Ahora cuando te escribo
desde el lugar donde coloqué tu recuerdo
aquí, al aire libre,
juego con él al abandono
y siento…
Que flotas en el aire esta mañana
indeciso, transparente…, y eres
como gota de lluvia que presiente
la piedad del precipicio.
Te dan color las montañas,
El cielo de nubes se agrieta
bajo la memoria azul
de constelaciones dormidas,
y tus matices van creciendo
con la lluvia que parece próxima,
con la lluvia que no llega,
con las hojas de los abedules
que van cayendo
mientras sudas viento.
Me despojo de tu nombre y siento frío.
Recuerdo cuando abrigábamos,
torpes, la esperanza, sólo con la piel
desnuda de las caricias.
Me despojo de tu nombre y siento frío.
La nostalgia, como una densa bruma,
como una gran cascada de silencio
me abraza contra el vacío.
Un bullicio de gaviotas despierta
galernas invisibles en mi espalda
y temo…
vestirme de nuevo de sed y de seda,
perfumarme con el aroma de tus contrastes,
deambular por los salones de espejos
lacios
y tropezar con la ternura que invade
los horizontes de mi conciencia
como una obesión.
Temo…
caer sin vanidad ante las ruinas.
¿Qué puedo hacer para olvidarte?
Quizás tan solo mirarte de frente,
fijamente,
y beber este instante de sal
y verdad
como un elixir añejo
al que entregarme sin más.
Porque hoy solo quiero,
—cuando este juego termine—
resucitar de estas brasas… sin lágrimas.
@mjberistain
Fotografia: Crissanta.es