», su famosa fotografía en blanco y negro de 1960, muestra a Klein elevándose desde el parapeto de un edificio como un superhombre. Y como todos los actos de magia, la fotografía es en realidad un truco en el que la lona que en realidad sostenía a Klein no se ve.

Tal vez su performance más notorio tuvo lugar en marzo de 1960, en la inauguración de su exposición «Antropometrías de la Época Azul» en París. En esa ocasión Klein apareció ante el público vestido con un frac blanco, dirigiendo a tres modelos desnudas que se cubrían con una pintura azul pegajosa.

Mientras tanto, nueve músicos tocaban su Sinfonía monótona-silencio, que consistía en una sola nota interpretada durante 20 minutos, seguida por otros 20 minutos de silencio. Los cuerpos de las modelos pintadas eran impresos en un lienzo blanco, lo que Klein describió como «pinceles vivientes».

«El genio de Klein es cada vez más evidente», dice Catherine Wood, curadora de arte contemporáneo y performance del conocido museo londinense Tate Modern. «Ha sido tildado por algunos historiadores de arte como un charlatán o, debido al uso que hacía de modelos desnudas, como convencional y sexista, pero sus estrategias eran juguetonamente críticas y han adquirido una influencia significativa para las nuevas generaciones, Se podría decir que era un bromista crítico como Duchamp».

Ampliando el espectro

A pesar de su influencia en el arte conceptual, Klein estaba más preocupado por el color. En 1956, mientras estaba de vacaciones en Niza, hizo experimentos con un aglutinante polimérico para preservar la luminiscencia y la textura en polvo de un pigmento ultramarino en crudo todavía inestable, su patentado International Klein Blue (IKB) en 1960.

En 1957 Klein inauguró una exposición en Milán, que incluía 11 pinturas monocromáticas azules sin enmarcar, que marcó el comienzo de su «Revolución Azul». A partir de este momento el francés empezó a incorporar el IKB en todo tipo de objetos, como esponjas, globos y bustos de Venus. Incluso sus ‘pinceles vivientes’ sumergieron su carne en el IKB.

Yves Klein
Image caption. El ministro del Interior francés, Manuel Vallas, visitó una exposición de Yves Klein en Saint-Paul-de-Vence, en el sur de Francia en 2013.

Los historiadores de arte siguen debatiendo la importancia del azul ultramarino de Klein. Para algunos, representa una ruptura con la abstracción llena de angustia, tan popular después de la Segunda Guerra Mundial. Las pinturas monocromáticas planas en blanco, pintadas mecánicamente utilizando un rodillo, parecían repeler el arte expresionista.

Para otros expertos las pinturas monocromáticas sin profundidad de Klein y la obsesión con ‘el vacío’ son expresiones de la amenaza de un holocausto nuclear. «Es absolutamente necesario darse cuenta de que, sin exageración alguna, vivimos en la era atómica», dijo Klein una vez, «En la que toda la materia física puede desaparecer de la noche a la mañana para dejar su lugar a lo que podemos imaginar como lo más abstracto».

Como el artista dijo una vez: «Al principio no hay nada, luego hay un profundo vacío y después de eso una profundidad azul».

Sin duda, sus pinturas monocromáticas ricas y radiantes comparten una característica singular: todas tienen una calidad vertiginosa que parece que nos succiona de la realidad hacia otra dimensión inmaterial. Mirarlas es comparable a meditar bajo un cielo azul profundo, algo que Klein quizás intuyó cuando era joven, en esa playa de Niza en 1947.

«De todos los colores que utilizó Klein, el azul ultramar se convirtió en el más importante. A diferencia de muchos otros colores, que crean bloqueos opacos, el azul ultramar reluce y brilla, aparentemente abriéndose a reinos inmateriales. Las pinturas monocromáticas azules de Klein no son pinturas, sino experiencias, pasadizos que conducen hacia el vacío», explica Kerry Brougher, curador de la gran retrospectiva Yves Klein: With the Void, Full Powers, en el Museo Hirshhorn de Washington DC, en 2010.



*Alastair Sooke es crítico de arte de The Daily Telegraph. Escribe ampliamente pero no exclusivamente sobre arte moderno y contemporáneo y escribe y presenta documentales en televisión y radio para la BBC.

Puedes leer la nota original en inglés en BBC Culture

Tamara de Lempicka

 Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré

Sofisticación, trasgresión y modernidad. Estos son algunos de los rasgos que definen la vida y obra de la artista Tamara de Lempicka (Varsovia, 1898 – Cuernavaca, México, 1980) a la que el Palacio de Gaviria le dedica su primera retrospectiva en Madrid. Una exposición que permanecerá abierta al público hasta el 26 de mayo en la que se podrá disfrutar del más puro estilo art decó. Y es que la selección está integrada por 200 piezas de distintos soportes y formatos, que tienen como objetivo ambientar el modo de vida de la que es considerada “la reina” de este movimiento. Encontramos así lujosos vestidos de sastrería italiana, entre ellos el diseñado por Elsa Schiaparelli que tanto adoraba la artista. También mobiliario de finales de los años 20 y 30, como la librería de brezo, con incrustaciones de arce y peltre, creada por Gio Ponti y Emilio Lancia o piezas de cerámica de la época, como el jarrón craquelado del famoso ceramista francés René Buthaud.

La vida de Lempicka comenzó en el seno de una familia adinerada rusa bajo el nombre de Tamara Rosalia Gurwik-Gorska. Tanto su fecha como su lugar de nacimiento continúan siendo a día de hoy un misterio. Algunos expertos sostienen que nació en Moscú y otros en Varsovia. El año oscila entre 1895 y 1898. En esta exposición, se toma como punto de partida Varsovia, 1898. A lo largo de su infancia y adolescencia vivió en distintos puntos de Rusia, Polonia, Suiza e Italia, donde dio clases de idiomas y comenzó a manifestar su interés por el arte. En 1916, se casará en San Petersburgo con su primer marido Tadausz Lempicki, del que tomó su apellido, y con el que tuvo una hija pocos meses después. Sin embargo, se verán obligados a abandonar el país y a exiliarse en París dos años después debido al convulso periodo político. El triunfo de la Revolución en 1917, que obligó al zar Nicolás II a abdicar, supuso la caída del Imperio ruso. A finales de ese mismo año los bolcheviques tomaron el mando y arrestaron a su marido. Por suerte, Lempicka logró liberarlo y huyeron a París, como muchos otros miembros de la aristocracia rusa.

Aunque sus inicios en la capital francesa no fueron fáciles, Lempicka no tardará en consolidarse como artista. Inspirada por la efervescencia creativa de la atmósfera parisina, comenzó a tomar clases de pintura. En 1922, logró exponer por primera vez en el Salon d’Automne. A partir de entonces su éxito creció como la espuma y en poco tiempo se convirtió en una mujer muy adinerada. Su nombre era sinónimo de modernidad y glamur y era muy popular en los círculos intelectuales y artísticos en los que se reunía con personajes como Jean Cocteau, Isadora Duncan, Colette o James Joyce. Sus pinturas estaban de moda y sus personajes “a la moda”. A lo largo de las obras de esta exposición veremos la predilección de Lempicka por los sombreros. De hecho, en 1921 publicó en dos revistas de moda L’Illustration des Modes y Femina sus ilustraciones de distintos diseños de sombreros. Poco tiempo después, en 1925, se celebró en París la Exposición Internacional de las Artes Decorativas, donde el reconocimiento del art decó adquirió su expansión a nivel internacional y se convirtió en referente de la modernidad, la decoración y el buen gusto.

El talento de Lempicka no solo estaba en su capacidad para pintar, sino en el modo de seducir con su personalidad. Sus gestos, su contoneo al andar y su modo de hablar, la convirtieron en toda una diva. Pintó tanto a miembros de la realeza (en la muestra hay un pequeño retrato del rey Alfonso XIII, recién descubierto) y la nobleza, como a científicos e intelectuales y también a personas de las clases bajas, como inmigrantes y prostitutas. Además, se puede apreciar en sus pinturas más transgresoras su abierta bisexualidad, en una sección dedicada exclusivamente a “las amazonas”, como se designaba a principios del siglo XX a las mujeres homosexuales. Una de las obras destacadas de este contexto es El doble “47” (c.1924), en el que se ve a dos garçonnes -mujeres lesbianas que vestían de manera masculina- en la entrada de una maison “solo para mujeres”. Este revolucionario y moderno estilo de vida se reflejaba también en el diseño de su propia casa-estudio en el barrio de Montparnasse (en el número 7 de la rue Méchain), que compró en 1930 tras separarse de su marido. El arquitecto fue Robert Mallet-Stevens y la que se encargó del diseño de los espacios interiores fue Adrienne Gorska, hermana de Lempicka y la primera polaca arquitecta, que fue pionera en realizar proyectos para las salas de cine, sobre todo de los Cinéac de París y de toda Francia.

Sin embargo, aunque la pintura de Lempicka derrochaba modernidad, ella nunca renunció a estudiar las obras de los grandes maestros de los siglos anteriores. En una de las salas, se pueden contemplar obras que están inspiradas en las de artistas del Renacimiento italiano como Botticelli, Miguel Ángel o Bernini, o en reconocidos autores del barroco neerlandés como Vermeer, o del romanticismo italiano como Hayez, entre otros. También manifestará su admiración por El Greco y Goya tras ver sus obras en los museos españoles cuando visitó, en el año 1932, las ciudades de Madrid, Toledo, Sevilla, Málaga y Córdoba. La artista mostraría también interés por realizar bodegones de flores y frutas en varios momentos de su carrera. En la muestra encontramos algunos ejemplos que datan de principios de los años 20 y otros de finales de la década de los 40. Sobrios, de vivos colores y pintados con gran virtuosismo.

En la década de los treinta, Lempicka se volvió a casar, esta vez con el barón Raoul Kuffer. Sin embargo, la artista tuvo que huir de nuevo pocos años después de casarse, en esta ocasión, debido al estallido de la Segunda Guerra Mundial. La pareja se mudó a Estados Unidos, ni más ni menos que a Beverly Hills (en la que fue la casa del famoso director de cine King Vidor). En 1941, la artista expuso por todo lo alto en las galerías de Julien Levy -quien también trabajó con Salvador Dalí- con sede en Nueva York y los Ángeles y también en las Courvoisier Galleries. Durante su etapa en Norteamérica, Lempicka expresó su interés en realizar una exposición de pinturas de manos, inspirada en las imágenes de finales de los años 20 que publicaron fotógrafos como André Kertész y François Kollar o la fotógrafa Laure Albin Guillot, algunas de las cuales están presentes en esta retrospectiva. Cuando finalizó la Segunda Guerra Mundial el matrimonio volvió a mudarse a París y Lempicka reabrió su casa-estudio en la rue Méchain. Durante los siguientes años la popularidad de Lempicka iría disminuyendo aunque volvió a resurgir cuando el Museo de las Artes Decorativas de París organizó, en 1966, la exposición Les Années 25, que conmemoraba aquellos locos años 20.

El broche final de esta muestra es la sección titulada Las visiones amorosas en la que se encuentran, entre otras, las pinturas de Lempicka protagonizadas por mujeres con las que mantuvo un romance o aquellas que reflejan amor entre mujeres. Dos ejemplos son, el erótico desnudo La bella Rafaëla (1927), o  Las muchachas (c.1930) donde unas jóvenes se abrazan sugerentes delante de los rascacielos de Nueva York. En la última parte de su vida y después de la muerte de su marido en los años 60, Lempicka abandonó París. Fue a vivir una temporada a Houston para estar más cerca de su hija, pero finalmente terminó mudándose a México, país en el que vivió hasta el fin de sus días en la casa “Tres Bambús” ubicada en Cuernavaca. Una apasionante vida contada a través de una exposición que, sin duda, hay que ver con calma para poder disfrutar de la gran variedad de obras -a las que hay que añadir documentos en vídeos y fantásticas fotografías de gran tamaño- que reviven el mundo de la “Reina del Art Decó”.

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Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré
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Vista de uno de los vestidos de Elsa Schiaparelli en la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré
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Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré
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Tamara de Lempicka, El doble “47” (c.1924) © Marina Fertré
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Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré
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Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré
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Tamara de Lempicka en su casa-estudio en el número 7 de la rue Méchain © Marina Fertré
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Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré
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Tamara de Lempicka, La bella Rafaëla (1927) © Marina Fertré
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Tamara de Lempicka, Las muchachas (c.1930) © Marina Fertré
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Vista de la exposición de Tamara de Lempicka en el Palacio de Gaviria © Marina Fertré

COMISARIA: GIOIA MORI



Biografía de Tamara de Lempicka (del Blog Trianarts)

Maria Górska, que era su nombre de soltera, nació en Varsovia, Polonia, el 16 de mayo de 1898.
La belleza de sus retratos femeninos, a la vez férreos, son sus mejores ejemplos, junto con los desnudos, del estilo Art Decó que le dieron su reconocida fama.

Se apasionó  por el Renacimiento italiano, especialmente de las obras de los maestros Miguel ÁngelBotticelli, Bellini, Pontormo, y Antonello da Messina, en un viaje que realizó a Italia con su abuela en 1911.

Tomó su apellido artístico tras casarse con Tadeusz Łempicka, abogado polaco con el que llevaba una vida llena de lujos y riqueza en San Petesburgo hasta que durante la Revolución Rusa, este fue encarcelado, Tamara logró sacarle y trasladarle a Copenhague.

En 1923 marcharon a París donde comenzó a exponer en varias galerías.
La primera exposición Art Decó de París en 1925, contó con su participación gracias a la cual su proyección alcanzó fama internacional.
En 1927, su obra: «Kizette en el balcón» ganó el primer premio de la «Exposición Internacional de Burdeos».

En 1929 se divorció, entablando posteriormente una relación con el barón Raoul Kuffner, coleccionista de su obra, con el que viajaría a Estados Unidos donde se casaron.

Pronto se hizo muy famosa entre la burguesía neoyorquina, exponiendo en varias galerías estadounidenses y europeas.
En 1933 viajó temporalmente a Chicago donde trabajó con Willem de Kooning y Georgia O’Keeffe.

En 1938 se trasladó a vivir a Beverly Hills.
En 1960 dio un giro a su estilo, pasándose a la abstracción.
En 1962 murió el barón.

Había sido una pintora célebre en la Europa de la década de 1930, al menos en los círculos de la nobleza declinante y de la burguesía rica, que se disputaban  ser retratados por ella, después, cayó en el olvido. Con la Segunda Guerra Mundial su estrella artística empezó a declinar, hasta desaparecer, aunque intentase aún jugar con la abstracción, como lo hizo también con el surrealismo.

Convertida ya en baronesa, vivió la guerra y la postguerra lejos de la Europa que la vio triunfar, ejerciendo en los Estados Unidos la función de dama del gran mundo que veía crecer las ruinas de su belleza, sin poder hacer nada por evitarlo.

En 1972, siendo ya una anciana venerable, más de treinta años después de su marcha a Estados Unidos, se realizó una exposición de sus obras en París —semejante a la que, en el verano de 2004, organizó la Royal Academy of Arts, de Londres— que la hizo de nuevo famosa, rescatándola del olvido, como si fuera un espectro que surgía de los locos años veinte, de la Europa de entreguerras marcada por la depresión, pero también por el cabaret y el gusto por la vida, y que recuperaba con ella la dulzura de los sentidos, la sensualidad y el erotismo de un arte que parecía ser moderno, aunque fuese ya en el momento de su creación, completamente arcaico.

«Dicen de mí: «Aristócrata, excéntrica, liberal, independiente, excesiva, exuberante, bisexual, diletante, fría, sofisticada, deslumbrante, narcisista, moderna, autoritaria, snob, insolente, ingeniosa, hedonista, despiadada, elegante, voraz, imperiosa, cosmopolita, arrogante, depresiva, inteligente, exótica, perversa, divertida, femme fatale… Inimitable, la Greta Garbo del Art Déco.

Murió en Cuernavaca, México, el 16 de marzo de 1980.
Su hija Kizette, para complacer el deseo de su madre y acompañada del escultor Víctor Contreras (heredero de gran cantidad de la obra de la pintora),  arrojaron sus cenizas desde un helicóptero en el cráter del Volcán Popocatépetl.


Desmemoria


Hace solo unas horas he descubierto un Blog al que he llegado por medio de una reseña que se ha hecho de la obra de mi amiga y gran poeta Isabel Fernández Bernaldo de Quirós, a raíz de la reciente presentación de su cuarto libro de poesía titulada «La senda hacia lo diáfano», publicada por Editorial Vitruvio.

En este caso quiero referirme a la persona que firma el blog: Carlos Alcorta.
«carlosalcorta – Literatura y Arte»

A él agradezco el haberme animado a reflexionar sobre un tema que estos días me he aventurado a incluir en alguno de mis escritos, llamado en términos poéticos «desmemoria», como un estado «voluntario y temporal» entendido como ayuda para la sanación emocional.

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«Quien vive sin memoria no ha salido aún del paraíso». Ese estado virginal, esa referencia a la pureza resulta conmovedora porque revela un estado anterior al pecado y a la penitencia que este lleva aparejada, pero, por más que poéticamente vivir sin memoria resulte una metáfora de la inocencia, del paraíso perdido, no deja de ser un impedimento que coarta el futuro y tergiversa el presente al mostrar una visión sesgada de la existencia.

La memoria es fundamental para consolidar ese proceso en construcción permanente que llamamos identidad, pero, además, la memoria posee una función colectiva, histórica, de suma importancia para reconocernos en lo ajeno, en el prójimo, en el otro, incluso para que ese otro se reconozca, a su vez, en nuestra mirada. Quien vive sin memoria vive como si no estuviera despierto del todo, vive de espaldas a la realidad y renuncia a aquello que Thoreau llamó “la herencia del mundo”. Por eso no es conveniente dejar que crezcan a nuestro alrededor las zarzas del olvido. El olvido ningunea a las personas e invisibiliza acontecimientos, aviva la ausencia y espolea la ignorancia, por más que olvidar sea necesario para asimilar la crudeza de la realidad: «Olvidar —escribe Carlos Castilla del Pino— es una forma, económicamente necesaria, de disolver aquella parte de nosotros que, por diversas razones (algunas conocidas, otras ni siquiera cognoscibles), no toleramos. Cada recuerdo (de alguien, sobre algo y en algún lugar) es un Yo. Entre uno y otro Yo se abren fisuras, que a menudo se suturan mediante recuerdos o seudorecuerdos (las imprecisamente denominadas “ilusiones de la memoria”)».

Deducimos de lo dicho más arriba que, al menos, hay dos tipos de olvido. Uno olvido inconsciente que cauteriza las heridas y ejerce un efecto salvífico y otro de consecuencias nocivas, un olvido voluntario que actúa como un disolvente cuyo fin es deshacerse de todo aquello que, por una razón u otra nos resulta molesto o antipático. Las instituciones, los organismos públicos y privados, la colectividad en general suelen ser quienes emplean esta treta con mayor prodigalidad, pero sin ostentar el monopolio; no es infrecuente encontrar individuos que cultivan ese absentismo evocativo.



Carlos Alcorta – Literatura y Arte

extractado de la reseña sobre el libro de Manuel Arce titulado «Un árbol solitario»
Imagen: Cara de mujer de Picasso