A cuatro pasos de esta silla de plástico marrón donde me siento, delante de una taza de café a la que me ha invitado un hombre negro que vendía collares y pulseras por la calle, nada tiene que ver con lo que cada uno de nosotros quisiera ser…
La silla quisiera ser un Chester de cuero, la mesa, estar cubierta de un precioso mantel de lino bien planchado, el negro un blanco sentado a mi lado, la señora que escribe desde hace rato en una pequeña libreta, probablemente, la novia de su amor cuando tenían veinte años. Y yo…
El país está inmerso en una ola de calor al que llaman extremo y por todas partes se oyen ecos de recomendaciones de radios, televisiones, megafonías de playas «etcétera», de que procuremos no salir de casa en las horas del mediodía que es cuando las temperaturas pueden alcanzar su mayor nivel y puede ser peligroso exponerse a un «golpe de calor» que puede llegar a ser mortal…
Yo no tengo casa. He llegado a este país después de años de luchar en el mío por encontrar unas mínimas condiciones de bienestar para poder ofrecerme a la persona a la que amo desde mi infancia y formar con ella una familia. Mi sueño solo es ese. Dar de comer a mis hijos y darles una educación y que puedan ser aceptados como «seres humanos» y ciudadanos del mundo.
Me he sentado en una silla de plástico de cualquier lugar al que he llegado exhausto porque no quiero volver a sentarme en el suelo, a mendigar a los pies de nadie. Quiero ser util, uno más, en el globo terráqueo. Dar lo mejor de mi en agradecimiento a estar vivo. Solo eso.
A mi izquierda hay un árbol, joven, tieso, sin apoyos, como yo. Lo observo. Está frondoso y sus hojas las mece la suave brisa del suroeste. Lo envidio. Cómo ha conseguido hacerse con un espacio público en esta sociedad tan regulada y exigente?
Pienso en mis hijos que todavía no han nacido. Y sueño en ser el tronco, ahora jóven, que les dará una vida aunque sea con fecha de caducidad…
Por qué estoy aquí, Dios?
Algo me has encomendado y lo voy a cumplir.
A cuatro pasos de esta silla de plástico en la que sigo sentado, hay una pequeña carretera. Su tráfico es espaciado y lento. Alrededor de mi se oyen voces en voz baja. Me lleno de brisa y de silencio, del azul de un cielo neblinoso que no había conocido hasta hoy y respiro a fondo el cercano olor a salitre de un mar que ha dejado de ser una amenaza o un precipicio mortal.
Rezo.
No sé si el Dios de este continente entenderá mi plegaria.
Solo quiero agradecerle este momento de quietud y esperanza.
@mjberistain
El Dios de este continente creo que está más ocupado en otras cosas que en pensar en alguien que ha venido en patera huyendo de la miseria, de las guerras, del hambre e intentando buscar un futuro…
Todos somos ciudadanos del mundo y emigrantes también, ¿cuánta gente vive donde nació? hace un montón de años que salí de mi pueblo, que cambié de provincia, incluso un par de veces de Comunidad… Si en vez de poner provincia de Burgos, hubiera puesto Francia sería una emigrante y ¿qué diferencia hay? los límites que han puesto los hombres para perpetuar su poder, conquista, conquista y conquista, creo que en las cavernas de Atapuerca era ya lo que aprendían los niños de Cromagnon…
Me encanta la forma en que has denunciado una situación terrible para tantas personas.
Un abrazo.
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Estrella, gracias por tu aportación siempre. También soy ciudadana del mundo, también lo fueron mis abuelos y sus hijos y lo son mis hijos y mis nietos… Hemos tenido «suerte» en la ruleta rusa de la vida, hemos tenido la suerte de ser acogidos en los lugares a donde hemos llegado (fuera de nuestro entorno habitual) para formarnos, para trabajar, para descansar. El movimiento de la migración es como el movimiento de los océanos… El «regularla» sobrepasa a los intereses de los gobiernos de los países más favorecidos por temor a perder su estatus, lejos, muy lejos de la zozobra de millones de seres humanos castigados por regímenes políticos deleznables y que en muchos casos están siendo sostenidos por los mismos países que les niegan el asilo. Rezo.
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Es una plegarīa muy hermosa.
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Gracias Alicia por tu comentario. Un abrazo.
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Un texto sobernio, María; pleno de todos esos sentimientos que deberían ser los más comunes entre todos los seres humanos. ¿Qué más podemos pedir que un poco de empatía? Ya que los dioses de ninguno de los continentes conocidos parece querer tomar cartas en el asunto, pues hagámoslo nosotros.
Un fuerte abrazo.
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Esta misma mañana escuchaba cómo los líderes de los países europeos se zafaban del tema del barco Aquarius al pairo en el Mediterráneo con tan solo 140 personas a bordo… Todos querían dar una respuesta ejemplarizante y sin embargo trataban de protegerse del imparable movimiento migratorio. ¿Sabes que he sentido vergüenza ajena? ¿Es o no un problema de seres humanos? ¿O en el fondo es un problema de reparto de los recursos y la riqueza de la tierra? Y el mar sigue absorbiendo los desastres naturales y los desatinos de la raza humana…
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Querida María; entiendo cuando dices que has sentido vergüenza ajena y es por demás extraño que los políticos no sientan la más mínima partícula de ella; aunque luego de pensarlo un poco nos damos cuenta del porqué ellos no sienten nada de vergüenza: simplemente porque no les importa el ser humano en lo más mínimo; ni el extranjero ni el connacional. Nadie. Sólo ellos y nada más que ellos.
Por supuesto que estos temas son profundamente humanos y no son tan complejos como parecen. Su solución práctica es por demás sencilla, salvo que éstas chocan con el verdadero problema, el cual no es más que el egoísmo de los que más tienen. La Tierra brinda suficiente riquezas para todos, ahora, hazle entender a quienes tienen en demasía que deben ceder un poco –tan solo un poco– de lo que tienen en beneficio de otro. No hay que ser un cínico para saber cuál es esa respuesta.
Un fuerte abrazo.
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Maravilloso texto poético; no se puede decir algo tan triste y profundo si no sale de un alma buena. Muchas gracias, amiga. Un abrazo fortísimo.
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Isabel, he pasado unos días fuera de mi sitio, en Vigo, en la otra punta del país con unos buenos amigos que han intentado que volviera a casa curada. Sobrevivo y sobreviviré. Mañana recibo a mis txikis hasta mediados de setiembre, así que no creo que pueda aparecer mucho por aquí. Pero quiero que sepas que te recuerdo con mucho cariño. Ya hablaremos cualquier día. Disfruta de tu tiempo, de tus amigos y especialmente de tu familia. Un fuerte abrazo.
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Dios está en todas partes y entiende todos los idiomas…no lo dudes.
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No lo dudo corazón, es que Él me hizo “casi” perfecta y me quedó algún fleco suelto por ahí que a veces me hace dudar de todo… Un abrazo fuerte.
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