Entre dos aguas



No he utilizado música de Paco de Lucía —aunque me hubiera parecido lógico—. Me he permitido utilizar música de Albéniz, interpretada por el guitarrista clásico escocés Paul Galbraith. Ella, de alguna forma, está presente en el paisaje de fondo del libro al que voy a referirme y del que entresaco algunas líneas.

Hace unos días hablé del libro escrito por Casilda Sánchez Varela, titulado «Te espero en la última esquina del otoño». Lo había terminado de leer recientemente.

Quiero recoger en una página algunas frases que me han hecho que me pare a releerlas, bien porque me han hecho pensar, o porque en ellas destilaba lo que podría llamarse el valor poético de su prosa. Su discurso se mece entre la narración de una historia y el interesante y bellísimo encuentro entre líneas de su poesía.

Pienso que un libro que te ha gustado nunca se termina de leer del todo. Tengo el vicio de subrayar mis libros. —Creo que cada uno de los subrayados son un pedazo de nosotros mismos, aunque estén escritos por otra persona—. Con el tiempo, según las veces que los haya manoseado, se cubren de una pátina amarillenta y pegajosa y sus hojas van ahuecándose, como el alma, orgullosamente, en las estanterías. —A quién no le gustaría pertenecer al grupo de los más reconocidos o consultados—.


Siempre he creído que los libros también tienen corazón, lo siento cada vez que… «Paso mi dedo índice una y otra vez por las frases que me han emocionado y descubro que algo palpita bajo sus letras.»

«Los pensamientos de un autor son piezas de un rompecabezas, miles de ellas, que se despliegan sobre una mesa de papel para que cada uno vaya eligiendo las que le encajan hasta completar el puzle de su propia identidad.»

«Al final todo acaba diluido en ese rayo de sol que entra por la ventana las mañanas de invierno y te acaricia la mejilla cuando nadie te acaricia ya…»

«Después del amor, no hay chispazo más jubiloso que el que inaugura una amistad.»

El «letargo de las tortugas», ese silencio entre victimista y conspirador…

Durante los años en los que la ambición es un estímulo, asfixia saber que la línea de partida y la de llegada son la misma línea…

«La belleza tiene mucho más que ver con el misterio que con la tersura.»

«Las únicas conversaciones que de verdad importan y de verdad perduran son aquellas en las que se pone el corazón sobre la mesa.»

«El tren volaba por un tramo nuevo sin junturas, tan silencioso y agradable que creaba la angustia anticipada de los goces breves.»

«Los sentimientos necesitan de la reflexión para arraigar y no quedarse solo en un estremecimiento.

«El día era claro y silencioso, como un abrazo.»

«…Pasaron diecinueve crepúsculos inútiles por la rendija del mar y trescientas callejuelas con sus esquinas de desilusión.»

«La multitud se quedó en silencio, en esa suspensión del tiempo que solo consiguen el pánico y la belleza.»

«Un rayo de luna liquida rompía en dos abismos el agua».

«La felicidad marital pasa, indefectiblemente, porque de vez en cuando, alguna mañana al despertar, en una conversación íntima o en el transcurso de una cena entre más gente, brille en los ojos del otro la luz de la admiración. O cuanto menos, la del agradecimiento.»

«Cuando colgó, se le quedó la risa a rastras…»

«La vejez son pequeños barrancos a los que cae uno de cuando en cuando.»

«Se quedó sin aire, como antiguamente, y al notar las manos frías y familiares de sus fantasmas apretándole la garganta, perdió el control de sí mismo. No hay mayor tortura que el regreso de un dolor que se daba por concluido.»

«En la foto, miraban a la cámara con la cara redondeada de la juventud y ese brillo en la mirada anterior a las heridas…»

«Después de un tiempo entendió que los aliados no son los que te siguen, sino quienes te mejoran.»

«Cuando terminó de hablar, estaba llorando. No de pena, ni de emoción, sino de deshielo.»

«La felicidad no es euforia, es serenidad.»

«Así que esto era vivir, —pensó con la alegría que produce agarrar por fin de la camisa a esa intuición que lleva años corriendo dos metros delante de ti—. Toda la vida volviéndome loco con el sentido de la vida y resulta que de lo único que trata esto es de encontrar una pieza que encaje en nuestro particular vacío. Un propósito, un credo o un alguien, lo que sea, que transforme la línea de la existencia, por definición finita, en un círculo sin principio ni final.


@mjberistain
Imagen Thomas Jahnke. Flick

8 comentarios sobre “Entre dos aguas

  1. Tengo, con el tema del subrayado, una relación de amor-odio que no puedo superar. Por un lado me gusta subrayar los libros, sobre todo cuando después quiero buscar una cita o un fragmento; por otro lado, no me gusta leer un libro subrayado, ya que esas líneas implican un énfasis que no puedo evitar al leer. Entonces, en la medida de lo posible, me he agenciado dos volúmenes de la misma obra y allí sí, subrayo una mientras leo la otra. ¿Suena demasiado demente? Es posible, pero es lo que hago…
    Por otra parte, y lo que es el tema central de tu entrada, las citas me han parecido hermosísimas, plenas de una prosa poética muy, pero muy interesante.

    Un abrazo.

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    1. Buen día Borgeano, gracias por dedicarme parte de tu tiempo. Me hace mucha ilusión ver tu «gravatar», aunque más me gustaría ver tu propia fotografía… Como le decía a María yo también tengo una relación muy especial con los libros, y si me gustan los destrozo!!! (en el buen sentido de la palabra. En ellos me reconozco y me siento complacida, o también me puedo sentir recriminada o criticada y ello me ayuda a la reflexión y a intentar ser mejor persona. Cómo decirte que encontrar un libro de «culto» para mí, es como recibir uno de los más preciosos regalos. Un abrazo bien fuerte. Que pases un buen fin de semana. Gracias siempre por tu presencia.

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      1. Hay tantas formas de relacionarse con los libros como lectores (con sus respectivos estados anímicos; nosotros, sin ir más lejos, no somos más que dos ejemplos entre muchos). Por el momento, mi querida María, seguiré con mi imagen de Edward Hopper, ya que mi hija y yo hemos sido víctimas de algunos mensajes malintencionados (siempre hay un imbécil que aprovechando el anonimato de internet se dedica a molestar a los demás; ya he hablado de eso). De todos modos hay alguna foto mía en mi blog, en un par de entradas llamadas «Silbando bajito» e «hilando palabras» (por el momento el imbécil en cuestión no sabe nada de mi blog, por fortuna). Eso es lo malo de la red, por cada persona que vale la pena y que uno encuentra y quisiera conservar por siempre, hay demasiados imbéciles con mucho tiempo libre).
        Por último, como te dije alguna vez, me gusta tu sitio, me gusta cómo escribes y sobre lo que escribes; así que el agradecido soy yo.

        Un fuerte abrazo para ti y espero que pases un hermoso fin de semana.

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    1. María, Hay libros y «libros». Unos que te amenizan unas horas, otros que te divierten, otros que se te enquistan aunque sean magníficos… podríamos clasificarlos por el interés que despiertan en cada uno de nosotros (sus lectores). Y hay otros libros en los que encuentras como retales, pensamientos que han sido tuyos en algún momento pero que alguien, que no has sido tu mismo, ha sabido darles vida. También vivencias a las que hubieras querido dar voz… y las encuentras escritas y te identificas, tú mismo o tu imaginación, plenamente con ellas. No importa que haya siglos de distancia entre el momento en que se escribieron y el momento en el que las lees, siempre tendrán un sentido para tí como lector/a. Cuando siento esa comunión con un libro, podría decir que lo destrozo. Lo releo, lo subrayo, lo guardo a mano, comparto su contenido con personas con las que tengo un buen entendimiento pero NUNCA lo presto. Es algo INTIMO. Si alguien me lo pidiera, le regalaría uno nuevo. Así es mi relación con los libros.
      Felíz de que me comprendas. Un fuerte, fuerte, abrazo.

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