Originalmente solo las familias más adineradas podían permitirse pintar sus casas con la carísima pintura amarilla que venía de Suecia.
El resto de familias se resignaban a pintarlas con un pigmento rojo que procedía de los residuos de cobre de la mina de Falun (Suecia). El “falun” era más barato que la pintura amarilla y además protegía la madera de las inclemencias del tiempo.
El cobre de la mina de Falun se convirtió en tejados para los castillos, campanas para las iglesias, monedas y utensilios para los hogares de todo el mundo. Habían pasado 1000 años hasta que se cerró la mina en 1992. Actualmente está considerada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad.
@mjberistain
Qué bárbaro, hasta la pintura valía para diferenciar a las clases. Preciosas fotos, María Jesús, como siempre.
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Ya ves, cualquier cosita sirve y ha servido siempre… Lástima! Un abrazo y gracias por tu presencia.
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