Descubro el dolor de la primavera
en el límite confuso del camino.
Hemos transitado la misma tierra, recorrido estos caminos tantas veces… Hemos sentido crujir el dolor de la primavera bajo nuestros pies en la inocencia de que nos traería un verano luminoso, de que el otoño sería uno de los momentos más hermosos del proceso natural de la vida, de que la conciencia de la muerte nos iluminaría el tránsito natural hacia una nueva oportunidad de nuestro ser. Y que descansaríamos bajo el paisaje nevado de un invierno que envolvería al mundo mientras se regenerara para hacerlo resurgir en una nueva existencia…
Observo esta piedra y me siento a su lado a reflexionar.
¿Qué significan esos signos?
¿Quién, por qué los escribió?
¡Qué importa!
Contemplando la escritura pienso en signos sagrados de alguna huella humana que hoy me convoca. Mensajes llegados de otras latitudes que volaron como cuerpos evanescentes, nocturnos, porque la vida amenazara con borrarlos.
Sobre sus trazos trazo líneas figuradas con las yemas de mis dedos intentando descubrir su significado. No comprendo.
Entonces recuerdo palabras de uno de mis poetas preferidos:
HERMANDAD
Duro poco y es enorme la noche.
Octavio Paz
Pero miro hacia arriba; las estrellas escriben.
Sin entender comprendo,
también soy escritura
y en este mismo instante
alguien me deletrea.
Fotografía Bowey Yang
¡Qué bonito!
No comprendo y qué importa. Lo importante es sentirlo y hacerlo sentir con tus palabras.
Un abrazo, María Jesús
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Gracias por tu mensaje Lola, si es así… como dices, me alegra sinceramente. Un abrazo
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Hermoso texto, poeta. Gracias por seguir trazando tus propias huellas.
Un gran abrazo.
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Agradecida a tí mi querida Isabel porque siento siempre cerca tus empujones. Un besazo
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