El único viaje verdadero es el que se hace a través de las naturalezas muertas.

Para ellas el tiempo es un túnel que lleva al acabamiento, al final, a la podredumbre, al silencio que cierra y sella el horizonte.

Vivir, así, parece un ejercicio fatigoso, una carga, un viaje con un fardo muy pesado, un ciclo sisifeano sin otra parada y fonda que el deslumbramiento en breves instantes, que los brillos obsesivos de la pasión, que el engaño de un neón que señala un lugar ficticio llamado felicidad.

Viajar es ser un punto en el interior de una esfera; un punto indeciso que no ocupa lugar determinado y que gira sin destino como satélite de un agujero negro.

Mi vida no es la belleza árida de un desierto ni la selva lujuriosa y excitante. Mi vida es un viaje por las cajas chinas de la memoria que reúne esas naturalezas muertas como compañeras de diálogo en el único monólogo posible…
Textos: Antonio Garrido (Viajar por entre laberintos) (extracto)
Imágenes del Puente entre Irún y Hendaia