Bajo la misma noche los ojos transparentes y lejanos de una mujer sin nombre y sin estrellas lo miraba. Máscara de su cuerpo fracturado. Su mirada, toda, el ecuador del universo…
Así que no volveremos más a pasear
a tan avanzada hora de la noche,
aunque el corazón sea aún tan amante
y la luna todavía brille tanto.
Porque la espada dura más que su vaina,
y el alma dura más que el pecho,
y el corazón debe detenerse para respirar
y el amor mismo necesita descanso.
Autora: María Navarro (Travesía)
Imagen de Internet (Pixabay)
Gracias, amiga.
Un gran abrazo.
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No me digas.
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