Hace días que no escribo. Ayer estuve en el cementerio. Por eso hoy solo hablaré de una historia común.
De cómo uno ha llegado hasta aquí, de cómo ha sobrevivido desde la cima de un quinto piso sin ascensor en una buhardilla de una calle cualquiera de cualquier ciudad con la mirada orientada al frío del norte y con el vaho de los cristales camuflando las lágrimas de pequeñas soledades.
No puedo olvidar el olor a ropa blanca y el abrazo cálido del pecho tierno de mi abuela a esa hora de la siesta en la que todos duermen y ella acoge con cariño mis desvelos. Yo miro a las formas caprichosas que dibuja la luz en los ángulos de las paredes cuando traspasa las persianas de madera por las rendijas. De fondo oigo, sin escuchar, el murmullo de un gran aparato de radio de madera y metal colocado sobre una silla al lado de la cabecera de la cama, en el lado donde suele dormir sentado mi abuelo, pero que a esas horas está trabajando en la habitación de al lado, y por eso los pequeños tenemos que estar en silencio lo que a mí me parece mucho rato.
Sin embargo, soy feliz.
También fui feliz cuando me enamoré. Y más tarde cuando fui madre.
A veces la pobreza también es feliz. Bueno, quizás quiero decir que es feliz en la primera parte, después cambia los vestidos de organza y tafetán de los días de fiesta por batas de casa de percal, casi sin darse uno cuenta, y se escucha la pasión por los patios en la novela de las cuatro de la tarde —la hora de mayor soledad— y uno se remonta a aquella buhardilla de un quinto piso sin ascensor en cualquier ciudad orientada al frío del norte y con el vaho de los cristales camuflando lágrimas de pequeñas soledades mientras se aprieta al tierno recuerdo de los abrazos verdaderos.
Alguien suele apagar, siempre antes de tiempo, la luna en el jardín de los enamorados.
@mjberistain
Luego de leer la entrada veo con agrado la cantidad de comentarios comunes que te han dejado («comunes» en cuanto todos comparten la mirada y la expresión; es decir, lo que quieren decirte) y yo, sin sumar más palabras a lo ya dicho, también me sumo a ellos.
Supongo, por otra parte, que algo de este pasado compartido hace que nos sintamos cómodos los unos con los otros (entre quienes te han dejado comentarios veo algunos amigos comunes). ¿Cuánto de lo que hemos vivido nos ha hecho comprendernos a pesar de las distancias y de las diferencias culturales? Creo que ésta es una pregunta sin respuesta, pero me gusta el planteo y me lo llevo para seguir pensándolo mientras salgo a pasear.
Un fuerte, cálido y compartido abrazo.
P.D.: El feeder me avisa que has subido una foto a tu otro blog, pero cuando quiero ingresar a él no me es posible hacerlo. Si nos has borrado la entrada, revísala porque algo no anda bien.
Me gustaLe gusta a 1 persona
La mia, mi pequeña historia, que me traes a la memoria, en un ultimo piso pequeño, con una enorme terraza, o a mi que era pequeño me lo parecía o así quedo gravado en mi memoria. Con frío, con botella verde de agua caliente en la cama helada, con cocina de leña y carbon, acogedora, caliente, amorosa, con Matilde perico y Periquin, y el Zorro Zorrito….!eramos niños! y felices.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Sólo un piso de diferencia, por lo demás has puesto palabras a mis vivencias y sentimientos. Siempre contigo. Muxu
Me gustaLe gusta a 1 persona
Es una historia tan común que nos acoge a todos. Feliz domingo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Alfonso, agradezco mucho tu presencia entre mis letras y tu comentario. Feliz también la semana para ti. Un abrazo
Me gustaMe gusta
Una entrañable historia «común»relatada con tu hermosa voz poética que la ensalza a lo excelente. Muchas gracias, querida amiga.
Besos y abrazos «comunes».
Me gustaLe gusta a 1 persona
Pienso en ti, sigo pensando en ti. Tus palabras llegan al fondo de mis rincones más hondos. Estamos contigo esperando que todo sea bueno estos días próximos. Un gran abrazo.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Lo sé, querida amiga. Muchísimas gracias y un enorme abrazo.
Me gustaMe gusta
excelente prosa poética querida amiga. Mirando el norte, esperando el frío, que tarda en llegar. besos y rosas. amiga.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Rubén, siempre es grato encontrarte por mis lares y además haces que mi autoestima suba unos grados para soportar mejor el frío invierno de por aquí. Gracias por tus palabras, un abrazo de rosas y besos.
Me gustaMe gusta
Se puede ser feliz en la pobreza,
hasta se puede ser feliz en la soledad,
fui pobre, me sentí sola muchas veces
a pesar del cariño de mi abuela,
pero, tras pasar los años,
recuerdo mi niñez con mucho agrado,
lo triste quedó enterrado
y me queda el recuerdo de los buenos momentos.
Un abrazo, Mª Jesúa, feliz año.
Me gustaLe gusta a 3 personas
Así es, veo que compartimos mucho Estrella. Un abrazo muy especial.
Me gustaLe gusta a 1 persona
Hermoso lo que cuentas… que me hace recordar. Besos. Feliz día.
Me gustaMe gusta
Besos también para ti querida Julie. Gracias por tu comentario.
Me gustaLe gusta a 1 persona