Saber que me añoras no es un lugar
para comer de tus manos peregrinas,
ni la intemperie una circunstancia
que me amarre al dulce festival
de tus palabras como a una tabla de náufrago.
Renunciar puede ser un acto de amor,
inmisericorde, pero acto de amor, al fin.
El resultado de un largo exilio
entre tu pecho y el mío
cuando ya nada estremece,
ni tan siquiera el roce aventurado
de tus manos hurgando en el bolsillo de mi abrigo.
Porque hay distancias que de tan cercanas duelen,
como la fría luminiscencia del neón por los tejados
o la intermitencia cansina de los semáforos sin alma
cada vez que te busco por las ciudades del mundo
y renuncio,
porque no sé cómo explicarte que no quiero encontrarte.
@mjberistain
Una maravilla. Enhorabuena!!!
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Iñaki, alegría de leer tu comentario, me animas a variar un poco el tono de mi escritura. Muchísimas gracias, lo intento. Un abrazo.
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El encanto de tu poema está en la sencillez, es como platicar en un yo tu en una mesa de café cuya mesa es un oceáno. Cercanía y una distancia feroz. Beso y rosas amada amiga.
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Estaría muy bien poder hablar de estos y otros temas de tu a tu ante un buen café. Gracias siempre por tu presencia y tus comentarios Rubén. Un gran abrazo.
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Maravillosos verso, María Jesús. Gran poema.
Abrazos, querida amiga.
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Isabel, eres como un permanente empujón para mi espíritu, además de una referencia fundamental. Un besazo y espero que no tengas que esperar mucho en esas horribles salas de espera. Ánimo, espero que mejores. Un recuerdo para Jesús que te cuida con tanto amor.
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Magnífico. Con tu permiso lo comparto, María Jesús.
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Pedro, sabes que tienes mi permiso y, es más, mi agradecimiento por la ilusión que me hace compartir espacios contigo. Un abrazo.
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