La mascota

Su casa era lo que se llama un «Hogar» fantástico.

Un gran oso de peluche, de tamaño natural, —de ese tamaño que, si pretendes cogerlo te faltan brazos para rodearlo— había sido, hasta hacía unos meses, el personaje principal del dormitorio de los niños.

Recuerdo cuando se lo regalaron al nacer su segundo hijo.

Salía yo de la maternidad emocionada y feliz. Se habían superado con éxito los difíciles cuarenta minutos del parto de mi hija menor que nos habían mantenido en máxima alerta a médicos, enfermeras, y a la familia que esperaba noticias en la puerta del paritorio. Decía que salía yo feliz…

Un gran Land Rover se detuvo al otro lado de la acera ocupando parte del paso de cebra cuando yo me disponía a cruzar la calle. De él saltó hacia mí un gran oso peludo. Detrás, apenas podía yo imaginarme a Pepote. Sus pequeños ojos risueños me miraban como pidiendo perdón. Fue difícil aventurarnos en un abrazo con el oso por medio.

¡Ah! Lo fantástico que puede ser tener un ejército de dinosaurios de todos los tamaños que aparecen y desaparecen por cualquier rincón de la casa, —siempre pensé que se habían extinguido—, y miles de minúsculos monstruos de piezas desmontables que se clavan inmisericordes en los pies descalzos, porque, eso sí, los zapatos, zapatillas, botas, botines y demás, se quedan (por cierto, perfectamente ordenados) en un mueble hecho al efecto en la entrada. Ello sin hablar de los típicos patos, algún delfín, tortuga o serpiente articulada de color y tamaño casi natural —por la que casi muero un día que hice de «canguro» y me la encontré en la bañera.

Nunca hubo ocasión para tener que autorizar la presencia de cualquier otro animal en casa, —me refiero a animal doméstico del tipo «mascota».

Pero Angie se marchó. Ella y su pareja lo llevaban pensando durante los últimos meses. Las cosas del trabajo no estaban fáciles, así que aceptaron probar mejor suerte, entonces que los niños eran pequeños, y decidieron trasladarse a Estados Unidos. Viajó toda la familia.

Excepto Chet.

Así se instaló Chet en aquella casa, cualquier día, de sopetón.

¡Zas!, una mascota.

La gran amistad tiene estas cosas. De repente te encuentras con que admites cuidar de la mascota de tu mejor amiga cuando ella no puede atenderla. Los niños encantados la admiten como uno más en la familia y se pelean por sacarla a pasear por el pasillo cada tarde después de hacer los deberes. Es el momento en el que la mascota corretea jugueteando con ellos y soltando pequeñas cagarrutas negruzcas a diestro y siniestro. Lo de tratar de atraparla para que vuelva a su jaula es un divertimento exasperante, —exclusivamente para los mayores que están deseando de que los peques se vayan a la cama.

¿Se le pueden hacer cosquillas a una chinchilla debajo de la barbilla?

Más allá de provocarme una tierna sonrisa, la pregunta me dejó boquiabierta.

¿Es posible que un niño de cinco años consiga esta bellísima aliteración?

___

@mariajesusberistain
Imagen: Daniel Sulbarán

Ver: https://www.mascoteros.com/blog/historia-y-cuidados-de-la-chinchilla/

* La aliteración es una figura retórica que se caracteriza por la repetición consecutiva de un mismo fonema, fonemas similares, consonánticos o vocálicos en una oración o verso. … La finalidad de la aliteración es embellecer la prosa y la poesía con el objetivo de producir sonidos y musicalidad


2 comentarios sobre “La mascota

  1. Punto uno: detesto los osos de peluche, así que me quedo con la chinchilla (preciosa, además). Punto dos: ¡Claro que los niños pueden conseguir esas formas poéticas! Borges decía que si uno escuchaba con atención a la gente en la calle, a veces va a encontrar expresiones maravillosamente poéticas, de las cuales no son conscientes quienes las pronuncian. Cuando el mayor de mis hijos (ahora con 33) era una cosita que apenas se separaba del piso, y jugando a esas cosas que yo le inventaba con palabras, me largó un «Nunca encontrarás un hombre cuyo cuerpo sea una «b»», quedé mudo por un instante ¡Surrealismo puro! Ya lo quisiera Dalí, me dije con orgullo excesivo… pero ahí estaba la expresión, la que nunca olvidé (alguna vez me propuse escribir un cuento con ese título, peor la idea nunca apareció). Como sea, la poesía o el arte a veces están más a la mano de lo que uno cree.

    Abrazo.

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