Caminábamos a la altura de las tranquilas aguas del río, entre esa difícil «bosquedad» en la que cualquier movimiento o ruido sorprende o incluso atemoriza por ser desconocido. Sin embargo, la curiosidad hace que nos detengamos unos segundos a escudriñar la maleza.
Así me encontré en el silencio. Mis compañeros de excursión habían seguido la marcha y yo me había quedado atrás, perpleja, observando aquellas cicatrices en los troncos de algunos árboles. Me llevé algunas imágenes con la intención de conocer algo más sobre ello…
Al cabo de unas cuantas semanas en las que mis fotografías continuaban en el rincón de las cosas pendientes, saltó hasta mí el blog «Senderos de Savia». Un valioso tesoro para disfrutar aprendiendo y aprender disfrutando de la comunión del ser humano con la Naturaleza.
Muchas gracias, Aina S. Erice por divulgar esta parte de tu conocimiento con tanta generosidad.

Érase una vez un grupo de árboles de porte elegante que amaban el agua y el viento, que refrescaban plazas con su sombra y saciaban el hambre del ganado. Proporcionaban madera sumergible y fibras para hilar, tejer o trenzar canastos, o chaquetas bordadas con sueños en tierras lejanas.

Las primeras referencias escritas a los Olmos aparecen en las listas de equipo militar de Cnosos, en el periodo micénico. La civilización micénica (1700-1100 a. C.) floreció a finales de la Edad del Bronce, alcanzando su apogeo entre los siglos XV y XIII a. C. (ref: World Historic Encyclopedia) Varios de los carros son de olmo, y las listas mencionan en dos ocasiones ruedas de madera de olmo. Hesíodo afirma que los arados de la antigua Grecia también se fabricaban en parte con olmo.
Érase una vez un árbol pionero prehistórico tras la última glaciación.
Érase una vez un gigante con pies de barro…
Tan imponente como vulnerable. Los olmos fueron devastados en toda Europa por la grafiosis, una enorme enfermedad que los llevó al borde del exterminio y al abismo de la casi extinción.
Textos: Aina S. Erice (Bióloga y Escritora) Ver su Blog: «https://imaginandovegetales.wordpress.com/»
fotografía: mjberistain.com
Extractado de el.Diario (Cantabria).
Autor: Jose Maria Navajas PuertaFue una científica holandesa Christine Buisman, quien demostró en 1927 que la grave dolencia que afectaba a los olmos era causada por un hongo, Ophiostoma ulmi. según lo demuestra a través de las fotografías en su estudio sobre la grafiosis, enfermedad del árbol que ya comenzaba a afectar las regiones europeas.
Esta grave enfermedad, que afecta con enorme virulencia a los olmos, se extiende a través de un pequeño insecto, una especie de escarabajos llamados escolitinos. Estos insectos portan en su cuerpo las esporas del hongo y, al alimentarse de la madera del árbol, las van diseminando por el interior del mismo. El hongo colapsa los vasos conductores de savia, por lo que el árbol comienza a marchitarse. En pocos meses las verdes copas se secan y el árbol muere.
Prácticamente, el 90% de los olmos desaparecieron en España en las últimas décadas, hasta convertirse hoy día en una especie en peligro de extinción. Las nuevas generaciones lo desconocen por completo, pues difícilmente pueden ya encontrarse olmos en el paisaje, ni siquiera rural, que nos den testigo del importante papel que tuvieron estos árboles en la vida cotidiana de nuestros antepasados.
A pesar de ello, el olmo siguió siendo parte del paisaje, de la vida cotidiana y la economía rural, hasta hace apenas medio siglo. Su duro tronco y raíz pivotante lo hizo ideal para contener la tierra en construcciones viarias, diques y canales. Su resistencia a la humedad y podredumbre lo convirtió en materia prima para la industria naval, y las olmedas se extendieron en el siglo XVIII por la Península para surtir los astilleros de material de construcción de navíos. Fue viga de techos y pilar de puentes, banco y borriqueta de talleres, apero de labranza y yugo de bueyes. Y en las plazas de las villas su abundante sombra mitigó fatigas.
Desde los años 80 se intentó poner remedio a la enfermedad. Recientemente y tras largas investigaciones lideradas por la Universidad Politécnica de Madrid, se han logrado obtener algunos ejemplares de olmo resistente a la grafiosis. Diversos programas como el Proyecto Europeo Life + Olmos Vivos están en marcha para recuperar a la especie y devolver su hábitat, la olmeda, al paisaje ibérico.
Quizás en un futuro cercano los olmos vuelvan a poblar las riberas, y sus frondosas copas cubran con agradable sombra las plazas y parques. Pues, como ya advirtió Enrique Loriente en su Obra «El árbol de los pueblos» (Historia del valor simbólico y material que este casi extinto árbol ha tenido a lo largo del tiempo).
«No debemos privar a las generaciones futuras de un paisaje, de un espectáculo como el que nuestros mayores y nosotros mismos hemos contemplado».
De la publicación de Jose María Navajas Puerta en elDiario.es de Cantabria
