Juan, de Lezo, su familia llevaba más de cien años habitando la misma casa al lado de la ermita del Cristo de Lezo, había compartido con mis padres algunas peregrinaciones que por parte de los pescadores se hacían al santo en agradecimiento por sus favores en la mar.
Llamó mi atención su sencillo sombrero visto desde atrás. Estábamos en Versalles. En el momento de tomar la fotografía ella se volvió hacia mí como por instinto, después… me sonrió.
Una de las mujeres más «bellas» que conozco; mi hija mayor,
Manuel se llamaba, era el barquero que nos llevó de excursión por la Albufera de Valencia.
La orquesta terminó tirada en el suelo, pero él se mantuvo en pie como un campeón.
Me acerqué a su padre para pedirle permiso
antes de fotografiar a esta preciosidad de criatura.
Una de las mujeres más bellas que conozco; mi hija pequeña.
Alguna vez escribí en mi blog sobre el libro Portraits, de Steve McCurry, uno de los libros de los que siempre me arrepentí de no haber comprado cuando vivía en los EE.UU (donde no sólo lo conseguía, sino donde también podía comprarlo). Creo que el retrato es una de las cimas de la fotografía y esta entrada tuya me ha parecido maravillosa (¿Puede ser que ya hubiese visto algunas de estas fotos? ¿O estoy delirando?).
Un fuerte abrazo.
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No deliras, es posible si has hurgado alguna vez más a fondo en el blog, (lo cual me hace muy feliz). Estoy reconstruyendo el formato para dar más facilidad y visibilidad a los contenidos. Un beso
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Pues claro que he hurgado en tu blog (además, tengo el feeder que me avisa de cada nueva entrada). Lamentablemente, no estoy entrando a la red a diario, tal como hace un par de años (cuando pude escribir 365 entradas en ese mismo lapso); pero de todos modos, seguiré visitándote y hurgando aquí y allá en la medida de lo posible.
Besos mil.
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