Entre ser y querer ser. Es lo que debe ser vivir. Lola García de Silva «Lo que vale la pena»
He necesitado, para vivir, dudas caricias, canciones, distancias en un universo inconsistente como la arena de un reloj que se me ha ido escapando de las manos
He necesitado una ruta desbocada un destino de flores marchitas y pasiones cumplidas
Las sombras me van haciendo hueco en la alfombra dorada del otoño, los recuerdos ahora son difusos envueltos en una niebla que borra los límites de mi mundo, me asombra la caridad de la esperanza.
Camino lentamente observando las huellas de mis propios pasos que aventarán vientos nuevos. Alguien pasa deprisa a mi costado y pienso que quizá sea el futuro de mis hijos…
La madrugada apoya su frente en la ventana y me confía unas sílabas de pena y compasión Luis Rosales
¿A dónde fueron aquellos que ayer habitaban nuestras calles, de dónde viene este silencio que envuelve el vacío de la ciudad?
Se rompió el equilibrio del planeta se cegaron los ojos de los niños se olvidaron los hombres del Gran Dios creyéndose ellos que podrían alimentar la nada, pero la llenaron de escoria e inutilidad, de inmediatez y subversión obviaron el amor y lo sustituyeron por máquinas de placer puntual, las fábricas fabricaron humo que logró matar el equilibrio natural y ocultar el cielo y las estrellas, se envolvieron los mares con plástico los planetas con máscaras y un día, con inmenso dolor, sintieron cómo la tierra dejaba de respirar.
La sangre quiere sentarse. Le han robado su razón de amor. Ausencia desnuda. Me deliro, me desplumo A.Pizarnik
Sobre la arena
¿Qué haré con los hilos enredados en mis sienes? ¿Qué haré con los sueños que se lanzan silenciosos a volar —sus alas rotas— tras los vientos del otoño?
Dejar que los veranos nos invadan frecuencias y vacíos luminosos, ceremoniosos campos de amapolas caballos por los siglos de los montes y el desorden natural de las nubes bajo un misterioso cielo cegador.
Al fondo del paisaje permanece, descolorido, el rojo rústico de la sangre; los nombres de la guerra y de la muerte sin acontecimientos, como puede sonar la verdad en un cuadro de flores secas y muñecos ennegrecidos.
Niños de negro por las playas y escorrentías, personajes tras la oscuridad de matorrales y la zozobra de jóvenes madres con hijos encarcelados tras las tapias, sin fin humano. Paisaje de sombras, luz de la historia, vago horizonte de roca negra, y soledad.
Las luces de la tarde amarillean el oleaje de la vida, ¿cuántos?, ¿quiénes? dejaron allí sus platos de loza, sus cubiertos y servilletas sobre las mesas de metal, pensando que volverían. Pasa la luz y deja todos los restos tristes.
@mjberistain
Escribí este poema después de visitar Saturarán. Me impresionó la desolación de aquel espacio. Quedaban una pequeña cruz de piedra, una reciente placa con los nombres y edades de las mujeres y niños muertos, y, apoyados al pie de la cruz, una antigua muñeca y un oso de trapo ennegrecidos.
Este poema lo inspiró uno de los que escribió la gran Poeta argentina Alejandra Pizarnik, A ella se lo debo, y a la revista literaria Zenda que me lo recordó.
Cada palabra que callas es un eco de sentencia, una trampa que nos tiende el silencio que amordaza la memoria nos vacía los gestos y nos ata las manos a la espalda.
Desorientado busco un camino nuevo, un cerco o un río de violetas desnudas interrogando en tu pecho:
¿Dónde tu voz? ¡Dime!
¡Dónde tu voz, tu voz! aquel hogar que ahora nos deshabita nos naufraga el corazón y acantila con máscaras nuestras caricias?
Como un vendaval de dulzura —Tus manos en mi rostro— Yo fragante, la tierra húmeda.
Tu roce me estremece. Yo recuerdo tu goce maternal dando aliento a mi figura o sucediéndose en formas con nombres de emociones sencillas. Alborada, sosiego, caricia…
Tu llama se esconde en mis ojos sin fondo, tu voz en mi silencio. Yo despierto en tu frente y dormito en tu sangre. No hacen falta palabras para que tú me entiendas; y sé que me entiendes.
Soy lo que te acuerdas de soñar, guardo en mí la ternura de todas las miradas. Sólo soy un sueño de mujer con la piel de la fruta adolescente y el amor palpitando, inacabado, cálido bajo el bronce.
No podría morir nunca. Me llamo barro.
@mjberistain 1999
Una intensa dimensión espiritual y poética se manifiesta a través de las diferentes formas de expresión que utiliza María Victoria Arbeloa, en especial en su línea escultórica.
Ella busca, observa, vive, y de su actitud ética ante el mundo sucede el milagro. La creación plástica de Mavi profundiza en lo más oculto e invade el espacio convertido en obra luminosa. Su creación nos hace visible aquello que no nos es común ver, el alma.
Desde una concepción romántica de lo estético, las dóciles y frágiles materias utilizadas son cauces de libertad para la sensibilidad de la autora, ofreciéndose en su obra como un enjambre infinito de universos. Mavi modela minuciosamente la ternura, alojada entre sus dedos, mientras se congrega la emoción, sabiamente invocada, en las formas de sus bronces. Esculpe con precisión silencios que imprimen huellas: el aire contenido, la apacible soledad de una espera confiada, un gesto fugaz de dulzura, un rasgo de rebeldía… Promesas de arcilla que nos acercan al corazón del laberinto humano, adonde, parece proponernos la autora, deberíamos acercarnos más sin prisa alguna por salir.
-El paisaje del alma-, algo inalcanzable que se hace tangible y vivo en la creación de una artista que trasciende lo estético, a la que dedicamos nuestra respetuosa y emocionada admiración.
@mjberistain1995
Incluyo aquí extracto de un texto de J.C.Garza
Hablar de María Victoria Arbeloa es hablar de Arte y Mujer.
O del elogio de la mujer a través del arte. Será, como dice, porque ella lo es y tiende a plasmar su condición en sus esculturas. El cuerpo femenino es el gran protagonista de su obra, en la que deja traslucir sus sentimientos y emociones, pero también sus actitudes ante la vida. La escultora recorre el universo femenino a través de bronces o del modelado en arcilla antes de ser fundida.
Entre barros, bronces, refractarios y pátinas de distintas tonalidades y texturas diferentes dota de vida a las figuras; surge la mujer. La mujer en toda su amplitud.
Cuerpos femeninos entre la realidad y el realismo que trasmiten vivencias y estados de ánimo:
Maternidades en distintos estados de la comunicación entre la madre y el hijo:
Duérmete, Siempre a mi lado, Protección, Entrega, Espera…
Bustos en los que la mujer muestra distintos estados de presentarse ante la vida:
Armonía, Sosiego, Indiferencia, Seducción…
Son rostros hermosos, salidos de la imaginación de la autora (que no usa modelos), y en absoluto estáticos o rígidos, pues los pliegues del cabello les otorgan movimiento y vida.
Cuerpos completos en los que hallamos figuras sentadas, en posición de espera, quizá de un amante, pero también de otras muchas cosas que ofrece la vida:
Soñándote, Espero tu presencia, Quizás llegue…
La figura masculina también aparece en su obra, eso sí, abrazando y besando a la mujer, en un vínculo que no hace sino reforzar la preeminencia de ésta en el universo de Mavi.