Como en el ensayo de un gran obra de teatro, he colocado al fondo del escenario un lienzo cubierto de azules y tierras semifundidos. Colores, trazos, texturas. (nada concreto, tan sólo matices; como un juego). Y una luz tibia y dorada que cae como una borrachera desde lo alto, remarcando el silencio y el vacío.
En la parte izquierda del salón tu sillón. Lo he recubierto de sedas gastadas que he dejado que cuelguen sobre la alfombra que trajimos de nuestro viaje a México. Sobre la mesa de cristal tengo mi pequeño ordenador encendido, una botella de agua y, esparcidos, papeles que conoces bien, mis tres libros de cabecera y un pañuelo blanco de hilo egipcio de hombre (tuyo).
Como otras veces, he madrugado para preparar este momento. En realidad llevo varias noches sin dormir apenas, y estos días previos han sido una sucesión de encuentros y desencuentros con la memoria. Nos quedaron muchas cosas pendientes. Te he echado en falta este tiempo…
Nos quedamos dormidos en algún lugar, sin darnos cuenta, hasta que las galernas hicieron saltar por los aires la furia de las mareas. Se nos rompieron las caricias contra el rompeolas del tiempo y se soltaron las anclas de todos los barcos de las bahías. Como en todas las hazañas, después llegó la calma pero un destino de dolor nos deshabitó el futuro.
Se han llenado los bosques de muchas primaveras nuevas desde entonces, la música que guardabas celosamente en tu viejo magnetofón está ahora en las redes, y las fotografías antiguas mantienen los recuerdos mirándonos desde las paredes.
Sé que no vendrás a la cita esta tarde, ya no es posible, y sin embargo he preparado tu rincón preferido para hablar una vez más contigo. Cada vez que lo hago me sabe a poco. Me pasa que, teniendo tantas cosas que contarte, me suelo quedar en blanco… El teclado de mi pequeño ordenador me mira perplejo como esperando que escriba algo. Le doy un toque al espacio y por el temblor de mis dedos percibe que no es el momento adecuado. La tarde se va cubriendo de sombras, oscurece mi alma, he debido de olvidar el guión en alguna parte, en algún momento de la tarde, pero no importa, seguiré ensayando la misma escena, tantas veces como llames a mi memoria, preparando la obra perfecta.
Va asomando la luna despacio entre bambalinas y necesitaría un abrazo. Me arremolino en el viejo sillón que aún conserva tu olor y me abandono, al sopor de este sueño recurrente, mientras se cierra el telón.
@mjberistain
Imagen: elartedemirar
El cine es el modo narrativo por excelencia en estos días, y tu «relato», magníficamente escrito, nos lleva de algún modo a él. El ritmo que la melancolía le imprime hace que uno lo lea de manera pausada, tranquila, mientras acompañamos a la narradora por cada rincón y objeto de ese lugar. La melancolía es el aire que se posa sobre todo, incluso sobre los que leemos o visitamos ese espacio.
Un trabajo logrado, sin duda.
Un fuerte abrazo.
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Me siento confortada de que me acompañes también en estos momentos de melancolía… Gracias por estar ahí. Un abrazo entrañable.
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Más que un relato me parece un bello recuerdo, la presencia de alguien que no se ha ido.
Muy emotivo y muy hermoso!
Un abrazo grande.
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María… es así. Tu sabes leer entre mis líneas. Estas son fechas para un íntimo y doloroso recuerdo. Gracias por tu proximidad.
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No sabes cuanto me ha emocionado y gustado este relato, no se expresarlo con palabras , por eso lo he compartido en face, un abrazo
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Marian, es muy especial para mí y agradezco mucho tu comentario. Me alegro que te haya «llegado». Estamos en contacto. Un abrazo.
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