Fue ayer

Dejar que los veranos nos invadan
frecuencias y vacíos luminosos,
ceremoniosos campos de amapolas
caballos por los siglos de los montes
y el desorden natural de las nubes
bajo un misterioso cielo cegador.

Al fondo del paisaje permanece,
descolorido, el rojo rústico de la sangre;
los nombres de la guerra y de la muerte
sin acontecimientos,
como puede sonar la verdad en un cuadro
de flores secas y muñecos ennegrecidos.

Niños de negro por las playas y escorrentías,
personajes tras la oscuridad de matorrales
y la zozobra de jóvenes madres con hijos
encarcelados tras las tapias, sin fin humano.
Paisaje de sombras, luz de la historia,
vago horizonte de roca negra, y soledad.

Las luces de la tarde amarillean
el oleaje de la vida, ¿cuántos?, ¿quiénes?
dejaron allí sus platos de loza,
sus cubiertos y servilletas sobre las mesas
de metal, pensando que volverían.
Pasa la luz y deja todos los restos tristes.


@mjberistain

Escribí este poema después de visitar Saturarán. Me impresionó la desolación de aquel espacio.  Quedaban una pequeña cruz de piedra, una reciente placa con los nombres y edades de las mujeres y niños muertos, y, apoyados al pie de la cruz, una antigua muñeca y un oso de trapo ennegrecidos.

Ver página: Las rosas de Saturarán. Silencio, Cárceles y Tumbas


4 comentarios sobre “Fue ayer

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