Suavemente se cubre de espejos cuando amaina
el sol amarillo. Queda la playa desnuda
de terciopelo anaranjado, caricia fría
que eriza la piel. Los viejos castillos de arena
fueron derruidos. No pidas misericordia
a las mareas, ellas no entienden de piedad.
En la humedad de los espejos hay un recuerdo
de cada tiempo de tu vida, una sonrisa
cuando eras niño, un beso robado, un largo
paseo mano a mano. La bajamar parece
ese álbum familiar abierto al atardecer,
cruel la pequeña belleza de cada instante,
fiel hasta que el olvido se apiade de ti
y borre de reflejos tus huellas en la arena.
Autor Santiago Pérez Malvido
Fotografía @mjberistain