Mavi es escultora y una gran amiga.
Llegué justo el día en el que inauguraba su exposición. Sin avisar. Hacía muchos meses que no nos veíamos, pero nos ocurre que, aunque pase tiempo sin vernos una gran alegría íntima aflora y seguimos la conversación como si hubiera sido ayer el último día que nos vimos.

Su lenguaje no son las manos que modelan la tierra con mimo de madre, sus figuras fundamentalmente femeninas despiertan emociones desde el fondo de sus párpados a veces vacíos, a veces cerrados.

Su lenguaje brota de su interior donde conviven la fuerza de su carácter, de su trabajo, con una ternura generosa que es ella misma y que sabe transmitirla a través de sus barros y de sus bronces.
