Insipidez

Querido Diario:

Escribo el título y es como si alguien me hubiera golpeado en la nuca.

De acuerdo, lo entendía referido a gastronomía, pero hoy descubro esta otra acepción.

En cuanto a las personas y sus acciones, puede calificarse de insípido a todo aquello que resulte poco interesante, que no tenga “sabor” en sentido motivador y atractivo, por ejemplo: “Estuvo una hora quejándose de sus pequeños problemas cotidianos; su insípida charla terminó por aburrirme”, “Las ideas del político son tan insípidas que dudosamente conquistará a alguna parte del electorado” o “Juan tiene una personalidad tan insípida que generalmente está solo, ya que nadie quiere compartir sus costumbres rutinarias y egoístas”. DeConceptos.com

Hubo una vez que perdimos el valor de los abrazos y el sabor de los besos.

Dicen los bien pensantes que, desde la pandemia, ya no somos los mismos. Hemos modificado nuestra actividad sensorial. Nunca seremos los mismos, porque hemos aceptado que ha habido una revolución en nuestra forma de expresarnos. Es verdad que seguimos viendo y oliendo, tocando todo, pero de una manera diferente a como lo hacíamos en otro tiempo. Atravesamos un desierto en el que la soledad era nuestra íntima compañera de habitación. Mientras ese tiempo tan vacío en el que los gestos, los abrazos y los besos tan necesitados por la especie humana durmieron en un limbo gaseoso, algunas cosas cambiaron. Y, a medida que nos fuimos despertando, nos dimos cuenta de que queríamos recuperar el tiempo que habíamos perdido. Nos dedicamos a una carrera sin final ni destino, persiguiendo cualquier tren que pudiera llevarnos a nuestro mundo anterior. Ahora que estamos en plena forma, seguimos corriendo sin saber muy bien qué es lo que tratamos de conseguir.

Por supuesto que no estamos tratando de regresar al pasado, o sí. Siempre hemos sabido que el futuro es imperfecto. ¿De qué forma podemos frenar este acelerado ritmo de vida que nos impide relajarnos y disfrutar plenamente de cada momento? ¿Cómo podemos tomar el tiempo para conversar con nuestra pareja, nuestros hijos o nuestros amigos, o simplemente para hacerles sonreír? ¿Por qué no dejarnos amar durante unos minutos sin prisa? Me refiero a permitir que la vida nos mime, y ofrecernos al verdadero don con el que hemos sido bendecidos al nacer. Amar y ser amados.

Dicen los sabios que «las formas en las que las personas usaban sus sentidos para navegar y comprender su mundo tendían a ocurrir lentamente, medidos en décadas y siglos, no en meras semanas y meses —la idea misma de que hay cinco sentidos tardó siglos en madurar».

El haber estado privados de nuestras vivencias sensoriales podría hacernos reflexionar y, en lugar de salir en busca de «estimulación», ¿no sería mejor familiarizarnos con las virtudes de la insipidez?

Y de nuevo, la maldita palabra me ataca.

Vuelvo al tema.

Decía que, actualmente, podemos elegir ocupar un puesto de honor en el podium de la insipidez, contraria a nuestra cultura occidental, o bien adoptar algo loable de la tradición china. Para los chinos, la palabra mencionada tiene el sabor de «lo virtual», no se trata de privación del sabor, sino de la capacidad de evolucionar y transformarse. La insipidez no excluye cualidades contrarias, sino que favorece una disponibilidad individual simultánea, que se mueve en armonía con las fluctuaciones del mundo y nos hace posible asociarlas con más libertad.

¡Ahí queda eso!

El filósofo François Jullien, autor del libro «Elogio de lo insípido» nos invita a repensar nuestras suposiciones. Podríamos entenderlo como una transformación silenciosa, que ocurre sin ruido, y no se despliega en el espacio, sino en el tiempo. Se trataría de una inteligencia que opera en modo continuo, no es una forma de retiro o aislamiento, sino una forma de vivir que requiere paciencia para madurar y gestar.

Termino con la reflexión del autor de este artículo —David Dorenbaum publicado en El País—, en el que me he basado para trasladar estas anotaciones a mi Querido Diario.

Bien podríamos valernos de las virtudes de la insipidez, de su espíritu de plenitud. Sería interesante no pensar en la insipidez como pereza, ociosidad o aburrimiento —todo lo cual estamos programados para sentir, con culpabilidad, en un mundo en el que el aluvión del capitalismo y las redes sociales inunda nuestros sentidos y nos desafía a actuar en consecuencia— y, en cambio, tratar de sacar provecho de la «insipidez» como una forma legítima y útil de interactuar con nuestro mundo, de una manera menos estresante y más auténtica.

¡Ojalá!


2 comentarios sobre “Insipidez

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