Animula vagula, blandula,
Hospes comesque corporis,
Quae nunc abibis in loca
Pallidula, rigida, nudula,
Nec, ut solis, dabis iocos…
P.AELIUS HADRIANUS, Imp.
Mínima alma mía
tierna y flotante
huésped y compañera de mi cuerpo
descenderás a esos parajes pálidos
rígidos y desnudos
donde habrás de renunciar
a los juegos de antaño.
Marguerite Yourcenar
Alma desnuda, libre de falta sin embargo
el oído o la voz inentarán tu culpa.
El pan nuestro, la luz de cada día, el sueño
te han de negar su paz, ligera de equipaje, aceptarás
no obstante el asalta del alba.
M.V.Atencia
¿Cómo era Marguerite?
Era una persona poco convencional.
Educada por un padre culto y original que le enseñó a vivir con independencia y sin prejuicios. Fué una pionera. Sin profesar ninguna doctrina concreta vivió su vida, como sus pasiones, con entera libertad. Se divirtió en el París de los años 30 y después de una larga vida afectivamente azarosa, volvería a su serena soledad.
Como puso en palabras de Adriano en su obra más conocida…
Ya puedo morir «con los ojos abiertos»
Josyane Savigneau
Autora de la biografía «Inventing a life» sobre Margarite Yourcenar (1903 – 1987)
Marguerite Yourcenar was born Marguerite de Crayencour in Brussels in 1903. She lost her mother at birth, her native Belgium at the age of six, and was forced to flee her adopted France at twelve. It is little wonder that Yourcenar, whose own early past receded so quickly into personal legend, would one day describe her writing as the «passionate reconstitution , at once detailed and free, of a moment or a man out of the past.» One of the most respected writers in the French language, best known as the author of Memoirs of Hadrian and The Abyss, she was awarded countless literary honors, culminating with her election in 1980 to the Académie Française (she was the first woman ever to be so honored). As complex, erudite, and intriguing as her work, Yourcenar’s life has resisted its own passionate reconstitution until now, in part because of the writer’s deliberate elusiveness.
Here, in its intricate and often contradictory detail, is Marguerite Yourcenar’s story, one in which loss and learning intertwined almost from the first and in which love assumed a strangely paradoxical place. Drawing on letters, diaries, and interviews with Yourcenar’s friends, colleagues, and lovers, Josyane biography paints an intimate portrait of an artist who lived according to her own, occasionally contrary, terms: a frenchwoman ardently in love with her native tongue, yet who lived half her life in New England; an avid seductress of women, who spent nearly forty years with one woman, yet fell in love early and late in her life with two young men; a powerful female writer whose most memorable protagonists were male, from Alexis of her first novel to the later historical characters Hadrian and Zeno. The biographer found herself «searching for a truth that is multiple, unstable, evasive, sometimes saddening, and at first glance scandalous but that one cannot approach without often feeling for human beings in all their frailty a certain measure of kinship and, always, a sense of pity.» profound intelligence and sympathy, her foibles and obsessions, her accomplishments and trials: all are revealed here in an uncompromising portrait of an incomparable artist.
From The University of Chicago Press
Con Adriano y Antinoo
En Antírioe, Marguerite «pensó sin cesar en su descripción de Adriano «sostenido por una embriaguez lúcida». «Pensé también en las escaleras de mármol que yo había adivinado, que unían la ciudad al río. Pienso, en fin, durante todo esto, en la escena de lamentos y duelo del primer mes de Atis.» «Subimos a una barca», añade Jean-Pierre Corteggiani, «y a unos 10 metros de la orilla, en el lugar donde tal vez se ahogó Antínoo, Marguerite Yourcenar, simbólicamente, tiró una bolsita llena de monedas». En sus notas de viaje, Marguerite Yourcenar, atribuye ese gesto a Jerry Wilson… Y añade: «Me hubiera gustado visitar, en la otra orilla, el lugar donde Adriano entrega el cuerpo de su amigo a los embalsamadores. Pero además de que yo no quería superponer nada a Antínoe, había llegado la hora de que nuestros amigos volvieran a El Cairo. Hicimos bien, además, puesto que, una vez dentro del barco, asistimos a una escena inolvidable ( … ). Yo estaba en mi cabina. Jerry, en la borda. Jerry me vino a buscar a toda prisa. Había visto a un policía persiguiendo a una mujer que se precipitaba al río, y que después la traía. Ella aullaba. Acudieron otras mujeres que también chillaban, con esos largos gritos que se dan en Oriente en los duelos. Todas agitaban sus chales con un ademán rítmico, repetido, impulsando hacia delante las largas puntas negras del chal, como si fueran alas. Un hombre de 30 años acababa de ahogarse, su falúa se había volcado ( … ). La mujer que aullaba era su mujer. Otra mujer de más edad, que debía de ser su madre, bajó al río sin que nadie se lo impidiera y se frotó el pelo y la cara con barro, antes de unirse al coro. Entretanto, los hombres del pueblo, que también estaban presentes, contemplaban la escena, silenciosos. Un hombre se enjugó los cabellos con su amplia túnica. Un poco más tarde, fue a sentarse en el reborde de piedra, con la cabeza en las rodillas, muda y digna imagen, infinitamente conmovedora, del dolor (acaso Adriano también se enjugó los ojos con su toga, tal vez se sentó en la cabeza sobre las rodillas, entre los brazos). Los hombres rezaban. Belleza de esas oraciones que presentimos convencidas. Sí, yo pertenezco al mundo inmemorial tanto como para creer que los puentes irritan a los grandes ríos. Pienso en esa extraña coincidencia que nos hizo asistir a esa escena de duelo por un ahogado el mismo día de nuestra visita a Antínoe. Corteggiani nos contó que Adriano es allí calificado de alma del Nilo, ya qe divinizó a su amigo. Él debió escuchar este epíteto con cierta ironía».
Marguerite prosigue su viaje por Egipto acompañada constantemente por Adriano. «Nos dicen, cuando nos encaminamos hacia Luksor, que el 24 de enero del año 131 Adriano celebró allí su cumpleaños», anota. «Si este hecho, que no recuerdo haber visto mencionado, es verdad, ¿en que pensaría aquel día aquel hombre de 55 años?». Le gustaba relatar un incidente que, sin duda, contribuyó a intensificar la asimilación por ella soñada de Antínoo y Jerry. Una tarde, éste se tiró del barco al Nilo y se puso a nadar. No había contado con la corriente y le costó mucho volver a bordo. Muy asustado, «chorreando agua helada», se refugió en los brazos de Marguerite Yourcenar como si fuese un niño, y le dijo: «Debería haberme ahogado, igual que Antínoo… «.
El Pais Cultura