Ni Dios ni Darwin fue el libro publicado por mi amigo Erramun Gametxo (1914-2006), persona a la que tuve la oportunidad de conocer y con la que conversé en muchas ocasiones. Mi admiración por su conocimiento y su discurso estuvo bastante lejos del impresionante ejercicio intelectural que proponía.
Historia de un desencuentro intelectual con mi amigo Gametxo, que ahora vive en el corazón de mi memoria y en mis papeles.
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Querida Maixux:
Leído que hube -no te rías- leído que hube, digo, tus «notas de autor», me permití la libertad de rebatirlas una por una, despiadadamente. Sé que por ello has de aborrecerme a perpetuidad, pero ya sabes aquello de «amica Maixux -léase amicus Plato-, sed magis amica veritas (*)
Tengo la sospecha de que no te hacen demasiada gracia las bromas o las chirigotas, porque eres muy «seria». A mí sí me gustan cuando me agrada una persona con la que tengo confianza. Perdóname, pero soy así.
Y vamos al grano, ahora en serio. Como no sé si guardaste copia de las notas en cuestión, destacaré aquellas que me inspiren algún comentario.
Mi deseo primero es que la divergencia de nuestro pensamiento no empañe ni siquiera remotamente nuestra relación, tan singular…
No estoy muy seguro de que haya divergencia de nuestro pensamiento. Más bien creo que la divergencia está en el sentimiento, en las respectivas valoraciones afectivas. En cualquier caso, al menos por mi parte, no se empañará por eso, ni remotamente, nuestra relación.
Existen diferencias importantes en nuestra «cultura»… En cuanto a la cantidad y calidad de conocimiento…
No hay manera de medir la cantidad de conocimiento de las personas que tengan la misma edad. Por supuesto, salvo casos patológicos, cualquier persona de mucha edad tendrá siempre cantidad de conocimiento mayor que cualquier otra persona de corta edad, teniendo en cuenta que, mientras no se especifique qué clase de conocimiento, el de las matemáticas superiores o el de la alta teología (p.ej.) es tan conocimiento como el del campesino que sabe sembrar patata o trigo. Hecha la puntualización precedente, manifiesto mi total desacuerdo con tu tesis: en cuanto a cantidad de conocimiento , no existen diferencias importantes entre tú y yo. (¿Entre tu y yo?, ¿O entre tí y entre mí?, «Entre tí y mí», no pega. «Entre tú y entre yo», tampoco. ¡Estamos arreglados; ahora resulta que no sé gramática elemental!)
En cuanto a la calidad del conocimiento, ¿quien es el guapo capaz de afirmar que la calidad de mis conocimientos es mejor (o peor) que la de los tuyos?. Los conocimientos de astronomía o de sociología ¿son de calidad mejor, o peor, que los de la geología o los de la economía?. Tampoco estoy de acuerdo en que haya diferencias importantes entre tú y yo, en cuanto a calidad de conocimiento.
En cuanto a la estructura del pensamiento…
Ignoro cuál es aquí tu concepto de «estructura». Yo no tengo ninguno. Con arreglo a mis hipótesis, concibo el pensamiento como una función cerebral desempeñada por una esructura cerebral. Pero, obviamente, ésta no es pensamiento; una estructura nunca es función, y tampoco una función es nunca estructura. Ahora bien, tocante a la función -aún supuesto que la realidad pudiera confirmar mis hipótesis-, hoy por hoy nadie sabe qué diferencias puede haber entre la función cerebral cognitiva de una determinada persona y la de otra determinada persona. Por tanto, rechazo de plano tu afirmación de que hay diferencias importantes entre tú y yo, en cuanto a la estructura de pensamiento.
En cuanto a la riqueza y dominio del discurso.
Por lo muy poquito -prácticamente nada- que sé de la riqueza y dominio de tu discurso, me es imposible comparar el tuyo con el mío. Sin embargo, una vez de haber visto que tienes marcada tendencia a subestimarte a tí misma, sospecho que tampoco en este aspecto existen diferencias importantes entre tú y yo. Si dijeras que sólo existen importantes diferencias de modalidad entre tu discurso y el mío, no discreparíamos.
Me siento limitada para «apreciar» en toda su dimensión los razonamientos contenidos en tu libro.
No entiendo bien ésto. Mis razonamientos no tienen dimensión alguna, o son falsos, o no son falsos, y punto. Ahora bien, si te sientes limitada -para comprender que no son (o son) falsos -por tu escasa capacidad intelectual, por lo complejo o lo intrincado de los argumentos, etc.- discrepo totalmente. Otra cosa es que te sientas limitada por causa de tu entendimiento reluctante a cierto tipo de razonamientos (lo que te decía de la modalidad en el precedente párrafo).
Admiro la facilidad con la que te desenvuelves por terrenos filosóficos, científicos y lógicos.
¿Filosóficos y científicos? Error, ¡craso error, Maixux! En mis escritos no encontrarás nada de filosófico. Y en materia científica, si bien se observa, sólo hay en él conocimientos muy superficiales, no menos que los de un mediocre estudiante. En cambio, me parece estupendo que admires el trabajo realizado en el terreno de la lógica: el trabajo, el enorme trabajo que he realizado, no la facilidad con que me haya desenvuelto (de facilidad, no hubo nada).
Por mi parte, percibo mejor lo abstracto que tiene la búsqueda de la belleza…
Por aquí, por aquí vienen los tiros… Aquí es dónde yo creo que existen diferencias importantes entre tí y entre mí. Según la transcripción de algún periodista, parece ser que la directora del Ballet Nacional de Cuba, Alicia Alonso, el otro día afirmó en Madrid que «con la danza se siembra la vida». Expresiones de este género nunca logran traspasar la epidermis de mi alma o de mi intelecto. Sólo veo en ellas la frase afortunada, la frase original, la frase apta para «lucirse» en pura retórica, la frase impactante para ciertas sensibilidades, pero vacía de contenido en el terreno de la verdad y de la razón. ¿Puedo saber de qué manera se puede con la danza sembrar vida?. Aquí es donde somos diferentes, Maixux. Para tí, lo que cuenta es la belleza, la emoción, la pasión, la vibración de la vida… Lo expresas claramente en los dos últimos párrafos:
La naturaleza y su misterio me mueven a la emoción. No necesito poseer la verdad última para vibrar, para entender la vida como un delicado y comprometido ejercicio de pasión.
Lo mío está casi en las antípodas. Cierto que siento emoción, y pasión y afectividad. Cierto que facilmente -con demasiada facilidad- en determinadas circunstancias me echo a llorar a lágrima viva (no me refiero a sentir un gran sufrimiento o desgracia, sino a la pura emoción), pero no puedo «olvidar todo lo demás», y necesito saber por qué lloro, y por qué siento emoción, y por qué tú «vibras», y por qué la naturaleza parece un misterio. Yo sí necesito la verdad (la que tú llamas «última», y que no es la última).
Termino como empecé. Al menos por mi parte, la divergencia no empañará ni remotamente nuestra relación.
Con todo afecto.
D.Gametxo
Donostia, 99.08.13
(*) Amicus Plato sed magis amica veritas
es una locución latina atribuida a Aristóteles y citada por Ammonio en su obra La vida de Aristóteles. Su traducción literal es: «Platón es (mi) amigo, pero la verdad (es) más (mi) amiga», aunque puede presentar variantes como «Platón es mi amigo, pero la verdad me es más querida».
Aristóteles, que era discípulo de Platón, admiraba a su maestro, la profundidad de sus pensamientos y de sus razonamientos filosóficos, la corrección moral de su vida y de sus sentimientos, pero juzgaba más importante la verdad que la fidelidad a una persona, por relevante que esta fuese.
Podría ser una alusión al realismo ingenuo de Platón, que, aunque nunca despreció la verdad, a veces parecía no considerarla.