Goruntz – III

 

De quién fueron los gestos,
de quién las palabras sonoras y los elocuentes silencios,
de quién las miradas impúdicas y salvajes
de qué desesperados la fuerza de las pasiones
más oprobiosas y delirantes.

Y vos que miráis con recelo, sin admitir que los dioses
no defienden a los pobres, a los inocentes ni a los niños
¿de qué vais vestidos?, vuestras túnicas de sedas
y doradas cadenas hacen a vuestro paso demasiado ruido.

Mejor comprendierais la alegría de l@s muert@s
antes de que llegaran a vuestras salas de altos techos
y maderas nobles. Vuestras gafas llevan a veces niebla
en los cristales y los libros, que fueron escritos
hace siglos, duermen en los estantes.

De quién es el pecado, de quién la inocencia,
de quién la indiferencia, solo Dios lo sabe.

Yo solo pido:
abrir las ventanas que cerráis a cal y canto,
bajad al asfalto, a las cantinas, a los arrozales,
escuchad el rumor de los corazones apagados
y unir vuestras fuerzas al clamor de las calles.

 

 

 

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