De ningún viaje volvía siendo el mismo,
llenaba de luz
y corazones nuevos
el dulce lecho de nomeolvides.
Más allá del canto del ruiseñor
solo el silencio
de los bosques,
y mariposas muertas
a orillas del crepúsculo
donde, alguna vez, habitó el amor.
@mjberistain
imagen (Carlos Velazco)
Me permito sentir como propio a este poema, María Jesús; la unión del viaje y el amor (o la memoria del amor, lo cual vendría a ser más o menos lo mismo) me saben a la quintaesencia de la vida misma.
Un abrazo.
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La “memoria del amor”, que quizás sea lo mismo que el amor… pero que no envejece nunca… ¿Es posible?
Un fuerte abrazo!!!
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Pues yo creo que sí, ya sea como posibilidad biológica (el cerebro funciona de maneras tan complejas que bien es posible) hasta como voluntad del espíritu. La memoria de un beso, sigue siendo el beso.
Abrazo.
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